Si no fuera porque puede desmentirlo con obras sobradamente humanas en varios continentes, Gunter Pauli podría pasar por un encantador de serpientes. Hipnotiza.
En el Centro de Arte Internacional de La Habana, estuvo cerca de dos horas hablando sin parar a un grupo de cubanos (también había una india, un argentino y un italiano en la audiencia), en su mayoría jóvenes emprendedores o curiosos. No se sintió ni el zumbido de una mosca, ni alguna que otra silla chirrió al levantarse su ocupante. Y, para remate, ningún móvil sonó en toda la charla, lo cual puede ingresar al libro de los milagros de la era digital.
El embrujo no es gratuito. Pauli, 68 años, Amberes, Bélgica, es el autor de La economía azul (2010), un libro de cabecera y para la acción si se quiere salvar al mundo del desastre. Ha sido ha traducido a 60 idiomas y, de muchas maneras, explica la existencia hoy día de 23 ministerios gubernamentales de economía azul. Ninguno es cubano.
El concepto de economía azul, acuñado por Pauli en 1994, es un modelo productivo que se basa, fundamentalmente, en la observación e imitación de la naturaleza y sus procesos para alcanzar cada vez mayores niveles de eficacia, siempre respetando el medio ambiente y creando riqueza. Una vez puesto a punto el proceso, entonces esa lógica del ecosistema deberá ser integrada al mundo empresarial.
Un prontuario para encapsular las iniciativas de Pauli no le hace justicia, pero lo presenta lo suficientemente entregado y exitoso como para creer en sus ideas, incluso en aquellas que en un principio tuvieron aires demencialmente románticos. Uno de ellos fue el puntapié a sus propios límites. Fundar, en el ya lejano 1991, Ecover, una empresa belga de detergentes ecológicos, que, además, fue una de las primeras fábricas “cero emisiones” en el planeta.
Trabajar en la periferia
En Brasil, promovió la creación de ocho fábricas que producen detergente a partir de la cáscara de la naranja, “y cuando hacen la fermentación obtienen un excelente fertilizante”, dijo.
Su huella está registrada en Namibia, Zimbabue, o en las solitarias islas Fiyi, en el Pacífico Sur. “A mí no me importa el dictador Mugabe, lo que importa es que en los años 97 y 98, Zimbabue tenía la mayor tasa de huérfanos del mundo a causa del SIDA”, dice sin ninguna corrección política. Si alguien quiere ver en Pauli un ejemplo de ciudadano woke, por ello no se ganaría ningún reproche.
En la nación africana, afligida entonces por una de las más grandes inflaciones de la historia moderna, Pauli promovió el cultivo de hongos. Sus esfuerzos explican por qué en la actualidad existen 2 400 centros de producción y cultivo de varias especies fúngicas y el país erradicó la malnutrición generalizada.
“Tengo seis hijos y desde los tres años saben cómo cultivar hongos con la borra del café de su mamá”, se ufana para respaldar la funcionalidad de una cultura ambientalista desde la infancia.
De acuerdo con este políglota —habla siete idiomas fluidos, entre ellos el español— graduado de Economía y con una maestría en Administración y Dirección de Empresas, además de un doctorado honorario en diseño sistemático del Instituto Politécnico de Turín, Italia, su propuesta cancela la violencia armada para conseguir un cambio en el estado de cosas de las comunidades.
“No somos los Che Guevara con balas y armas, vamos a hacer el cambio con la comida, con la bebida que generamos, porque la única manera de que el pueblo te acepte es con resultados. Y por eso me puse a trabajar en la periferia del mundo”, explica en medio de grandes gesticulaciones y la mirada pensativa del artista cubano Wilfredo Prieto, sentado a su diestra.
El Vichada, su mayor éxito
El mayor éxito de su carrera por una economía circular lo obtuvo en uno de los territorios más peligrosos del mundo: Colombia. Allí perfeccionó, además, su español con acento del país cafetero.
En 1984, Pauli fue invitado a una zona conocida como El Vichada, en el departamento homónimo, surcado de pueblos indígenas —Sikuani, Piapoco, Piaroa, Puinave, Curripaco y Cubeo— que cohabitan con comunidades de colonos campesinos.
La zona había sido arrasada de bosques por los colonizadores españoles para expandir la ganadería en el siglo XVIII. Veinte millones de hectáreas fueron taladas.
En 1969, un italiano emigrante, Paulo Lugari, enamorado del lugar, se asentó en el paraje y en 1971 creó la Fundación Centro Experimental Las Gaviotas para ejercer la economía circular e invitó a Pauli para una misión que para muchos expertos parecía imposible: regenerar el bosque tropical húmedo.
“Cuando me dicen que es imposible me interesa hacerlo. La buena noticia es que hoy tenemos el bosque tropical húmedo regenerado. Es uno de los mayores proyectos de regeneración de biodiversidad en el mundo hoy día”, proclama ufano el activista belga.
De acuerdo con Pauli, en la actualidad, igualmente, El Vichada es la única región en Colombia con pleno empleo, y “la única del país en que no hemos conocido homicidios en 42 años. Estamos hablando de una zona que estaba llena de drogas, guerrillas, paramilitares y todos los delincuentes”.
Vidas en peligro y hectáreas por un dólar
Lo que cuenta Pauli es novelesco. Y riesgoso, casi que fatal. Tuvo que pernoctar cada noche en un lugar diferente, inventar un sistema de gestión sin liderazgo, pues “cuando tienes un tienes un CEO viene el paramilitar o el guerrillero y lo mata y por eso la única manera de eliminar la matanza de los líderes, que siempre es un problema en Colombia, es no tener líderes”.
Para hacerse de la zona, inhóspita y baldía en casi su totalidad, pagaron un dólar por cada hectárea. “Mucho dinero por algo que no valía nada”. Gracias al bosque de pinos que lograron plantar, la comunidad gana ahora 4 mil 200 USD al año.
Cuando llegaron a la zona, el 75 % de la población sufría de problemas gastrointestinales. Al cabo de cuatro años, con la siembra de árboles que protegen la tierra del sol y que filtran el agua, lograron erradicar el flagelo.
“Prohibimos Coca Cola, Fanta, Pride, y entregamos a toda la comunidad 3 litros de agua potable al día, filtrada, del bosque, y la flora intestinal de los pobladores se restableció”, cuenta el propietario de “Porrima”, un barco de 36 metros de largo y 24 metros de ancho que navega mediante energía solar.
Un hospital cerrado por falta de… enfermos
En paralelo, decidieron que cada niño a los seis años recibiera para su cumple una bicicleta. “Construimos un hospital que es una joya arquitectónica. Después de 15 años tuvimos que cerrarlo por falta de enfermos. Eso para mí es desarrollo sostenible”, sostiene el empresario ecologista.
A los que sufrían accidentes los enviaban fuera de la comarca en avión privado, porque era más barato que mantener abierto el hospital solo para casos de urgencia.
Actualmente, son 200 personas las que viven en una región donde se trabaja con la naturaleza para autosostenerse, hacer empresas reciclables y vivir decentemente.
Es así que extraen de los árboles dos resinas llamadas colofonia y trementina, que son utilizadas para la elaboración de pintura; fabrican calentadores solares de agua, usados en edificios de centros residenciales, etanol vegetal de palma, sistemas de aire para extracción de agua y hasta casas bioclimáticas.
“La mayoría no cree esta historia de desarrollo local. Yo soy una persona incapaz de ver un problema, porque en cada problema hay una solución”, manifiesta convencido y agrega: “Nunca pido permiso para hacer lo que hago, porque si lo hago lo más probable es que me lo nieguen. Si me equivoco, pues entonces pido disculpas”, explica sin sonrojo.
Una conversación tripartita y el mercado que se vaya al…carajo!
Yociel Marrero mantiene una comunicación fluida con Gunter Pauli. Se conocieron personalmente en 2019 en Alemania, durante un evento propositivo de proyectos ambientales. Antes, Marrero había leído y releído Economía Azul, libro de Gunter.
El carácter jovial y caribeño de este ingeniero ambiental y director del Programa de Economía y Consumo Responsable de la Fundación Antonio Núñez Jiménez ha hecho buenas migas con el científico belga, muy a gusto con las chanzas del cubano.
Luego de la charla con los emprendedores, el doctor Marrero, desde la ciudad estadounidense de Tampa, había fraguado con Amanda Triana, coordinadora del Programa de Economía y Consumo Responsable de la Fundación un “secuestro” amigable para sostener una entrevista a cuatro manos con Pauli en una de las oficinas del Centro de Arte Internacional de La Habana.
Yociel fue el primero en abrir fuego: “¿Cómo ves la posibilidad de poder conectar el sistema financiero mundial y la relación de la producción justa, la producción bajo los términos de la economía verde con mecanismos y sistemas financieros apropiados? Una de mis preocupaciones es cómo Cuba y el Caribe pueden producir socioeconómicamente bien lidiando con los mercados financieros al uso.
Pauli: Si hablas de finanzas, hablas de riesgo, y lo que la gente tiene que aprender es a manejar riesgo. Como la disrupción absoluta que se practica en los países no te permite tener una claridad sobre el riesgo, es por eso que no todas las iniciativas que se hagan tienen que responder a las demandas del mercado. ¡A mí me importa un carajo el mercado!, lo que me importa es responder a las necesidades básicas de todo el mundo. Este es el riesgo fundamental que tiene una sociedad, y si no lo enfrenta con éxito el colapso estará en camino. El colapso es la crisis, la crisis es el riesgo y el riesgo es la antítesis del mercado financiero.
Yociel: Pero de todas maneras sería posible, en ese mismo análisis de riesgo, crear nuevos mecanismos o un nuevo sistema financiero que responda a la producción y al consumo sostenible para que el desarrollo de una economía azul pueda tener mayor alcance.
Pauli: La banca trabaja con una lógica que se llama cashflow, (flujo de caja) que mide el volumen de dinero que eres capaz de generar con la plata prestada o con la iniciativa nueva. Yo no quiero hablar de cashflow. Nosotros necesitamos un sistema financiero donde hablemos en primer lugar del valor que tú estás generando, valor no es clashflow. El valor es el factor que me genera resiliencia, estabilidad y un ingreso regular durante el tiempo. Primero valor, segundo riesgo, tercero cashflow, y lo que hemos hecho hasta hoy es convertir al cashflow en rey, y el dinero que entra cada día, semana o mes es lo que está dominando todo; no debería ser así.
En la conferencia que di en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) me dijeron que ya hay aproximaciones para que Cuba pueda acceder a préstamos de organismos multilaterales y yo dije: por qué, por favor, sabemos que todos los países que se han integrado a este sistema de préstamos hoy en día son países quebrados.
Yociel: Estoy de acuerdo. Todo país que ha hecho tal cosa se ha vuelto un caos. Y eso es un buen ejemplo de cómo demostrarle a los gobiernos que no tienen que aceptar esos préstamos de las organizaciones financieras internacionales.
Pauli: Porque tú no necesitas el préstamo, lo que necesitas es generar valor, que es apreciado por el ciudadano. Te pongo el ejemplo del proyecto “Gaviotas”. Logramos obtener agua limpia y ofrecerla gratis y erradicamos problemas gastrointestinales en toda una población, todo lo cual es un valor inmenso para la sociedad. Si pides un préstamo, tendrás que cobrar el agua, que es un bien común, para luego pagarlo con intereses.
Consejos ante una situación desesperada
Ud. le decía a su colega que está en desacuerdo con préstamos para Cuba de entidades como el FMI o el Banco Mundial, pero es que Cuba es un país quebrado, que respira por la cuenta corriente. Vive, o más bien, sobrevive al día. En el caso de la energía, el país amanece con una mitad apagada, remienda diariamente calderas decrépitas y tiene un programa fotovoltaico en desarrollo y respaldado por China que aún es una promesa. ¿Qué le aconsejaría a las autoridades cubanas si lo contrataran como asesor?
Les aconsejaría que me informaran del presupuesto que se destina a los gastos de petróleo hoy, para poder hacer funcionar las calderas y poder tener electricidad.
Con ese dinero hago una transición energética que no duraría más de una década. Si hay 4 mil millones de dólares disponibles al año, quiere decir que la transición energética de Cuba tiene un presupuesto de 40 mil millones. Y podrá hacerse con tecnologías que son mucho más rápidas de implementar, por eso tendría que instalar mil cometas.
¡Cometas, Cuba necesita cometas!
SkySails, una de las empresas bajo la supervisión de Pauli, desarrolla y comercializa un sistema capaz de generar energía eólica utilizando cometas que se despliegan a una determinada altura.
“En 30 minutos está instalado y hace uso de técnicas de inteligencia artificial para adaptarse a las condiciones del entorno o detectar algún riesgo,” explica el economista y empresario.
De acuerdo con Pauli, Cuba está en un momento ideal para hacer un salto hacia adelante en materia energética, porque la solución no es fotovoltaica, o molino, petróleo, o gas.
Las cometas ascienden entre 200 y 300 metros y, una vez arriba, la corriente de aire es permanente, no hay períodos de calma.
“Por eso hoy día tenemos cometas de 40 metros cuadrados que suben a 250 metros y nos dan 150 kilovatios para siempre. Ahora tenemos cometas de 160 metros cuadrados que producen 1,5 megavatios. Esta oscilación por el viento es lo que genera electricidad. Con mil cometas tienen resuelto el problema. Cuba será el país de los cometas. Si hay mal tiempo, se bajan. No quiero tener baterías, porque eso es minería extractiva que destruye a la Tierra. No aconsejo desplegar sistemas fotovoltaicos que luego requieren de almacenamiento de energía”.
Yociel, quien escucha atentamente, no pierde tiempo y aprovecha la oportunidad para preguntar a Pauli qué características debería tener un proyecto piloto en una pequeña población de Cuba para producir alimentos y comercializarlos bajo los términos de la economía azul.
“La financiación vendría de sustituir el petróleo por otra fuente energética con el presupuesto que existe hoy para este combustible fósil. Lo que sugeriría es que la candidata sea una isla en Cuba donde vivan 5 mil personas; se convertiría en la primera isla del Caribe autosuficiente en energía y en agua. Mi única condición sería que nos dejaran producir energía y agua en abundancia, porque si tienes agua desalinizada tienes agricultura permanente”.
Yociel toma la iniciativa. Es un negociador con garra y sentido de la oportunidad. “El año que viene vas a venir al festival Isla Verde. Te vamos a invitar. En algún sector de la Isla de la Juventud podemos implementar algo como eso”, esboza.
“Pues dénme una población de 5 mil habitantes y ponemos dos cometas. Vamos a comprobar que esa región va a tener agua y electricidad infinitas”, responde Pauli.
Yociel pisa el acelerador. “Pues en abril, mira a ver dónde y con qué dinero compramos un cometa para que lo traigas a Cuba”.
Pauli lo frena, pero le da esperanzas. “Ya tenemos las ventas llenas, pero lo preparamos. Estamos trabajando con China y con Taiwán para asegurar un gran volumen de cometas. Cuando tienes un molino de viento, tienes 2 mil toneladas de estructura. En cambio, cuando tienes un cometa tienes 26 toneladas. Nos enfocamos en buscar alternativas que nos permitan la desmaterialización del mismo volumen de energía”.
Cambios. ¿Anecdóticos o radicales?
En la charla usted habló de Colombia, un modelo de país atravesado por violencias de todo tipo desde 1948 hasta hoy. Un laboratorio infernal, en dos palabras.
Si quieres estrés en Colombia lo tienes.
Y relató experiencias puntuales en que lograron emancipar de la pobreza y de flagelos históricos a poblaciones campesinas. Me preguntaba si esta municipalización de las opciones, puede, por acumulación, generar cambios estructurales a nivel de país o se queda limitado para siempre a ser una anécdota…
47 municipios en Colombia son más que una anécdota, pero no representan el cambio del país tampoco. Es decir, que es incipiente como concepto, pero con resultados muy tangibles, y al final la política cambia con la realización de cambios posibles. El cambio es real y es rápido. Como decía, no es una revolución con armas y balas, no es una guerra clásica, pero es una movilización con los recursos disponibles para hacer mejor un territorio, una comunidad, y este es realmente el mensaje clave. Si después habrá un cambio político federal o nacional, a mí no me importa, esta es una decisión de la población y de los políticos. Yo me enfoco en el corto plazo, en la erradicación de la pobreza, pero no tengo como objetivo cambiar la constitución de Colombia.
Un pragmático llamado Gunter no pide permiso
Usted también hablaba de experiencias en Zimbabue o China, con gobiernos con mano dura. ¿Eso es una condición para el éxito de sus programas o una ventaja comparativa que Ud. aprovecha?
Yo tengo un sentido pragmático de la situación y donde me dejan hacer el cambio en el campo, donde me permiten, lo hago.
No se impone…
Bueno, yo no pido permiso. En el caso de Indonesia, tuve el aval de los ministros de Ambiente y de Agricultura. Ellos conocen mis intenciones, que no están interesadas en generar problemas. Mi intención es generar valor agregado y sacar a la población adelante. No estoy para juzgar un gobierno, estoy para asegurar que haya un desarrollo sostenible.
El peso del embargo
En el caso de Cuba, se agrega que hay una madeja de sanciones de Estados Unidos que por más de seis décadas han sido un peso que ha gravitado y modificado el devenir cubano. ¿Cómo Ud. percibe el embargo? ¿Sería un impedimento insuperable para concretar iniciativas como la suya, por ejemplo?
El objeto no es luchar contra el embargo, aunque les deseo mucho éxito en ese embate. El objetivo es que podemos cambiar la realidad de la vida de la gente que padece hambre, que no tienen agua, ni energía, o simplemente un techo. Y no solo en la periferia. Hoy en día, si vas al centro de Tokio, verás los miles de desplazados en la estación de trenes de la ciudad y pensarás: “este no es el Tokio que veo en las películas”. Si viajas a Taiwán el panorama es muy similar en su estación de trenes. Nosotros tenemos que responder a las necesidades de todos. Europa está viviendo un gran estrés migratorio, porque mucha gente joven en África no piensa que hay un futuro allí y lo busca en Europa. Por eso yo me pongo fuera del debate político. Mucha gente quiere imponer sus dogmas sobre la realidad a todos los demás y esta es la razón por la cual hay algunos que están hablando de una tercera guerra mundial, porque no hay ningún dialogo.
A Ud. se le conoce internacionalmente por su libro sobre “economía azul”. Hay muchos colores para los tipos de economía. Para Cuba, ¿qué combinación de colores vendría bien?
Mira, la economía verde es un engaño, porque todo es para los ricos, porque los que podrían permitirse pagar más por la naturaleza, tampoco lo hacen. Hay un refrán en el mercadeo que dice: “los pobres necesitan los productos baratos, a los ricos les encanta”. Es decir, no vamos a tener una transición energética, ecológica, ni ética en el mercado, no vamos a tener una transición de ningún tipo, si lo que exigimos es que el producto sea más costoso. Es decir, con estas realidades hay necesidad de tener flexibilidad, porque hay mucho dogmatismo y falta de diálogo.
Ni optimista, ni pesimista e inmune a las estadísticas
Es usted un optimista a prueba de malas noticias…
No, lo que pasa es que estamos en la Tierra y aquí la perfección no existe. El bien 100 % no existe, y el mal 100 % tampoco. Esos valores solo se consiguen en el cielo y en el infierno, respectivamente. Así que yo acepto la imperfección, y en ella siempre podemos encontrar una luz positiva. Si yo solo vivo la crisis como un hecho absoluto, ¿cuál es mi futuro? Ninguno. Por eso lo bueno y lo malo forman parte de la realidad de hoy y de todos los tiempos, y por eso cuando hay algo negativo, yo busco lo positivo. Esto no me hace es ser optimista, ni pesimista, sino realista. Para sobrevivir tienes que encontrar lo positivo.
Se habla de crisis civilizatoria, de que aunque se cumplan los términos del Acuerdo de París, las temperaturas subirán más allá de 1,5 grados, de que ya es demasiado tarde para frenar el apocalipsis climático. ¿Hay opciones?
Yo no puedo hablar por otros. Cuando leí el primer reporte del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) del año 1986, decía que íbamos a tener un cambio climático profundo. Y por eso decidí cambiar el diseño de mi próxima fabrica para las cero emisiones. Y lo hice. A mí no me matan las estadísticas. Con las estadísticas se puede comprobar lo que quieres que se compruebe.
Voluntad de servicio. Mentores
¿De dónde le viene a Ud. su interés por conciliar una salida para los problemas? ¿Dónde comenzó esa voluntad de servicio?
Empezó siendo yo un joven estudiante, cuando leí el informe del Club de Roma que decía en el 72 que estábamos jodidos y por eso me dije “este no es mi futuro, el futuro que predice un modelo matemático”.
Me contaba que en su juventud enfrentó y manejó estos desafíos. ¿Con quién lo aprendió? ¿Fue por sí mismo?
Tuve mentores. Los mentores son las personas más importantes en la vida.
¿Se los buscó usted o le cayeron del cielo?
Los busqué. Primero el fundador del Club de Roma, Aurelio Peccei. Lo busqué y lo contacté. Siempre estuve buscando quiénes eran los personajes que podían ayudarme a realmente ponerle carne al hueso. En cada presentación que hago con pantalla, muestro unos 20 o 30 mentores que he tenido en la vida. Cada fábula que he escrito para niños tiene un mentor.
Usted es una suerte de La Fontaine contemporáneo. ¿Le disgusta que le diga eso?
¿No, por qué? Lo que se necesita al final del día es buscar una forma de comunicar. Mis 365 fábulas están en todos los colegios de China. El Partido Comunista chino votó a favor de mis fábulas y he pasado por todos los controles. Soy hoy en día, mediante una votación en Alibaba, el séptimo profesor más histórico de China por haber inspirado a los niños a convertirse en emprendedores del bien común.
Futuro, paternidad y superación de crisis familiar
¿Hay futuro?
Si es para todos, y no solo para los ricos, entonces habrá futuro.
Usted es padre de seis hijos. ¿Cómo pudo conciliar esa responsabilidad con sus numerosos proyectos? ¿Fue una paternidad con horas extras?
Pues porque yo me reservo el tiempo necesario para pasar un tiempo muy intenso y muy especial con cada hijo mío. Dedico mucho tiempo a los hijos en exclusiva y puedo hacerlo porque soy mi propio jefe. La mitad de mi tiempo lo reservo a la educación de los niños, con experiencias que van a recordar por el resto de sus vidas.
Sus padres le inculcaron ese amor por los niños…
Mi padre fue un desastre. Mi madre no, pero mi papá salió de la familia, nos dejó y actuó como un clásico macho. No asumió ninguna responsabilidad por mí, y ¡qué suerte!. Gracias a ese hecho, yo tuve la oportunidad de asumir la responsabilidad de la familia, y un día, 20 años después de que saliera de casa, lo busqué y le dije: “tú fuiste un cabrón terrible, pero te agradezco, porque me diste la oportunidad de cuidar a la familia”. Aquello fue una crisis, pero busqué lo positivo dentro de ella.
Off the record
—¿Ha tenido problemas por su activismo?
—Tengo dos advertencias de muerte.
—¿En Colombia?
—No. Una en Francia y otra en Suiza. Están escritas. Son serias.
—Oh, en el “jardín de Borell”. ¿No tiene temor?
—No. Siempre voy por caminos diferentes…
—Lo verán como un aguafiestas de grandes negocios. Eso fabrica enemigos, ¿no?
Gunter no respondió. Solo sonrió y miró hacia el cielo para confirmar el inicio de la noche habanera. Regresaba a Europa al día siguiente, de madrugada, aunque él vive en Tokio hace más de treinta años. Allí creó la Fundación Zeri (Zero Emissions Research and Initiatives, con ayuda del gobierno japonés). Su hija, curadora de arte y participante en la XV Bienal de La Habana, lo había convencido de viajar a la isla, aunque fuera por 48 horas.
Suspiró, algo agotado, y nos dimos la mano. El taxi que lo llevaba al Yarini no tardó. Amanda, la chica de la Fundación Núñez Jiménez que hacía de cicerone, le prometió un café en su casa a manera de recompensa energética. Donde fuese, él estaba loco por tomarse un mojito.
Si desean el contacto para alguna propuesta o consulta que estimen lo pueda provocar, pueden escribirle a: pauli@zeri.org.