Karen, su hija, me hizo saber que Juan había muerto. Fue un mensaje demoledor. Todos los fríos se abrieron de golpe y la sensación de orfandad se hizo enorme y persistente. Un hombre tremendo, un amigo entrañable, un imprescindible de esos que de verdad lo son, no estaría más físicamente.
Juan era, a un tiempo, ilustración infinita y humildad bien probada. Era un cubanazo, un sabio en toda rareza, un conversador de lujo. Era humor e ironía finísimos, palabra en toda categoría, lecturas sin límites y sin dogmas. Era un tipo lealmente crítico con el proyecto de justicia y dignidad traído por la Revolución cubana, toda ella. Desde la sala de su casa en Pogolotti, donde se lo honró como Hijo Ilustre, hasta un salón de la UNEAC, donde además fue secretario general de un núcleo del PCC, Valdés Paz era una reserva moral del ser revolucionario.
Fue un hombre de ciencia, estudioso como esos que escudriñan hasta la razón última. Su laboriosidad despertaba asombro, admiración y empuje. Juan apreciaba el talento, pero mucho más el empeño y la decencia, la decencia de quien hace política desde lo que escribe y escribe desde la política que hace. Tenía un finísimo sentido de lo ético, como opción y como conducta.
Tras su muerte, el 26 de octubre de 2021, un cortejo enorme de amigas y amigos muy allegados, de gente conocida y cercana, de personas menos cercanas a él pero sí a su hacer, aparecía sin cesar por los cuatro puntos cardinales. Fueron muchas las remembranzas sobre Juan, su risa y su voz que hacían vibrar la vida de cualquiera. Era el Juan que leía con milimétrico respeto cada borrador que llegaba a sus manos; conocido por hacer notas al margen tan extensas como los textos mismos que revisaba.
Valdés Paz atesoraba una de las bibliotecas privadas más abundantes, exhaustivas y diversas de Cuba. Era su taller para enmendar ignorancias y un lugar para servir al rigor de un buen argumento. Tenía una delicadeza extraña para dar libros o prestarlos. Su ilustración abrumadora era un dispositivo de alta sensibilidad que le permitía colocar en cada mano la lectura impostergable: a cada quien según su preocupación intelectual.
Juan se movía con magisterio insustituible entre el rigor de la academia, sus lógicas expositivas y sus cuerpos categoriales, de un lado; y el discurso movilizador, convincente y testimonial, del otro. Era un comunicador irrepetible, aun en esas ocasiones en que hablaba cerca de cuatro horas. Hablaba en tesis, escribía en tesis, era un gran afirmador. Su convicción era tremenda. Sus notas para conferencias o conversatorios eran un interminable punteo que podía abrir a otras lógicas y argumentos. Notas que no tenían más fin que provocar al pensamiento sin fin.
El viejo Juan fue cercano a todas las generaciones que lo circundaron. Era cercano a todas las edades intelectuales cubanas. Desde ellas recibió respecto y reconocimiento enormes. Fue una suerte de puente en muchas direcciones. Puente de ideas y de gente que las cultivaba. Su calibre intelectual dentro de la historia del pensamiento social cubano es rotundo. Él es una muestra palmaria de que ser intelectual es una opción política, sí o sí, y la suya lo fue de aquella política, de aquella ciencia, de aquel saber que nutriera la justicia y la dignidad.
Voces Cubanas: Del socialismo de Estado a la República socialista
Dentro de su caudal, Juan fue un consumidor casi compulsivo del cine musical estadounidense de mediados del siglo XX. Un consumidor insaciable de toda la literatura posible. Tenía una memoria prodigiosa para evocar los versos más impensados en los contextos más inusitados. Cuando se le mencionaba un autor o autora equis, como un gran hallazgo, él respondía citando sus libros más conocidos, incluso sugería el orden para que fueran leídos.
La sociología, la cuestión agraria, la institucionalidad política, la historia en general, y la historia de las ideas en particular, los métodos para análisis de contexto son ámbitos del saber en los que la obra de Juan Valdés Paz no puede ser obviada. Uno de sus focos de última reflexión fue el socialismo; para ser más exacto, los socialismos. Hizo una clara distinción entre el socialismo real y el socialismo republicano. Habló en extenso de los escenarios y tendencias políticas en Cuba, de los anclajes y desafíos de la experiencia revolucionaria de la Isla.
Juan es un imprescindible para conjugar temas diversos al interior de las Ciencias Sociales cubanas. Su singular mirada holística, su lectura impresionante del conjunto difícilmente podrá replicarse por una sola persona. Su trascendencia lo es, además, en la comunión y cooperación necesarias para producir pensamiento social.
Juan Valdés Paz fue de esos rarísimos intelectuales de renombre que no hablaban mal de otros intelectuales, reconocidos o bisoños. El Juan que conocí, ese que no hablaba mal de la gente, era, sin embargo, lapidario en sus sentencias, sobre todo ante la indecencia ética e intelectual de algunas y algunos. Pero su actitud primera era creer, confiar, observar, comprender.
El tiempo pasa, un año no es poca cosa cuando de extrañar al viejo Juan se trata. Se hace infinitamente grande cuando no dejas de descubrir lo mucho de Juan que no alcanzaste a ver en vida. El hombre sobrio, preciso y corajudo, sabio y dispuesto, el hombre digno en las derrotas o en las injusticias.
Juan, el viejo Juan, fue más que todo un hombre bueno. Fue un tipo tierno, sensible, un hombre de esos que viven para servir y sirven para vivir. Un amigo hermoso, preocupado y ocupado. Juan era un cultor de la lealtad, de la amistad más virtuosa que pueda ser imaginada. Era el Juan de la libretica pequeña donde anotaba el teléfono de gente querida a la que no dejó de llamar.
Juan era un montón de mundos en su voz de trueno, en sus ocurrencias a flor de labio, en su paso firme, en sus cuentos del camino. Sus ojos azules y pícaros eran la ventana a un océano de bondad, a una luz tremenda que no es posible desterrar de la memoria, a unos derroteros de vida amplísimos y sencillos. Juan, el viejo Juan, es otro misterio que nos acompaña, es un delicado aldabonazo en el alma cuando nos perdemos del camino.