El desafío de emprender en Camagüey sin turistas

La prosperidad turística de Santa Lucía debía impulsar la de Camagüey. La pretensión era que no fuera apenas una “parada de gasolineras”.

Casa Madiba, Camaguey. Foto: tomada del perfil de Casa Madiba en Facebook.

Es viernes y en el aeropuerto Ignacio Agramonte de Camagüey están programados solo tres vuelos. Los tres, provenientes de Miami. Desde hace tiempo las conexiones con la metrópoli del sur de la Florida son el principal sostén de la terminal camagüeyana. Fuera de esas operaciones, sobre la pista apenas ruedan cada semana tres aviones procedentes de México, uno que los sábados va y viene de La Habana, y algún otro en escala hacia destinos del Caribe.

No son los comienzos de la década de 1990, cuando un ambicioso plan gubernamental pretendía convertir Santa Lucía en uno de los balnearios más importantes de Cuba. Como parte de aquel esquema, en el aeropuerto camagüeyano se construyó la terminal internacional y se amplió la pista hasta su longitud actual de 3 kilómetros.

Nadie parece tener la explicación definitiva de por qué el proyecto fracasó. Treinta años más tarde, a la salida de la terminal internacional del Agramonte varias vigas retorcidas por el óxido son todo lo que queda de la valla publicitaria que invitaba a visitar la playa, ubicada a 100 kilómetros al noreste de allí.

Sin vínculo directo con sus cayos de la costa norte, Camagüey solo dispone de Santa Lucía para complementar la oferta de turismo patrimonial. Sin embargo, no existe siquiera un servicio de ómnibus para los vacacionistas que quieran trasladarse entre el balneario y la ciudad. (En la imagen, la salida hacia la playa desde el aeropuerto Ignacio Agramonte). Foto del autor.

La prosperidad turística de Santa Lucía debía impulsar la de la ciudad de Camagüey, de las sierras de Cubitas y Najasa, y de los extensos archipiélagos del norte y sur de la provincia. La pretensión era que Camagüey no fuera apenas una “parada de gasolineras” para los vacacionistas foráneos.

Edel Izquierdo y Amaury Vázquez se consideran hijos de aquella época; aunque sus emprendimientos (el Restaurante 1800 de Izquierdo y el Hostal Madiba de Vázquez) no abrieron sus puertas hasta 2012 y 2017 respectivamente.

“La cultura del servicio que se practicaba en Santa Lucía llegó a ser su sello. Otros polos tenían mejor infraestructura o más ofertas, pero Santa Lucía fidelizaba a su segmento de mercado por su atención personalizada, su espíritu de familia”, recuerda Amaury, quien en el balneario desempeñó ocupaciones tan diversas como las de agente de seguridad y animador.

Edel, en tanto, ganaba prestigio como cantinero en instalaciones de la ciudad. Cuando la vida les dio la posibilidad de invertir en negocios propios, ambos tuvieron claro que apostarían por Camagüey.

Hacerlo a más de 500 kilómetros de La Habana, lejos de los grandes polos y circuitos, era difícil aun durante el “deshielo” con Estados Unidos; persistir en medio de la crisis económica actual cabría calificarse como temerario.

Frente al Madiba el Hotel Colón, administrado por la cadena Meliá, aguarda cerrado tiempos mejores. En la misma condición se encuentran casi todos los hoteles de la modalidad Encanto1, habilitados en la ciudad a partir de 2015, cuando la normalización de relaciones con Estados Unidos parecía marcar el comienzo de un futuro de prosperidad.

Fueron precisamente estadounidenses los primeros huéspedes del Madiba, cuando en enero de 2017 Amaury apuró la reconstrucción de su vieja casona para recibir a una delegación invitada por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (Icap). El grupo quedó encantado por la temática del alojamiento (la lucha contra la discriminación racial), el ambiente que aportaba un conjunto de jazz en vivo y la bizarra historia personal de Amaury, jalonada por sus años como guardaespaldas de George Clooney y otras personalidades del mainstream cultural estadounidense.

Por las mismas fechas, el 1800 apenas daba abasto para atender a los grupos de estadounidenses que llegaban de la mano de agencias turísticas o por sus propios pies. El tirón fue determinante en el cambio de fisonomía de la antes desangelada plaza de San Juan de Dios: los artistas Joel Jover e Ileana Sánchez instalaron allí sus estudios-taller, surgieron un puñado de galerías de arte y el Hostal San Rafael, y decenas de artesanos instalaron sus puestos en medio de la plaza.

“El turismo tiene ese carácter dinamizador que, además, necesita él mismo”, cree fervientemente Edel.

El emprendedor cubano Edel Izquierdo. Foto del autor.

Fatalismo geográfico

Parecería que, entre los balnearios de Villa Clara y Ciego de Ávila, y el de Guardalavaca en Holguín, mediara un vacío geográfico solo atravesado por la Carretera Central.

Los cambios en la división político-administrativa han profundizado tal circunstancia. A comienzos de la década de 2010 Camagüey transfirió a Ciego de Ávila la administración de Cayo Paredón Grande, una isla de 8,7 kilómetros cuadrados con capacidad para 3 200 habitaciones. El primer alojamiento construido allí salió al mercado en octubre último bajo la razón social Grand Aston Cayo Paredón Beach Resort. Antes de que termine este año deberán entrar en servicio otras dos instalaciones similares.

El traspaso de Paredón Grande no se consignó en la Ley 110, aprobada en agosto de 2010 por la Asamblea Nacional del Poder Popular para la creación de las provincias de Artemisa y Mayabeque, y otros cambios en la división político-administrativa. Tampoco se han formalizado otras cesiones, aunque en la práctica Ciego de Ávila ha seguido recibiendo territorios camagüeyanos.

En noviembre de 2022 la Gaceta Oficial publicó el Acuerdo 9428, mediante el cual el Consejo de Ministros estableció una zona con regulaciones especiales de “Preferente Uso Turístico” en los llamados “Cayos del Norte de Ciego de Ávila”. La norma se funda en un error geográfico, pues considera avileño a Cayo Romano, la tercera mayor isla del archipiélago nacional (926 kilómetros cuadrados), a pesar de que oficialmente forma parte de Camagüey.

No es una cuestión menor: amén de sus valores naturales, Romano sobresale por ser la única vía de acceso desde “tierra firme” a Cayo Cruz, enclave en el que funcionan cuatro hoteles y podrían fabricarse hasta 12 mil habitaciones. La misma circunstancia aplica para Cayo Mégano Grande, otra isla de playas paradisíacas a la que solo puede llegarse pasando por Romano.

A finales de la década de 1980, el programa de desarrollo turístico de los archipiélagos del norte de Cuba se proyectó sobre la base de tres pedraplenes tendidos desde las provincias de Villa Clara, Ciego de Ávila y Camagüey, hasta los cayos de Santa María, Coco y Romano, respectivamente. Esas islas fungirían como centros articuladores de sendos polos de sol y playa. Así sucedió en Villa Clara y Ciego de Ávila, pero no en Camagüey.

“Fue una decisión del país. El pedraplén a Cayo Cruz se terminó en tiempo, pero pasaron casi veinte años antes de que comenzaran las obras del primer hotel. A esas alturas estaba claro que beneficiaría sobre todo a Ciego, que había tenido tiempo para posicionar la marca ‘Jardines del Rey’. Los huéspedes de Cayo Cruz incluso llegan por el aeropuerto de Cayo Coco, y no se han concretado los recorridos recreativos que se anunciaban al batey de Jaronú, la reserva ecológica del río Máximo o Sierra de Cubitas. Da igual que en la ciudad de Camagüey exista una ‘Oficina para la Atención de Cayo Cruz’, los camagüeyanos hemos quedado como proveedores de mano de obra, fundamentalmente para la construcción, y recursos como agua potable”, lamenta un ingeniero que en su juventud participó en el tendido del pedraplén Jagüey-Romano-Cayo Cruz.

Desde hace años existe un programa de inversiones para mejorar la red vial que conecta Cayo Coco con las islas situadas al este de su ubicación. En esa dirección, luego de alcanzar Romano, los próximos objetivos pudieran ser los cayos de Guajaba y Sabinal, los últimos que contemplaba el frustrado proyecto camagüeyano.

El segmento de cayería que aún conserva la provincia tiene una potencialidad superior a las 32 mil habitaciones hoteleras, pero las autoridades parecen haberse hecho a la idea de que en el futuro solo podrán contar con Santa Lucía como destino de sol y playa. Así lo dejó entrever a mediados de mayo el primer secretario del Partido Comunista en Camagüey, Federico Hernández, durante una visita a ese balneario, el cual calificó de “mayor [polo turístico] con que cuenta la provincia”. Teóricamente, tal condición debería corresponder a Cayo Cruz.

Por una noche en la ciudad

A finales de 2021 Edel Izquierdo consiguió inaugurar el bar Deluxe, luego de la prolongada reconstrucción capital de una casona próxima a la plaza de San Juan de Dios, y el paréntesis obligado de la pandemia.

El tiempo transcurrido forzó cambios en la concepción del negocio, que pasó a tener como “público meta” a los jóvenes camagüeyanos, en lugar de los turistas extranjeros. Ha sido un éxito en términos económicos, pero a Edel le quedó la insatisfacción de “no haber logrado lo que pretendía”.

Lo dice mientras repasa en su teléfono los cientos de fotos con que ha documentado el que define como su mayor sueño: el rescate del cabaret Caribe. A mediados de 2022 Artex buscaba inversionistas para volver a poner en funcionamiento el centro nocturno. Cuando parecía que no los encontraría, Edel les propuso asumir la reconstrucción del edificio y la actualización de su propuesta comercial. Seis meses y 20 millones de pesos después, la transformación del cabaret es absoluta.

“Empezamos eliminando las goteras y cambiando el falso techo, y terminamos comprando nuevos sistemas de climatización, de luces y sonido, mobiliario… Mucho de eso pagándole a las mulas 6 pesos [dólares] por cada libra de carga para importar lo que necesitábamos”, detalla Edel.

“Camagüey no tiene un espacio así para el turista extranjero: un centro nocturno al estilo del Parisien o Tropicana, en el que sea posible disfrutar de los mejores músicos del país y un show de primer nivel. Es algo que fuera de La Habana ya no se encuentra ni en Santiago de Cuba. Yo lo veo como mi aporte a nuestro desarrollo turístico: necesitamos que los visitantes se queden al menos un par de noches en la ciudad, para que dinamicen la economía. La primera de esas noches pudiera correr por cuenta del Caribe; para la segunda o hasta la tercera aquí sobra el talento artístico, solo falta comercializarlo mejor”. 

Sus seis años al frente del Madiba han hecho a Amaury Vázquez arribar a una convicción parecida: “el camino hacia la prosperidad compartida de Camagüey pasa por la cultura”.

Amaury Vázquez. Foto: tomada del perfil de Casa Madiba en Facebook.

La tarde en que hablamos insistió en mostrarme el pozo de brocal con el que espera conjurar la maldición de la sequía que durante el último medio año han sufrido los agramontinos. “Solo ahí hay 100 mil pesos ‘enterrados’, pero no hay alternativa si queremos seguir abiertos. Y créeme que queremos. La última vez que nos entró agua del acueducto fue en marzo, por las mismas fechas en que organizábamos un concierto de Frank Delgado y la Casa se llenó de jóvenes. En esas condiciones había que pensarlo antes de asumir el reto, pero dijimos: ‘Entre tantas necesidades materiales, si existe la posibilidad de aliviar una necesidad espiritual no estaríamos obrando bien si no lo hiciéramos’”.

En los últimos dos años Casa Madiba ha emprendido muchas obras del mismo cariz, apoyando iniciativas como la Comisión José Antonio Aponte y el proyecto Cuba Emprende. En paralelo, para sostenerse económicamente, ha seguido prestando servicios y organizando conciertos y celebraciones diversas, bajo la premisa de cobrar lo mínimo posible cuando los eventos tienen un impacto social.

“No podemos esperar a que vuelva el turismo para emprender”, piensa Amaury, quien insiste en las potencialidades de la ciudad de sus mayores. “Yo podría estar en Italia con mi hijo, por ejemplo, pero he escogido estar aquí porque, como muchos otros, creo en esta ciudad. De ahí en más solo queda persistir”.

 


Nota: 

1 Hoteles de ciudad que en los últimos abrió Cubanacán, fundamentalmente en ciudades patrimoniales.

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