Desde pequeño el parque Aldama me resulta un espacio habitual. Situado en el palacio de igual nombre que hace esquina en el entorno del Parque de la Fraternidad habanero, zona limítrofe entre los municipios de Centro Habana y La Habana Vieja, el Aldama es un lugar sobrecogedor que se mantiene cerrado a la mayoría de las personas, pero no a la vida en sí.
Tras sus imponentes rejas el lugar deviene entorno ideal para la vegetación y el hábitat de diferentes especies animales; como podría serlo también para el descanso de las personas si no fuese por esa solemnidad que siempre ha tenido, manteniéndose incólume del maltrato inminente que lo acecharía en caso de abrir sus puertas a quienes aun no toman conciencia del cuidado de estos espacios públicos.
Allí, junto con los árboles y cuidadores del parque, han convivido durante años perros y gatos callejeros, más estos últimos desde hace algún tiempo, que tratan de subsistir en el áspero entorno citadino que circunda el parque. Estos callejeros sobreviven con la ayuda (o no) de vecinos del lugar y responsables de la protección animal de sus alrededores, sobre todo aquellos pertenecientes a la Oficina del Historiador de la Ciudad. En la actualidad, el Parque ha llegado a conformar una colonia protegida para el cuidado de más de 50 gatos que habitan el sitio.
Gabriela y Annalie son dos jóvenes a quienes une el amor y el sentido de protección hacia los indefensos animales que deambulan por las calles de La Habana, coincidiendo primero como voluntarias del grupo Bienestar Animal en Cuba (BAC) y luego, a partir de las denuncias de gatos abandonados en el Parque Aldama, decidieron encargarse de esta colonia, que suma ya más de medio centenar de animales.
“Creo que en el momento cero donde nos vimos con animales bajo nuestra responsabilidad exclusiva, fue cuando descubrimos que necesitábamos incorporar a más personas precisamente porque el tiempo no nos alcanzaba”, comenta Gabriela sobre los inicios del proyecto, cuando eran 12 miembros integrando un grupo de WhatsApp, en el cual han logrado sumar a más de 70 personas.
“Desde un inicio siempre hemos intentado cubrir todas las necesidades de los gatos en el Parque y desde el instante en que te vuelves responsable de todos los gatos que a diario botan aquí, tanto recién nacidos como medianos o grandes, te sientes bajo esa presión de que necesitas encontrar tiempo para poder socorrerlos, en cualquier situación”, precisa la joven.
Por su parte Annalie nos dice que “la defensa de los animales es algo con lo que naces, lo llevas toda la vida. Ahora con el tema de las redes sociales digamos que lo que ha hecho es beneficiar a muchas personas, que se conozcan en un grupo y que de esta manera podamos hacer alianzas para ayudar en la protección”.
“Desde pequeña ayudo a los animales. Cada vez que veía un gatito o un perrito por las calles los recogía, les buscaba casa. Cuando llega internet a Cuba empiezo a ver que habían grupos nacionales; de hecho no sabía ni que existían grupos de protección animal a los cuales me empecé a unir. Fui conociendo a varias personas y hasta que un día coincidí con una de las muchachas, Gabriela, que también vivía cerca de mi casa y así comenzamos el tema de atender a la colonia del Aldama”.
Annalie tiene ese halo maternal cuando atiende a los gatos; desborda ese instinto sobreprotector hacia ellos como lo hace con sus hijos, con una tendencia a malcriar a sus “hijos gatunos” en lugar de priorizar el regaño. Gabriela es más impetuosa con los pequeños, aunque siempre con la dulzura que le permite la inocencia de la edad.
Ambas dedican parte de su tiempo y vida a la colonia del Parque Aldama; eso se ha vuelto parte de sus tareas diarias; como ellas mismas dicen: “siempre con el apoyo de otros voluntarios, amigos y la familia”.
G: “Por suerte, y creo que puedo hablar en nombre de las administradoras del grupo, nos han apoyado bastante. Es una locura alimentar a más de 50 animales diarios más de una vez al día y además correr con ellos a ver veterinarios, comprar periódicos, comida…para cualquier cosa, cualquier situación que se presente”.
A: “El tema de la familia siempre es complicado. En mi caso soy casada, tengo hijos, un trabajo, aunque mi familia me apoya bastante, no puedo decirte lo contrario; lo mismo cuando tengo que transportar algún gatico al veterinario o cuando he tenido que quedarme con uno temporal que entra enfermito y ponerle un tratamiento porque, desgraciadamente, el Parque no tiene las mejores condiciones”.
“A pesar de que lo hemos ido condicionando [al Parque] para ellos, están al aire libre, no tenemos manera de controlarlos a todos dentro del recinto. Hemos tenido experiencias un poco complicada con ellos, entonces es complejo equilibrar el tiempo que dedicas a la protección, a la familia y al trabajo”.
G: “Utilizamos mucho los estados de WhatsApp e Instagram, son las redes por las que más nos movemos, tratamos de etiquetar a las personas para mobilizarlas por la causa e intentar ganas mayor número de seguidores, precisamente para que se dé la información a la mayor cantidad de personas posible y encontrar soluciones rápido. En caso de alguna emergencia alertamos en posts desde las redes, para avisar de cualquier operación de urgencia o para cualquier otro tipo de donación que necesitemos; tanto de medicamentos como trapitos, pozuelos para las comidas, cualquier cosa que nos sirva para el proyecto; incluso tenemos una tarjeta en el grupo donde las personas pueden transferir dinero en estos casos”.
A: “Pienso que [el cuidado y protección animal] es algo antes que nada de concientización; se trata de que las personas entiendan que lo que estás haciendo no es un hobby o que te dedicas a eso porque te sobre el tiempo, sino que es genuino; sacas el tiempo de donde no tienes para atenderlos a ellos porque realmente creemos y consideramos que lo merecen. En el parque la dinámica es una locura, pero ese a la prisa por tener todo listo a tiempo, las muchachas logran organizarse para tener el espacio lo más adecuado posible, pues aunque cuentan con una red de voluntarios, no todos pueden comprometerse a tiempo completo para el cuidado de los animales”.
Normalmente, cuenta Gabriela a OnCuba, “entre las 9:00 a.m. y 9:30 a.m. se les lleva el desayuno a los animales y en este momento del día se tiene que limpiar la guardería de todos los pequeñitos; los alimentamos y los atendemos tanto con medicamentos o con otro tratamiento para higienizar la guardería entera; se les cambia el aserrín, se limpian las casitas, etc”.
“En el caso de los pequeñitos —aclara Annalie— se les da desayuno porque normalmente deberían comer cada tres o cuatro horas; desafortunadamente con los horarios que tenemos en el parque no podemos hacerlo con esa frecuencia ideal y entonces tratamos de ofrecerles al menos un desayuno. En el caso de que el animalito necesite cuidado temporal, vemos en el grupo quién se lo puede llevar para aplicarle tratamiento más exigente. Siempre en ese primer momento que se va al Parque se hace un recorrido para ver si hay algún gatico pequeño abandonado”.
“Sobre el mediodía se les da el almuerzo generalizado, tanto para guardería como para los gatos grandes; en este momento se friegan todos los platos, se cambia el agua y hay un tercer momento del día en el que llevamos la comida, donde se vuelve a repetir lo mismo que en el almuerzo”, explica Gabriela.
Contado así, parece que las muchachas tienen todo bajo control, pero nada más lejos de la realidad. La situación económica que atraviesa el país complejiza aun más el cuidado de los animales, en especial el tema de la comida e insumos médicos.
Sin embargo, Annalie y Gabriela se las han arreglado para lograr cierto equilibrio: “Respecto a los insumos, los compramos prácticamente todo a sobreprecio o a través de donaciones. Para nada es un secreto que los medicamentos veterinarios, aparte de ser escasos, cuando los encuentras están disponibles a precios extremadamente elevados”, apunta Annalie. “No obstante, tenemos muchos veterinarios que colaboran con nosotros, a veces nos ayudan sin siquiera cobrarnos, principalmente porque saben que nosotros estamos apoyando una colonia, saben que no tenemos apoyo porque conocen el proyecto y eso nos ayuda mucho”, añade.
Las protectoras casi siempre organizan actividades como ferias de adopción responsables y ventas de garaje para recaudar fondos: “tratamos de recaudar 25 pesos (CUP) mensuales por cada integrante del grupo para cubrir los gastos de alimentación y veterinario, principalmente las esterilizaciones de los gatos adultos y los pequeñitos, que suelen estar con el sistema inmunológico muy deprimido y que incluso, pese a todo el esfuerzo, algunos lamentablemente no sobreviven”, señala Annalie.
Muchas veces las protectoras ponen el dinero de su bolsillo para poder hacer las guarderías y proteger a los recién nacidos, “no tenemos nadie que nos diga todos los meses el gasto específico que tendremos; el dinero muchas veces lo ponemos de nuestro bolsillo para comprar pallets, rejas para las guarderías o simplemente pescado, para el cual casi nunca tenemos suficientes fondos”, cuenta Annalie.
Por su parte Gabriela, precisa que aunque el Decreto-Ley de Bienestar Animal permite tener refugios legales, “ahora mismo esto [la colonia] no cataloga como tal, sino como Colonia Protegida porque a pesar de los esfuerzos no existen las condiciones adecuadas para que los animales vivan. Hay árboles, es al aire libre y los animales pueden recrearse, pero no tienen un lugar para cobijarse del frío y la lluvia, dependen únicamente de nosotros y no contamos con ningún tipo de ayuda estatal, todo se hace a través de los voluntarios”.
Lamentablemente, “el día de mañana nos dicen que tenemos que dejar el parque y nos vamos a volver locas” comenta la joven. “Esto [la protección] se vuelve tu día a día, se vuelve parte de tu horario habitual en tu plan de tareas. Es un sacrificio de tiempo y mano de obra humana que no tenemos”.
Para lograr una mejora sustancial del proyecto, las protectoras tienen pensado implementar un proyecto de desarrollo local en el Parque Aldama, aun en confección: “Tenemos muchas ideas” —dice Gabriela—, “pero todo por el momento se está manejando a puertas cerradas porque todavía se está elaborando la idea. No queremos que se pierda además el verde urbano que es otra estrategia que busca la Oficina del Historiador de la Ciudad y en lo cual podemos trabajar aquí”.
Y Annalie agrega: “Lo estamos escribiendo apoyándonos en varios aspectos que nos han ido indicando amistades, para ver en qué elementos nos podemos apoyar, qué es lo que podemos decir, qué no podemos decir. Hemos tenido varias reuniones en oficinas del Centro Histórico con encargados del Parque para que vayamos confeccionando el proyecto, que prácticamente es una tesis. Más allá de utilizar el Parque para la protección animal, queremos también darle uso como un proyecto de desarrollo local y poderlo afiliar con alguna escuela que quiera, por ejemplo, ofrecer algún círculo de interés sobre sobre Educación Cívica, sobre las plantas y demás seres vivos que habitan el Parque; podernos asociarnos con otros proyectos de La Habana Vieja”.
G: “Lo que te puedo decir acerca del proyecto de desarrollo local es que queremos mejorar las condiciones precisamente para que las personas y niños interactúen mucho más con los animales; para ayudar con la concientización, que ahora mismo es lo más importante”.
Vincular círculos de interés de escuelas, traer adultos mayores para que hagan ejercicios, fomentar un huerto con plantas medicinales, son algunas de las ideas que podrían verse materializadas en Aldama, un espacio lleno de vida donde, en palabras de las creadoras del proyecto, entrevistadas aquí: “las personas interactúen con la naturaleza y los animales, que dejen de verlo como un lugar donde abandonar gatos y ya”.
Una maravilla y humana labor. Lis animales merecen respeto y cuidados