Los períodos de escasez, esa maldición cíclica, generan siempre un folclor. Este surge como modo de comunicación, pero también como remedio para paliar las difíciles circunstancias.
Muchos de estos relatos, con el tiempo, fueron ficcionándose y adquiriendo ribetes míticos. Tal vez la explicación de tan peculiar fenómeno esté en esa costumbre achacada al cubano de que es capaz de reírse hasta de sus desgracias.
Anoto aquí un prontuario apurado de las nuevas palabras que han enriquecido, durante estos años, el habla popular cubana para calificar objetos y las más disímiles inventivas cotidianas. He seguido un orden cronológico, según su aparición y el dictado de mi memoria.
Libreta: Sin duda el documento más popular en la Cuba revolucionaria. Fue establecida en el año 1963 para racionalizar y garantizar lo mínimo necesario para cada núcleo familiar. Se subdivide en dos: la de productos alimenticios y la de industriales.
Porsiacaso: Javas tejidas con cintas de guano, que podían ser del color del material o matizadas con algunas cintas coloreadas. El pueblo llamó así a estos enseres pues siempre se salía con ellas “por si acaso caía algo”.
Seguimiento: Se les llamó así a las primeras piezas textiles normadas por la Libreta, pues era común encontrar en una fiesta, juego de pelota, cumpleaños, bodas o colas, a varias personas vestidas igual. Su uso se convirtió en motivo de burla y en símbolo de desventaja social. También se usó el término To’s tenemos para igual calificación.
Mecagüendiós: Zapatos rústicos y precarios confeccionados con piel burda, sin pulir, conocida como rebajo. El apelativo surgió porque cuando las personas pasaban por las tiendas y veían estos zapatos, esa era la expresión común que brotaba de sus bocas. El ingenio popular le puso este nombre que elude cualquier connotación antirreligiosa.
Vaquetetumba: Botas pesadas y de mayor consistencia, confeccionadas con la suela denominada vaqueta y el resto de una lona gruesa, las cuales, se arrugaban con el tiempo. Provocaban frecuentes tropezones al caminar.
Pega’os o Pega’s: Calzado compuesto por piel adherida a suelas vulcanizadas. Existía una variante de corte bajo, que los adolescentes raspaban con un pequeño guayo, hasta dejarlos como felpudos. Luego le untaban tinta carmelita y parecían zapatos del extranjero.
Botas rusas: Otro tipo de botas llegadas, por supuesto, de la Unión Soviética. También toscas pero muy duraderas.
Esqueleticos: Muy popular entre las mujeres. Especie de sandalias o chancletas hechas con suela de cualquier material resistente, a las que se le clavaban tiras muy finas de piel o nylon sacados de viejas carteras femeninas.
Rolos: Tubos vacíos de desodorante marca Fiesta, alrededor de los cuales se enrollaba el pelo. Luego de varias horas se quitaban y quedaba la cabellera ondulada.
Torniquete: Rolos más grandes, siempre en parejas, hechos con cajas de talco Brisa. Se situaban en la parte superior de la cabeza y dejaban el pelo alisado desde esa zona hacia abajo. Era usado, sobretodo, por las mujeres de pelo muy rizado.
Mariconas: Camionetas checas utilizadas para recoger pasajeros, conocidas primeramente como guasabitas. La picaresca nacional las bautizó, inmediatamente, con el otro nombre porque a estos nuevos ómnibus se les entraba por detrás.
Guapitas: Camisas cortas con fajas y una piececita o trabilla abotonada en los hombros y en la propia faja. El diseño venía de épocas anteriores pero en esta adquirió connotación de lujo, pues se confeccionaban transformando algunas camisas que les daban a los trabajadores, de telas más suaves y colores más vistosos.
Revés en victoria: Pantalones cortados a la altura de las rodillas y vueltos a empatar pero por el reverso de la tela. Quedaban luego las patas de dos colores. Los jóvenes trataban de remedar al universalmente prestigioso pitusa, prenda ideológicamente desacreditada en Cuba. Se aprovechaba para ello unos pantalones entregados a los trabajadores de la zafra, que burdamente simulaban a la mezclilla de la afamada prenda. Algunos le colocaban en la faja una etiqueta que aparentaba una marca.
Ollas de presión: Zapatos plásticos para hombres y mujeres aparecidos a principios de la década de los setenta en las tiendas cubanas. En sus inicios fueron llamados kikos, recordando la vieja marca de plásticos nacionales; pero la imaginería popular los bautizó rápido con este nombre, porque bajo el tórrido clima cubano convertían los pies en una bola de fuego.
Tiqui taque: Otra variante de sandalias con suelas de madera para mujeres, que al caminar producían este rítmico sonido.
Cocalecas: También chancletas femeninas pero con correas más flexibles y extensas que se envolvían en la pantorrilla exactamente hasta debajo de las rodillas. Las correas podían ser de cuero, nailon o tiras de tejido. Muy populares fueron las confeccionadas con las mangueras para sueros.
Plataformas: Muy usadas por la posibilidad de adicionarlas a cualquier calzado sin tener en cuanta modelo, hechura o diseño. Se ponían de disímiles materiales y eran toscas, sobre todo en los zapatos de hombres. La locomoción con estas era ridícula, pero hacía feliz a su portador pues así estaba a la moda.
Fonkies: Constituyeron otra solución ante la escasez de zapatos, porque eran fáciles de hacer, baratos y cómodos. Eran de piel, de la llamada de rebajo y algunos se confeccionaban con el material de los petos de soldar. Se cocían o pegaban directamente por fuera a una suela generalmente de goma y sin tacón, aunque podía ponérseles también un taconcillo muy fino. Tenían el valor agregado de su durabilidad.
Medias checas: Nombre dado al único tipo de medias de hombre que se vendían en el país. Su calidad era tan precaria que se rompían con facilidad y ya en la segunda puesta se le aflojaba el elástico y caían, enrollándose en el tobillo o sobre los zapatos. El gracejo popular le puso así a estas prendas jugando con el término de checaen.
Mallitas: Medias de malla que se pusieron de moda entre las jovencitas, las cuales se tejían en casa. La mayor parte de la población femenina joven invadió las calles, por aquellos tiempos, con esas rústicas redes en las piernas.
Piti piti pá: Peinado característico de la primera mitad de los 70, tanto en hombres como en mujeres ansiosos de estar a la moda. El nombre lo tomó de la película francesa El hombre orquesta, donde Louis de Funes hacía bailar a un grupo de jóvenes al ritmo de Piti piti pá. El peinado consistía en rebajarse el pelo en los laterales pero dejarlo largo en la nuca con las puntas hacia arriba. Lo completaba un cerquillo sobre la frente, abierto hacia la derecha, con la raya del pelo más hacia el centro del cráneo más de lo acostumbrado. También se le llamó simplemente el piti.
Barberito: Especie de peine doble al que se le ponían dos cuchillas de afeitar dentro –preferiblemente las soviéticas Astras– y que al pasarlo picaba el pelo, adquiriendo el pelado un aspecto afrancesado y muy moderno.
Plan San Germán: Absurdo procedimiento para la compra de ropa, zapato y otros artículos de uso doméstico, a los que tenía derecho, según este método, el que primero llegara a al mostrador. Fue llamado así porque se hizo una prueba piloto en una zona conocida como San Germán.
Juguete básico: Juguete de primera calidad a los que tenían derecho los niños. Era garantizado por la libreta de abastecimiento.
Juguetes no básicos: Dos juguetes que se le entregaban a cada niño, pero eran de menor calidad que los básicos.
Cupones: vales ordenados alfabéticamente y numerados, que se entregaban a la población, semejantes a una cualificación sanguínea: Ej. F1 D2, etcétera. Con estos se ordenaban y regulaban la distribución y compra y en las tiendas.
Guachipupa roja, o colora’: Refresco logrado con la disolución en agua de un extracto o sirope –nunca se supo bien el origen– de color fresa fulgente. Esta bebida casi siempre constituía el complemento y ayudaba a digerir un dulce que permaneció incólume, y muchas veces en solitario, en las vidrieras de los merenderos de toda Cuba y que tenía un nombre salvador: matahambre.
Guarachas: Otro tipo de calzado popularizado en los años 80. Tenía una suela ancha hecha de goma de autos, a la cual se le entrelazaban finísimas tiras de piel resistente, que cubrían todo el pie. En algún momento comenzaron a llevarlas también los hombres. El nombre y modelo fue tomado de los guaraches, tradición de los indígenas mexicanos.
Catarritos: Tenis, sobre todo para las damas, hechos de tela de diferentes colores y de suela de goma muy baja. Se les calificaba así porque si llovía, se caminaba por la yerba húmeda o pisaba un charco, se empapaban los pies y podía provocar el clásico catarro. Algunos tenían pequeños puntos blancos y se les conoció también como guineos por el parecido al plumaje de estas huidizas gallináceas.
Acápite separado habría que hacer para inventariar las bebidas con base alcohólica, aparecidas en todos estos años, y que alegraron al cubano en su estadio de penuria económica: walfarina, calambuco, chispa’etren, salta pa’tras, chispín, espérame en el suelo, hueso’etigre, entre otros nombres.
El Período especial disparó la capacidad imaginativa de los cubanos para mitigar el golpe que significó la caída de la economía nacional. Prominentes fueron los bistecs de rodajas de naranja grifo, el picadillo de cáscara de plátano burro, compotas también hechas con esta vianda y el jugo de pepino. El comercio estatal puso en venta la mortadela líquida, la masa cárnica, los helados tropicales –especie de durofríos– y el refresco concentrado. La revista Mujeres recordaba que nuestros mambises hacían sopa con flores de calabaza.
Muchas personas aseguraban que estas parodias alimenticias tenían un sabor “igualitico al original”.
La Libreta, cuya despedida aún no se vislumbra, propone en la actualidad otra terminología curiosa, como: carne de dieta, carne de niño, dieta de encamado, pollo por pescado, etcétera. Este manual algún día alcanzará la dignidad de ser analizado por la Real Academia de la Lengua.
Estos apuntes han sido dictados por los recuerdos y las vivencias de alguien que ha vivido apegado al desenvolvimiento social de su época y que ha visto los esfuerzos de la gente por levantarse y persistir.
Jabas, se escribe con B. Faltó en la lista los zapatos CHUPAMEAO, confeccionados en el “período especial” con zuelas de recámara de camión y la parte de arriba con cualquier tela. Para coser la misma a la goma, había antes que hacer una ranura en la misma para que las puntadas quedaran resguardadas. Duraban bien poco, pero era la solución para la gente más pobre que no podía pagar 700 pesos por un par de tenis de los más baratos que en ese momento vendían las TRD.
Los bocaditos, los rompehielos, los chupameaos
Si, también hay que agregar otros como: “la luchita”, “aruñar”, “bisneo”… todos sinónimos de robar, delinquir… “levantarse y persistir” a costa de las necesidades de los demás…
Importante: Las “mariconas” no eran camionetas checas, eran Polacas, su nombre eran Varsovia (en polaco) y la gente derivó el nombre primero en guasaba y terminó siendo warsabitas, guasabitas. Eran una suerte de panelitos que efectivamente se montaba por detrás
En las bebidas espirituosas faltó el “Bájate el blume”, cuya composición era: 1/3 de agua, 1/3 de alcohol y 1/3 de vino fortín y provocaba el efecto que describe el nombre. También faltó el “Caguín” un destilado y filtrado con caca de niño (es cierto), el “Pitigal” hecho con la fermentación de una frutilla del mismo nombre. En productos alimenticios faltó: El “perro sin tripa” de composición desconocida, la pizza con preservativos gratinados que sustituían al queso, el bistec de frazada de piso, el picadillo “extendido y texturizado”, la “Pasta de Oca” que coincidió con una baja notable de tiñosas en el cielo. De aquí a pocos años todo el mundo dirá que todo esto fue mentira y que eso nunca existió, pero desgraciadamente fue real
Sigo (es que se me destaparon los recuerdos): Las croquetas “Apolo” en honor a la astronáutica norteamericana porque se te pegaban en el cielo de la boca y no había forma de que se despegaran de ahí, el “Líquido de frenos”, refresco de orígen desconocido pero consumido ampliamente. Más hacia los 90′ aparecieron unas croquetas que explotaban cuando se freían y quemaron las caras de muchos cubanos y les pusiero de nombre “Las explosivas”. También campeó por su respeto unos panes con pasta donde la pasta era una cosa blanca y agria pero sabía a gloria cuando uno salía de la playa