El sueño de Pierre de Coubertin se hizo realidad en la ciudad de Atenas, en 1896, cuando se inauguraron los Juegos Olímpicos de la Era Moderna. En esa primera cita participaron 285 atletas de una docena de países que compitieron en nueve disciplinas: campo y pista, lucha grecorromana, pesas, tiro, esgrima, tenis, natación, gimnástica y ciclismo.1
Los Estados Unidos presentaron unos pocos deportistas, casi todos de Harvard y Princenton. Uno de ellos, estudiante de Harvard, se llamaba James Brendan Connolly y poseía el récord nacional de salto triple, pero la universidad lo obligó a elegir entre la asistencia a la Olimpiada o permanecer en la institución. Su decisión fue una y pronto recibió el patrocinio del Club Atlético de Suffolk, al sur de Boston, y contando también con el auxilio de su parroquia católica, consiguió recaudar el dinero para sufragar los gastos del viaje hasta Grecia.
Luego de dieciséis días de trayecto en barco arribaron a la sede el 5 de abril, aunque para su sorpresa los juegos se iniciaron al siguiente día, pues en Grecia regía entonces el calendario juliano en lugar del gregoriano. Sin entrenamiento previo y con pocas horas de descanso, se enfrentó a la competencia y asombró a todos cuando en el tercer y último de los saltos marcó 13,71 metros y se llevó el palmarés. James B. Connolly se convertía así en el primer campeón olímpico moderno.
Dos años después de su hazaña deportiva, en 1898, se rompieron las hostilidades entre Estados Unidos y España, y James se alistó como voluntario en el Noveno de Infantería de Massachussets, desembarcando en suelo cubano por las inmediaciones de Santiago de Cuba, para participar el 1ro de julio en la batalla de la Loma de San Juan.
Ese combate dejaría expedito el camino para atacar a Santiago, y constituyó una victoria ruda, pues los españoles defensores ofrecieron una tenaz resistencia, perdiendo el noventa por ciento de sus efectivos. Los norteamericanos tuvieron más de mil bajas y los cubanos ciento cincuenta pérdidas de la fuerza mambisa, al mando del coronel Carlos González Clavel.
En París 1900, Connolly volvió a competir, pero solo logró el segundo puesto en triple salto. Y cuatro años después volvió a estar presente en los Juegos de San Luis 1904, pero esta vez como periodista. El primer campeón olímpico de nuestro tiempo, además de pelear en Cuba se convirtió en reportero y corresponsal de guerra. Sobre su participación en la contienda cubana envió sus reportes al Boston Globe que los publicó como Cartas desde el frente en Cuba.
Años después cubrió también los III Juegos Olímpicos en San Luis, la Primera Guerra Mundial y la lucha independentista de Irlanda, donde nacieron sus padres, colaborando con importantes medios de prensa comp el Saturday Evening Post, Harper´s, Collier´s y Columbia. El oficio de escritor continuó luego con más de 25 novelas y doscientos relatos, basados casi todos en sus viajes marítimos por el planeta.
Notas
1 Casi todos los países participantes eran europeos, con la excepción de Estados Unidos, Australia y Chile, único latinoamericano. Consúltese Las Olimpiadas de Atenas a Moscú, de Víctor Joaquín Ortega.
2 Guerra, Ramiro, Pérez José M., Remos Juan J. y Santovenia, Emeterio. 1952. Historia de la Nación Cubana (vol IV, pp.439- 44). La Habana, Cuba.