Aguas “La Cotorra”: de pequeño negocio a industria de alcance nacional 

El mercado cubano de agua mineral embotellada creció desde principios del siglo XX.

Fragmento de póster publicitario de Aguas La Cotorra. Diario de la Marina.

Desde el siglo XIX, Cuba tenía fama por los diversos balnearios de aguas con propiedades medicinales ubicados en Isla de Pinos, Madruga, Santa María del Rosario, San Diego de los Baños, Ciego Montero, Amaro, Marianao y San Rafael de Camujiro (en Puerto Príncipe), por solo mencionar  algunos.

El mercado de agua mineral embotellada, sin embargo, estuvo dominado por fábricas extranjeras que exportaban a la isla este producto a elevados precios, inaccesibles para la mayoría de la población. 

Para “resolver” muchos cargaban en garrafones el preciado líquido en los manantiales. A principios de la nueva centuria cambiaría tal situación. Fue un proceso de crecimiento sostenido. En 1956 existían 27 marcas registradas y de estas medianas y pequeñas empresas 11 pertenecían al municipio de Guanabacoa, en La Habana. 

Dentro del grupo de emprendedores dedicados a esta industria sobresalió el inmigrante gallego Claudio Conde Cid, quien llegó a Cuba con 15 años de edad y fundó “La Cotorra”, la marca más popular.

Póster publicitario de Aguas La Cotorra. Diario de la Marina.

Los antecedes 

Claudio comenzó en el negocio en 1905. Vendía entonces en La Habana el líquido que traía desde unos manantiales en Isla de Pinos. Ese es el año reconocido como la fecha fundacional de la empresa “Aguas La Cotorra”, algunas fuentes refieren que también usó la marca “La Vida”. Sin embargo, durante nuestras investigaciones no hemos hallado referencias, en fuentes primarias, al respecto. 

Pero sí precisamos, al consultar el Diario de la Marina, que en 1912 empleaba el nombre que la hizo popular y se debe al ave de igual denominación que abundaba donde inició el emprendimiento. 

Dos años más tarde, el 15 de junio, el periódico mencionado alertaba a los consumidores acerca de la competencia inescrupulosa: “Aviso importantísimo (…) De algún tiempo a esta parte, aprovechando el crédito que ha sabido conquistar el agua mineral natural de Isla de Pinos legítima, la que importa Claudio Conde directamente del célebre manantial Agua Santa, en Santa Fe, que ha dado fama a esa Isla. Recomendamos a los consumidores que no se dejen engañar y se fijen bien en la tapita y etiqueta de las botellas que han de ostentar una cotorra. Si no llevan la cotorra, no es legítima Agua Santa (…) rechace con indignación esa imitación y para evitar sorpresas.”

Claudio, quien también era representante y único importador en Cuba de las cervezas inglesas “Dod’s Head Bass” y “Guinness”, para asegurar su empredimiento compró a Genaro Suárez, el 9 de septiembre de 1914, las marcas y sus pertenencias de las aguas minerales de Isla de Pinos. Serían comercializadas con los nombres de “La Cotorra”, “Buena Vista” y “Conde”. Además adquirió un barco más moderno para garantizar el traslado de la mercancía hasta el Surgidero de Batabanó y lo utilizó también, a partir de 1915, en el transporte de pasajeros.

En 1915 inició la venta a domicilio en La Habana, sin costo adicional, con los vehículos de su propiedad. Distribuía garrafones a un precio módico. Parece que la demanda era tanta que no alcanzaba el líquido originario de Isla de Pinos. En ese año compró a Leonardo Plaza y Francisco Palacios dos solares en Guanabacoa, en un lugar llamado La Ceiba y también adquirió los terrenos donde existían manantiales de agua potable nombrados Chorrito del Cura o Bohemia, en la Loma de la Cruz.

Los Jardines de La Cotorra, Boletín del Archivo Nacional.

El negocio seguía en ascenso. “La Cotorra” obtuvo un Gran Premio en la exposición internacional efectuada en Panamá, en 1916. Los anuncios publicitarios, a partir de este año, omitían la procedencia de Isla de Pinos. Se dice que para cumplir los pedidos adquiría agua de otros manantiales ubicados en La Habana, en especial en Madruga, junto con los de Guanabacoa, donde inició un proceso inversionista para multiplicar la producción.

En San Felipe, no. 4, Jesús del Monte, tenía la empresa sus oficinas centrales y la embotelladora a inicios de la década de 1920. Joaquín Otero, jefe de Propaganda no se conformaba con los medios habituales de hacer publicidad, organizaba recorridos por las instalaciones y luego llevaba a los visitantes, en grupos, a conocer los manantiales en Guanabacoa.

De las entrañas de las rocas

La crónica divulgada en el Diario de la Marina, el 24 de octubre de 1923, donde  narraba lo acontecido durante una estas excursiones, ofrece detalles del proceso productivo: 

“Visitaron los estudiantes primeramente la captación de los manantiales que se encuentran hechas con mármoles y cristales y sobre las que se pueden leer los nombres de cada una de ellas, al fondo El Indio, a la derecha La Vida y a la izquierda La Cotorra. Después se visitó el departamento de depuración y esterilización, aún sin acabar y en donde funciona una gran planta de rayos ultravioleta y tres enormes filtros automáticos completamente cerrados. Bellos jardines circundan las diferentes edificios de los manantiales existiendo los mismos lugares verdaderamente pintorescos (…)”

Ya por esa fecha al sitio, llamado hasta entonces Loma del Indio o de la Cruz, el pueblo empezó a nombrarle de La Cotorra. Refiere Camila Lorenzo que “(…) en busca de mayores volúmenes de agua, (…) se realizó dentro del núcleo de la loma la construcción de un sistema de túneles o galerías de percolación, con una longitud mayor de un kilómetro para captar las aguas de fisuras como fuente de abastecimiento para la planta. Junto a Lobatón, Fuente Blanca, y San Agustín, quizás sea el único ejemplo de este tipo de obra en Cuba que demuestra ser apropiado para estos fines en este tipo de rocas y relieve.”

Galería abierta en Loma de la Cruz.

Para diferenciarse de otras marcas, “La Cotorra” anunciaba que sus siete manantiales se hallaban en roca viva y esta captación estaba considerada por los especialistas como la mejor de América. En 1918, el Departamento de Bacteriología del Laboratorio Nacional certificaba la calidad de las aguas de la empresa. 

Al reconstruirse la carretera que une a Guanabacoa con Regla se benefició la industria, no solo mejoró el traslado del líquido, sino también el acceso a los salones construidos en los jardines donde continuamente celebraban bailables, banquetes, reuniones de clubes y otros eventos sociales. Fueron muy famosos, como los de las cervecerías La Polar y La Tropical. Además, las áreas verdes eran visitadas para realizar excursiones, disfrutar de un parque infantil, sembrar árboles, entre otras atracciones. Fue sede de la novedosa Escuela de Dibujo y Pintura al Aire Libre, sostenida económicamente por Conde. Todo esto sin descuidar la calidad del producto insignia. Al respecto nos dice el investigador Rafael Aquino Guerra en su estudio “El conjunto La Cotorra, esplendor de la cultura del agua en Guanabacoa”: 

 “Desde el 8 de diciembre de 1923, quedó terminado el expediente no. 43, en que se clasifica el agua de los manantiales La Cotorra, como de primera categoría y se autoriza su uso, después de la inspección realizada por la dirección de sanidad del gobierno de la época. Se reconocía en ellos su provechosa aplicación, pues erradicaba los desarreglos funcionales del aparato digestivo y cuantas dispepsias se presentaran, además de beneficiar cualquier trastorno de la nutrición por suministrar alcalinos y contenido preponderante de sodio, sales de hierro y de calcio, así mismo favorecían la depuración del riñón.

Hacia 1926, la dirección técnica de la industria equipó la planta con un laboratorio con lo mejor del momento para el análisis de la aptitud del líquido. En consecuencia, las aguas llegaban al mercado después de un proceso higiénico y escrupuloso, por lo que su calidad uniforme era óptima”.

En la década de 1940, nuevas inversiones acrecentaron la capacidad productiva. Tenía 42 camiones para la distribución, setenta y nueve sucursales en el país y en 1959 producía, aproximadamente, veinte millones de botellones de agua al año. 

Hasta ahora es una incógnita cuando Claudio Conde Cid emigró a Cuba, ni sabemos si se marchó a España ya en el ocaso de su fecunda vida, después de convertir un pequeño negocio en industria de alcance nacional.

 


Fuentes:

Guillermo Jiménez Soler: Las empresas de Cuba. 1958, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014.

Rafael Aquino Guerra: “El conjunto La Cotorra, esplendor de la cultura del agua en Guanabacoa”, Boletín del Archivo Nacional, 2008-2009.

https://medium.com/tucuba/historia-y-misticismo-de-la-loma-de-la-cruz-en-guanabacoa-f736706cd089

Diario de la Marina 

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