En el contexto de la actualización del modelo económico en Cuba se concede prioridad como nunca antes al aumento de la productividad del trabajo y la eficiencia económica. Al mismo tiempo que no se asigna igual valor a aquellas otras ocupaciones que garantizan actividades de apoyo, ya sea como trabajo remunerado o dentro del trabajo doméstico y de cuidado: el no remunerado que se realiza en el hogar, principalmente, por las mujeres.
Con el inicio del período especial y la aguda disminución del producto interno bruto (PIB), el empleo de las mujeres decreció. Esa tendencia no se detuvo hasta finalizar la década del 90. Al comenzar el proceso de actualización del modelo económico, comenzó a decrecer otra vez el empleo femenino y las mujeres aparecieron en el sector no estatal o en las actividades no remuneradas del hogar.
Desde 2010, en correspondencia con las medidas en ejecución para disminuir de forma paulatina el personal ocupado en el sector estatal, la oportunidad de lograr autonomía económica, entendida como capacidad de generar ingresos y recursos propios, a partir del acceso al trabajo remunerado y en condiciones de equidad se aleja en el mediano plazo para las mujeres en edad laboral.
En Cuba de 2010 a 2013 salieron del empleo estatal casi 62 000 mujeres, mientras que los hombres disminuyeron solo 4 mil. Las ocupadas participaron en el empleo total de 2013 con el 37,4 por ciento, en tanto, las mujeres que se declararon buscando empleo se incrementaron en alrededor de 15 000 en el mismo lapso, para alcanzar una tasa de desocupación de 3,5 por ciento mayor que la de los hombres, aunque menor con relación al excedente del empleo estatal.
El proceso de reducción de plantillas infladas en el sector estatal se basa en la idoneidad demostrada y aunque las mujeres ocupadas en el trabajo remunerado se caracterizan por tener un nivel de instrucción superior a los hombres y, en correspondencia, son mayoría entre los técnicos y profesionales, están más vulnerables.
La fuerza laboral que se intenta disminuir en el ámbito estatal está más acentuada en el sector de los servicios de baja productividad, en el cual son mayoría las mujeres.
En 2011 y 2013 los mayores decrecimientos de las empleadas estuvieron en el sector de los servicios comunales, sociales y personales y la industria manufacturera respectivamente; por ocupación, en la categoría de servicio; por grupo de edad, entre las mayores de 55 años.
Otros procesos de carácter subjetivo también parecen incidir en que sean las mujeres las que más salgan de la ocupación. Se encuentra documentada en varias investigaciones que la decisión sobre quién y por qué es promovido a cargos de dirección, tiene un alto componente subjetivo, marcado por elementos propios de la cultura organizacional patriarcal que predomina en el país.
También puede ocurrir que se privilegien comportamientos como la permanencia en el trabajo en horario extralaboral, la disponibilidad de tiempo ilimitada, la capacidad de hacerse cargo de las situaciones de forma directa, de responder “objetiva y racionalmente” ante las demandas, entre otros.
¿Y a dónde van?
¿Qué destino han tenido las mujeres excedentes del empleo estatal? ¿Cuántas se decidieron por el trabajo independiente? ¿Cuántas por la solicitud de tierras ociosas? ¿Cuáles continúan buscando empleo? ¿Cuántas emigraron? ¿Quiénes eligieron el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado o se ocupan en otras actividades no declaradas, pero realmente afines a su perfil educacional?
Al cierre del 2013 el 21,6 por ciento del empleo en Cuba se generaba en el sector privado y el 4,6 por ciento en las cooperativas, entre los cuales se contaban 2 300 trabajadores en las cooperativas no agropecuarias. Las autoridades cubanas han marcado como una aspiración que el sector no estatal absorba alrededor del 40 por ciento de la fuerza laboral en el 2016. Los cuentapropistas y microempresarios se destacan en las actividades de comercio minorista, gastronomía, servicio de taxis y arrendamiento de casas y apartamentos.
Un total de 489 929 cubanos se desempeñan en actividades por cuenta propia en todo el país, entre ellos 147 693 jóvenes (29 por ciento), según un reporte oficial que toma en cuenta las cifras hasta el cierre de febrero.
El mismo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), precisa que desde la ampliación del sector cuentapropista en 2010 las actividades de mayor crecimiento han sido la elaboración y venta de alimentos, el transporte de carga y pasajeros, el arrendamiento de viviendas, habitaciones y espacios, la labor de agente de telecomunicaciones, así como la contratación de trabajadores asociados fundamentalmente a las gestiones anteriores.
Del total de cuentapropistas 144 595 son mujeres. La tendencia es creciente -en 2009 eran más de 30 300 y 73 300 en 2013- pero la ampliación del trabajo por cuenta propia aún no se presenta como una oportunidad de rápido aprovechamiento para las mujeres. Entre otros factores, la mayoría de las actividades aprobadas para el ejercicio de esta modalidad son típicamente masculinas. Solo se reconocen las costureras, las peluqueras, manicure como los puestos de trabajos tradicionalmente femeninos, que se ejercen sin un alto nivel de calificación.
Por otra parte, la mayoría de las actividades aprobadas, y en especial aquellas más lucrativas y las más representadas, requieren de la tenencia de activos de capital para iniciarse: inmuebles, medios de transporte, casas, tierras o dinero, información, redes sociales.
Las mujeres pueden quedar en situaciones de vulnerabilidad pues no cuentan, como tendencia, con los recursos para desarrollar un negocio propio dentro del marco regulatorio establecido, lo que les deja probablemente más opciones como trabajadoras contratadas.
Las mujeres trabajadoras por cuenta propia han encontrado en esta forma de empleo una alternativa para obtener ingresos, y aunque la mayoría se encuentran como contratadas (asalariadas del sector no estatal), también obtienen ventajas del emprendimiento como forma de alcanzar la autonomía económica.
¿Y en el campo?
Una de las medidas adoptadas en la implementación de los lineamientos económicos y sociales se relaciona con la entrega de tierras en usufructo, a través del Decreto Ley 259 y el actual 300. Según cifras del Censo de Población y Viviendas del 2012 el 37,2 por ciento de los usufructuarios son mujeres.
El Anuario Estadístico de Cuba de 2013 hace constar que, a pesar de la migración interna, el incremento del empleo de la zona rural depende en gran medida de la incorporación de las mujeres. La reposición futura de la fuerza de trabajo en la zona rural lo garantizaran las mujeres de esta zona geográfica que tienen su relevo (1,05), mientras que los hombres no logran alcanzarlo (0,89).
El análisis descriptivo de las cifras sobre la ocupación demuestra la reserva de fuerza de trabajo que existe entre las mujeres rurales. Sin embargo existe una mayoría significativa que se dedica a los quehaceres del hogar y ayudante familiar no remunerado.
El insuficiente desarrollo de servicios de apoyo al hogar en estas zonas, el mal estado de las vías, la escasez de transporte y la lejanía de las tierras otorgadas en usufructo, hacen poco atractiva esta iniciativa de desarrollo del sector no estatal agrícola, también para las mujeres.
El trabajo doméstico
Las iniciativas seleccionadas para emprender, las decisiones a nivel de familia que se adoptan para apoyar esta elección, estarán también en función de los arreglos intrafamiliares sobre la distribución del trabajo doméstico y de cuidado.
La actualización del modelo económico cubano requiere de una intensidad del trabajo doméstico y de cuidado mayor para sustituir con trabajo no remunerado los gastos que antes eran asumidos en gran medida por el Estado y para producir bienes y servicios que ya no se compran en el mercado. La reducción paulatina de los subsidios a productos normados, la disminución de comedores obreros y el recorte de los gastos del presupuesto estatal exigen la incorporación de todos estos gastos al ámbito del hogar.
El trabajo no remunerado de las mujeres en los hogares tiene un impacto inmediato en los ahorros de la familia y una incidencia directa en el crecimiento de la economía. Y ello nos lleva a otro punto de análisis: la inserción laboral enmarcada en las relaciones asalariadas no es, necesariamente, la única forma de producir bienes y servicios que tienen las mujeres. Es útil, entonces, hacer distinciones entre las dinámicas de inserción laboral propias del trabajo remunerado y aquellas propias del trabajo independiente o por cuenta propia y del trabajo no remunerado de atención y cuidado de la familia.
La demanda de altos niveles de productividad de la fuerza de trabajo conducirá, sin lugar a dudas, a un aumento en la intensidad del trabajo remunerado, por lo que la red de apoyo familiar será imprescindible para mantener la reproducción doméstica, donde están más representadas las mujeres y las personas dependientes.
Para evaluar la total participación de las mujeres en el desarrollo económico productivo del país es imprescindible reconocer todas las actividades que ellas realizan en el ámbito privado del hogar, generen o no ingresos, porque facilitan la conciliación entre los ámbitos privado y público.
De ahí el valor de tener en cuenta que el trabajo no remunerado que se produce en los hogares es tan esencial como el que se dirige a la aplicación de bienes y servicios dirigidos al mercado.
Estos temas pasan a tener un cariz particular en Cuba, donde se espera que siga aumentando el envejecimiento poblacional y, con esto, la relación de dependencia. Ambas tendencias coinciden en el tiempo con la reducción planificada de los gastos de asistencia social del presupuesto estatal desde 2010.
La débil comprensión del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado dificulta la evaluación general de la eficiencia económica en el país.