La cubana Loypa Izaguirre, con su pequeño negocio en la Habana Vieja que ofrece ropa de diseño, cócteles y música, es ejemplo de la nueva generación de jóvenes emprendedores que está surgiendo en la Isla socialista pese a la crisis y la pandemia.
La joven, de 33 años, impulsa desde 2018 el taller de moda y cafetería Color Café, un espacio multidisciplinario y moderno instalado en un local de 1900 remodelado, un establecimiento que acaba de reabrir tras dos años de cierre forzado por las restricciones para contrarrestar la COVID-19.
“Todos los días hay un reto nuevo que te cambia la perspectiva y tienes que enfrentarlo”, asegura Izaguirre a EFE en una entrevista.
“No existe el No”
La joven, que se declara autodidacta, reconoce que los problemas “se nos sobran”, pero cree que hay que mantener la “vibra positiva” con la filosofía de que “no existe el no”.
Pese a la parálisis provocada por la pandemia, Izaguirre optó por no quedarse en casa. “No podíamos dejar de coser”, subraya.
Aunque se vio obligada a cerrar Color Café y faltaban materiales, buscó entre sus amistades telas, hilo, botones y otros materiales reciclables para confeccionar mascarillas y ropa.
Luego, cuando se pudo dar pasos hacia la normalidad, reabrió y llamó a sus empleados con un “empezamos de nuevo”.
La falta de algunos alimentos en su café-bar, fruto del desabastecimiento de productos básicos que sufre desde hace meses la economía cubana, fue subsanada con “una propuesta saludable que ha sido bien recibida por los clientes”.
Del exterior Izaguirre trajo tejidos y retales, que se han convertido en pequeñas carteras, bolsos y otros complementos del vestuario.
Faldas, blusas, vestidos y ropa que se ajusta a diversas tallas conforman la propuesta “cómoda y fresca” de esta empresa habanera, una de las más de 3600 micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) aprobadas en los últimos meses en el país.
El año pasado se volvieron a permitir las empresas privadas, prohibidas desde 1968, dentro de un paquete de reformas para reanimar la economía.
Izaguirre lamenta los precios altos en su tienda, pero explica que no dispone de la capacidad ni los recursos para elevar su producción.
“Los tejidos son caros, el taller es pequeño y tengo que pagar bien a mis empleados (15 en total) para que se sientan estimulados a trabajar cada día y se esfuercen para confeccionar las prendas con calidad”, resume.
Entre sus clientela hay mujeres extranjeras residentes en La Habana, aunque también frecuentan su tienda cubanas, a quienes trata de favorecer con “precios ajustados”, y se han sumado quienes buscan camisas de hombre confeccionadas “a medida”.
En sus diseños priman los colores blanco, rojo y el azul, los volantes, las faldas con movimiento, y las referencias estilísticas inspiradas en los años 40 y 50. Su apuesta se basa en “complacer a los clientes, que entiendan la importancia de venir a un taller y hacerse ropa”.
Su primera pasarela
Un ejemplo de su forma de afrontar los retos fue su primera pasarela individual, hace apenas unos días en La Habana, que no quedó ensombrecida pese a un monumental aguacero y los temores aún persistentes sobre la COVID-19 en espacios públicos.
“Todas las personas que trabajamos en ella nos conocíamos y estábamos dispuestas a que saliera el trabajo, a que esa pasarela se hiciera, totalmente inclusiva”, señala.
Su nueva colección, “Estaciones”, reúne 30 piezas con colorido, elegancia, estilo clásico, atrevimiento y mezcla de culturas, concebidas para mujeres de talla plus, de la tercera edad, niñas, que exhibieron modelos del tipo tradicional, de diversas razas y género.
La marca y su imagen
Izaguirre explica que en Cuba actualmente hay quienes se debaten entre quedarse en el país e intentar sacar allí adelante un proyecto y quienes optan por migrar.
“Mi decisión ha sido quedarme con la perspectiva de abrirme con mi estilo y toque cubano, tropical, con un diseño y un valor añadido que creo haría posible una proyección hacia el exterior, y lo intentaremos”, asegura.
Como parte de su identidad, la marca tiene un logotipo que asemeja una cafetera —“símbolo de cubanía”— pero realmente es la silueta idealizada de una mujer, explica esta emprendedora.
La joven se siente satisfecha con los resultados que está logrando. “Nos han aceptado, nos hemos posicionado, reconocen la calidad y el trabajo que estamos haciendo”, afirma.
El proyecto, añade, es “sustentable” porque está convencida de “encontrar siempre una solución” con “creatividad y capital humano”, aunque reconoce que quisiera contar con más recursos.
Su mirada es “al futuro” para dejar una huella: “Que la gente me recuerde como una muchacha que creó algo bonito y ese es mi sentimiento y lo que le pongo a lo que hago”.
Raquel Martori / EFE