Santa Biblia, del fotógrafo argentino Theo Maiorana, fue el portfolio ganador de la XI Bienal Argentina de Fotografía Documental en Tucumán, uno de los encuentros fotográficos más prestigiosos de su tipo en el mundo. Más que un proyecto documental o un fotolibro, Santa Biblia es un diario íntimo y a su vez colectivo en el que el autor plasma su vida y la de su comunidad. La obra explora una forma de vida y mezcla experiencias y emociones que oscilan entre la celebración de los afectos y la exploración de los deseos, el dolor, las luchas y la búsqueda de identidad.
Theo fue un niño de curiosidad insaciable, cuestionando lo que lo rodeaba, en especial en la escuela religiosa a la que asistía y en la que nunca terminó de encajar. Su recorrido comenzó con preguntas, no desde la rebeldía, sino desde el deseo de entender. Así, desde muy temprano empezó a construir sus propias creencias, una suerte de biblia propia, diferente de la que le imponían.
La fotografía llegó en su niñez de manera natural, cuando encontró en casa una cámara que pertenecía a su padre, un fotógrafo frustrado por las exigencias de su trabajo. A los 16 años, ese objeto se convirtió en refugio y medio de reconciliación consigo mismo. En una adolescencia marcada por la violencia y la incomprensión, la fotografía le permitió transformar el dolor en una herramienta de sanación. Comenzó a retratarse a sí mismo y a descubrir en esas imágenes un espacio para explorar y afirmar su identidad.
La cámara lo ayudó a conectarse con “las cosas buenas” en un contexto social adverso hacia quienes, como él, se identifican con un género diferente al asignado al nacer. La fotografía se convirtió en un medio para aceptarse en un proceso doloroso.
Con el tiempo, sus imágenes comenzaron a reflejar otras luchas, como la reivindicación de los derechos de los cuerpos disidentes. “Todo el tema del aborto, el feminismo y el cuestionamiento de la feminidad en los cuerpos se ha vuelto fundamental para mí. Quise explorar lo que significa habitar un cuerpo disidente, reivindicando cuerpos que se salen de la norma: cuerpos gordos, quemados, todos esos cuerpos que resisten y desafían las expectativas. Empecé a usar la cámara con ese fin, y hoy mi trabajo narra mi propio cuerpo trans y los cuerpos trans de las personas con quienes comparto mi vida. La cámara se ha convertido en testigo de toda mi performatividad identitaria y corporal; ha registrado cada cambio, cada etapa. Siento que este registro va a seguir creciendo y transformándose”.
Con tantos palos que le dio la vida, Theo habla con mucha madurez, sin un ápice de odio aun cuando, a sus 25 años, ha experimentado pérdidas y despedidas desgarradoras, habiendo sido testigo de la violencia contra la comunidad trans en Argentina y el mundo. Confiesa que, a su corta edad, ya ha asistido a los funerales de amistades que no lograron sobrevivir a una realidad social hostil: “La gente que se suicida no se está matando, la están matando”, sentencia.
Ante la muerte, Theo subraya la necesidad de honrar la vida, de brindar apoyo a sus compañeras y compañeros y de ser un sostén para que otros seres humanos no se pierdan en el camino. En una de las páginas finales de su Santa Biblia, cuando ya no quedan dudas de la contundencia de las fotografías propias y colectivas, escribe: “Dedicado a todas las muertes que he vivido para llegar a este paraíso”.
Santa Biblia es una obra abierta que captura ese trayecto y funciona como un grito de autenticidad, una suerte de “cirugía a cuerpo abierto”, en palabras del artista.
“Este libro significó para mí abrir una puerta para continuar con la vida. Durante años, viví en una profunda depresión y muchas veces pensé en morir. He tenido que salir de ese lugar oscuro, y realmente este libro representa ese proceso. Las imágenes que contiene son el registro de un momento en el que finalmente pude disfrutar de la vida y comenzar a vivirla plenamente. Me doy cuenta de que me han robado años de disfrute, porque esta sociedad, de algún modo, nos quiere muertos. Ante eso, me planteo preguntas que antes no podía hacerme. Pienso: ¿qué será de mí en el futuro? Esto es algo que jamás me atreví a imaginar, pues en el pasado creí que no llegaría ni a los 27 años, ni siquiera a los 22. Hoy, estoy orgulloso de estar vivo, de poder ver la vida de una forma nueva y de haber superado todas las experiencias difíciles que me impuso este mundo tan hostil. Ahora, mi deseo es que la gente que me rodea también pueda sentirse así, que encuentren ese abrazo, esa conexión”.
El fotolibro de Theo surge además de una huella en su vida que, en la literalidad de las fotos no aparece pero está en el substrato conceptual. Se trata de la relación con su padre y un capítulo de reconciliación y cambio tras años de distancia, violencia y rechazo:
Cuando le dije a mi padre que me llamaba Theo, yo ya tenía 19 o 20 años. No puedo recordar exactamente la edad, porque soy de esas personas para quienes el tiempo es algo difuso. Él me respondió: “Vos vas a ser siempre mi hija, así que te voy a llamar X” —el nombre que él me había dado al nacer—. A decir verdad, nunca me gustó ese nombre, pero no se trataba de género; desde chico, nunca me sentí identificado con él. Como cualquier persona, yo existía y me desenvolvía, aunque sin saber cómo expresar esa diferencia. Siempre, al socializar, yo era “el apellido” y no el nombre que él me imponía, lo cual generaba tensión y barreras en las relaciones. Llegó un momento en que tuve que decirle a mi viejo que si me llamaba por ese nombre, simplemente no me daría vuelta, porque ese no era mi nombre. Así dejamos de hablarnos por algunos años: él seguía hablándome y yo no respondía, un distanciamiento que se llenó de incomprensión y hasta violencia.
Con el tiempo, sin embargo, algo cambió. Un día, mi viejo vino y me regaló una cámara de fotos. No dijo nada, no es de expresar emociones; esa cámara fue su disculpa silenciosa. Con ella pude crear el libro, y él estuvo ahí, el día de la exposición, viendo mis fotos montadas en la pared, reconociendo mi trabajo.
Theo vive con la firme convicción de ser él mismo y de no permitir que las expectativas de los demás lo limiten. “No vine a este mundo para que me digan qué hacer; vine a ser quien soy”, afirma. El goce, entendido como la libertad de conectar con lo que desea, es un derecho que defiende. “Vivo del goce”, dice, convencido de que sólo a través de la autenticidad se puede avanzar.
Santa Biblia es una ventana disruptiva a un universo que, entre los afectos y el activismo, encuentra la fuerza para resistir la incomprensión y la discriminación. La obra de Theo es una forma de habitar su vida plenamente, explorando los límites de su identidad y ampliando el espectro de lo que significa ser parte de una comunidad. “Habla de la forma en la que miro la vida, de la que habito mi vida”, reflexiona el artista, resaltando el poder de sus imágenes para expresar aquello que las palabras no alcanzan a describir.