Escuché a Lela defender a su padre cuando yo era apenas un adolescente. Fue en la terraza de mi casa, mi madre sentada en un balance, Lela en otro, y yo de cerca escuchando la conversación. Aquella tarde supe de dos hombres enfrentados en el año 1951: Aureliano Sánchez Arango, ministro de Educación y Eduardo Chibás senador de la República. Hoy, setenta y dos años más tarde, aquel enfrentamiento sigue provocando polémica; gracias a Lela Sánchez, que cuestiona la veracidad de las acusaciones de Chibás y asegura la honestidad de Aureliano, su padre. Chibás es un héroe de la historia de la Revolución cubana. Fidel Castro lo cataloga como su líder asegurando que “sin la prédica de Eduardo Chibas… el 26 de Julio no habría sido posible”. Sánchez Arango salió de Cuba y murió exiliado en Miami. Es un intento excepcional, único tal vez, de revisar la historia revolucionaria de Cuba.
El relato es apasionante: dos políticos, aspirantes en ciernes a la presidencia de Cuba, se enfrentan en un despiadado duelo público. Año 1951. Uno de ellos, Chibás, acusa en su escuchadísimo programa de radio en CMQ, a Sánchez Arango de robarse los fondos de la merienda escolar para construirse unas propiedades en Guatemala. Chibás repite, implacable, sus acusaciones: afirma que tiene las pruebas del delito en su maletín de trabajo. Sánchez Arango lo reta a debatir el tema y se presenta a un debate público al que Chibás decide no asistir. La opinión popular se vuelve contra Chibás, “¿por qué no muestra las pruebas?”. Sánchez Arango le ha insistido a Chibás: “Muestra las pruebas”. Todo termina el día 5 de agosto de 1951 cuando Chibás, avergonzado por el rechazo público y posiblemente en medio de una crisis emocional, se dispara en el bajo vientre. Fallece once días más tarde.
Lela Sánchez acaba de revivir el tema al mandar una carta de protesta a Alfonso Noya Martínez, presidente del ICRT, por un reportaje televisado sobre el aniversario de la muerte de Eduardo Chibás. Sánchez se queja porque “No es admisible aceptar que una periodista se tome la atribución de publicar un acontecimiento con un enfoque errado de la realidad histórica y mucho menos admisible que se lo publiquen sin haber revisado previamente la veracidad de lo que pretende publicar.”
Tengo una mala noticia para mi admirada Lela, los periodistas no son jueces de la historia sino simples cronistas de una realidad, a menudo manchada por las versiones del poder. Además, ¿dónde podría haber revisado la periodista, Arlen García Rosales, la veracidad de sus datos? ¿En La Mentira Infinita, tu libro sobre el tema cuya publicación no fue autorizada en Cuba? ¿En el Debate sobre la polémica Aureliano vs Chibás del 4 de julio de 2013 en los salones de la UNEAC, visto por 2416 personas en 9 años, donde no hubo polémica ni conclusión sobre lo sucedido, sino más bien un civilizado discursar de opiniones opuestas y al final un discreto tapabocas revolucionario? Todos los participantes en dicho encuentro y otros que no estuvieron, respetan a Lela por defender a su padre, Aureliano Sánchez Arango, de pasado comunista, frente a Eduardo Chibás, declarado anticomunista en vida. Y admiten que “Aureliano no era un ladrón”. Pero la innegable influencia de Chibás —maleta y documentación probatoria aparte— en la realidad de la Revolución sellan la polémica ante la posteridad. “Un error, no puede manchar la figura de un héroe”, dicen y es cierto. Aunque Lela tampoco lo pretende, sino que se aclare pública y oficialmente, que su padre no fue un ladrón, y que un héroe revolucionario —sin dejar de serlo— lo acusó amparándose en una útil mentira. Ardua tarea.
Pero la disputa, en esencia, trasciende implícitamente la labor de aclarar ese hecho histórico. Cada vez más la Historia se enturbia en su búsqueda de una verdad “objetiva”. Se nos asegura que es inexistente, inalcanzable y sólo definible mediante las diferentes narrativas político-ideológicas. Basadas en el concepto de la “posverdad”, donde los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales. La subjetividad triunfa sobre la objetividad. George Washington, Tomas Jefferson, Lincoln y muchos más son retados actualmente en Estados Unidos en su dimensión moral y patriótica por los relativistas históricos que se apoyan en la conveniencia de un resultado político.
Eppur si muove
“Pero se mueve” dijo Galileo ante el tribunal de la Inquisición.1 La verdad objetiva existe, a pesar de que a menudo resulte elusiva por intereses ajenos. Y existen muchos hechos en la reciente y no tan reciente narrativa oficial cubana que precisan de un examen histórico real. Newton Briones Montoto lo mencionó en la citada reunión en la UNEAC, aquel cuatro de julio de 2013: “Cuantas historias mal contadas existen”, dijo.
Por mi provinciano amor por Cuba, y tal vez por ser también un poco cursi, siempre recuerdo entusiasmado aquella hermosa, aunque cada vez menos vigente frase de José de la Luz y Caballero: “Solo la verdad nos pondrá la toga viril.”
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Nota:
1 La frase aboga contra la posibilidad de la veracidad histórica, dando cierta razón a los relativistas. La popular frase es sólo atribuida a Galileo. Posiblemente nunca la mencionó.