La realidad de los suelos de Cuba no es alentadora. Problemas que van desde la erosión y el mal drenaje hasta la salinidad y la compactación, hoy influyen en la degradación de más de 4 millones de hectáreas.
La erosión es la causante de los principales daños a la superficie agrícola de la Isla, al afectar al 71,23 por ciento. De esa cifra, un 43 por ciento se califica de fuerte a media.
El acumulado de sales, por su parte, perjudica un 15 por ciento de las áreas, lo que representa cerca de un millón de hectáreas, mientras que el aumento de la temperatura provocado por los gases de efecto invernadero incide también en la biología del suelo.
Lo anterior hace que en la Estrategia Nacional Ambiental de Cuba, los suelos sean reconocidos como el recurso más débil.
Estos datos se hicieron públicos en un congreso internacional organizado en La Habana hace unos días por Instituto de Suelos del Ministerio de la Agricultura, y fueron dados a conocer este jueves por el diario Granma.
Para Luis Agustín Gómez, director general del Instituto, esta difícil realidad debe ser enfrentada desde la ciencia pero también con una planificación efectiva que permita el desarrollo agrícola y la tan necesitada producción de alimentos.
Evitar la degradación y la contaminación ambiental, conservar e incrementar la fertilidad y producir con menos recursos en un escenario signado por el cambio climático, son las rutas que tiene por delante la agricultura cubana si desea mejorar sus rendimientos.
Un primer paso fue la implementación desde hace varios años de los programas de Producción de Abonos Orgánicos y Biofertilizantes y de Conservación y Mejoramiento de los Suelos, por parte del Ministerio de la Agricultura.
La superficie agrícola beneficiada por estos planes ha venido en ascenso desde su implementación, pero aún resulta insuficiente. Para que se tenga una idea, en 2016 el Programa de Conservación y Mejoramiento de los Suelos alcanzó las 932,000 hectáreas, lo que significó un 22,6 por ciento del total.
Superficie beneficiada por el Programa de Conservación y Mejoramiento de los Suelos
Según estadísticas oficiales de ese año, la Isla cuenta con cerca de 11 millones de hectáreas, de las que poco más de 6 millones conforman la superficie agrícola. Sin embargo, apenas 2,733,500 hectáreas son cultivadas y muchas de ellas no están exentas de riesgos derivados de una mala práctica y las dificultades ambientales.
Para transformar el escenario actual, el director del Instituto de Suelos defiende la necesidad de aprovechar los mecanismos fisiológicos de variedades mejor adaptadas a los problemas actuales.
También apuesta por promover la agricultura de conservación –basada en la perturbación mínima del suelo, la cobertura permanente y la rotación de cultivos– y, como parte de ella, utilizar la materia orgánica, un recurso que en su opinión resulta valioso tanto para el medio ambiente como la economía.
Este elemento, explica Gómez, es determinante para la fertilidad de los suelos, fija los nutrientes y garantiza que las plantas los puedan utilizar. Además, mantiene la estructura del suelo, lo que favorece la infiltración del agua, disminuye la evaporación e incrementa la capacidad de retención del líquido.
Sin embargo, no todas las partes implicadas en la producción agrícola parecen conscientes de esto o cuentan con las facilidades para un uso mayor. De cara al futuro, para proteger los suelos y al mismo tiempo mejorar la mesa del cubano, se hace necesario entonces que la ciencia tenga cada vez más protagonismo sobre la tierra.