Una tarde fría en Buenos Aires, aquella del 9 de agosto de 1976, fue la escena. Aunque hacía un año que Crescencio y Jesús habían llegado a Argentina, los cubanos aún no se habían acostumbrado al invierno austral. Se abrigaron lo mejor que pudieron y salieron de la Embajada de Cuba, ubicada en una casona en la calle Virrey del Pino, barrio de Belgrano, donde ambos trabajaban como parte de la misión diplomática.
Fue la última vez que sus compañeros los vieron. Cuatro días después, en el diario La Opinión, se publicó: “La Embajada cubana en Buenos Aires está trabajando en estrecho contacto con el Gobierno argentino en la búsqueda de dos miembros de la representación, acerca de quienes se presume que habrían sido secuestrados”.
Desde hacía cuatro meses Argentina había entrado en aguas convulsas. El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado derrocó a los tres poderes constitucionales e instauró una dictadura cívico-militar conocida como Proceso de Reorganización Nacional.
El nuevo poder implementó un plan sistemático de terrorismo de Estado. El mismo Gobierno argentino que afirmaba colaborar en la búsqueda de los cubanos desaparecidos, al cabo de sus ocho años de mando dejaría el apabullante saldo de 30 mil desaparecidos, 500 bebés apropiados y una nación económicamente devastada.
Una semana después de la desaparición de los funcionarios cubanos, llegó un sobre anónimo a las oficinas de la Associated Press (AP) en la capital argentina. Contenía las credenciales diplomáticas de Crescencio y Jesús, junto con una nota que expresaba: “Nosotros, ambos cubanos, nos dirigimos a usted para comunicar que hemos desertado de la Embajada para disfrutar de la libertad del mundo occidental”.
Al día siguiente, en un comunicado de prensa, la Cancillería de la isla certificó la autenticidad de las credenciales.
Treinta y seis años después del episodio, en junio de 2012, también en una tarde fría, unos niños jugaban a orillas del Río de la Plata, en la localidad de San Fernando, a unos 15 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. En medio de su diversión, encontraron un tanque metálico oxidado que contenía restos humanos recubiertos por cemento.
Alertaron a la policía, que halló dos recipientes más. Se inició entonces un intenso y detallado rastrillaje por la zona y, luego de varios meses, se descubrieron otros restos óseos también en tanques oxidados.
El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), junto con especialistas de las áreas de Construcciones, Mecánica, Procesos Superficiales y Química del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), comenzó una exhaustiva investigación conjunta.
Se examinaron los tanques, así como los productos de corrosión y el material terroso y cementicio adherido a su superficie. Se confirmó que los tanques descubiertos entre 2012 y 2013 pertenecían a un lote arrojado al canal San Fernando en octubre de 1976. Con el paso del tiempo, algunos habían sido arrastrados por la corriente desde el fondo del río hasta la orilla.
Los peritajes a los restos óseos lograron establecer la identidad de cuatro desaparecidos asesinados en 1976. Entre ellos, los jóvenes diplomáticos cubanos.
En 2012 se dictaminó oficialmente cuáles eran los restos de Crescencio; y en 2013, los de Jesús. También se determinó que habían sido cruelmente torturados antes de morir y ser arrojados al río en esos tanques con cemento. Al momento de su asesinato, Crescencio y Jesús tenían 26 y 23 años, respectivamente.
Crescencio Galañena Hernández era oriundo de Yaguajay; Jesús Cejas Arias, de Pinar del Río. Ambos formaban parte de la custodia de la embajada de Cuba en Argentina. Era su primera misión en el servicio exterior. Llegaron tras varias amenazas vertidas a los diplomáticos cubanos en Argentina y un atentado perpetrado al embajador de entonces, Emilio Aragonés.
Precisamente, en esa tarde de 1976, los escoltas se dirigían a la residencia de Aragonés. Al salir de la embajada, caminaron apenas unas pocas cuadras hacia una parada de ómnibus, ubicada cerca de un gran parque conocido como Barrancas de Belgrano. Aunque parecía un día cualquiera, la realidad sería otra.
Según testigos oculares, una cuadrilla de autos verdes marca Ford Falcon y un escuadrón compuesto por decenas de efectivos del ejército aparecieron desde todos los ángulos. Crescencio y Jesús intentaron defenderse, pero fueron neutralizados y secuestrados. Se sabe que los trasladaron con vida a un taller mecánico convertido en un centro clandestino de detención y tortura, conocido como Automotores Orletti, ubicado en el oeste de la ciudad, en el barrio porteño de Floresta.
Este antiguo taller de automotores, alquilado y acondicionado por agentes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), fue una de las sedes de ejecución de la Operación Cóndor en Argentina, un pacto criminal respaldado por Estados Unidos entre este país, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay para coordinar la represión ilegal y el intercambio de militantes y líderes políticos de izquierda.
Entre mayo y noviembre de 1976 funcionó como base de Operaciones Tácticas 18 (OT 18), bajo el control de la SIDE en colaboración con el Batallón de Inteligencia 601 del Primer Cuerpo de Ejército. También llamado por los represores como El Jardín, fue la prisión clandestina de más de 200 personas de ciudadanía argentina, boliviana, chilena, cubana, paraguaya y uruguaya. La mayoría de estos secuestrados permanecen desaparecidos.
Michael Townley, agente de la CIA y a su vez miembro de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de Chile, instrumento de la dictadura de Augusto Pinochet, llegó a Argentina desde el país vecino expresamente para interrogar y torturar a los cubanos. A la macabra misión se unió Guillermo Novo Sampol, otro agente de la CIA de origen cubanoamericano, quien llegó desde Miami.
Así lo declaró en 2003, casi de pasada, el general chileno retirado Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda en medio de un extenso interrogatorio llevado a cabo por la jueza federal argentina María Servini de Cubría. La magistrada estaba investigando el atentado en el que murieron el ex comandante en jefe del ejército chileno y ministro de Salvador Allende, Carlos Prats, y su esposa, Sofía Cuthbert, ocurrido en Buenos Aires en 1974.
Antes de este interrogatorio, Servini de Cubría había mantenido una reunión secreta en Washington con Michael Townley, quien figuraba como testigo protegido de Estados Unidos. En esa reunión, el ex agente estadounidense admitió su participación como autor material del atentado contra los Prats y señaló a Contreras Sepúlveda como uno de los cabecillas.
Personaje siniestro, Contreras Sepúlveda fue director de la DINA y fuente pagada por la CIA entre 1975 y 1977, según documentos distribuidos por la propia Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el año 2000. En esos archivos, Contreras figura como el “creador” de la Operación Cóndor. Fue condenado a más de 200 años de prisión en cuarenta juicios por violaciones de los derechos humanos.
Por el secuestro y la desaparición de ambos cubanos, entre otros, la justicia argentina condenó al general retirado Rodolfo Cabanillas, quien se desempeñó como jefe de la División de la SIDE “Operaciones Tácticas 18”, que correspondía a Orletti. También fueron condenados los represores Raúl Guglielminetti, Eduardo Alfredo Ruffo y Honorio Carlos Martínez Ruíz. No fue posible juzgar a Novo Sampol ni a Townley.
Tras ser identificados en 2012 y 2013, los restos de los cubanos fueron repatriados a Cuba y inhumados por sus familiares. Hoy descansan en sus lugares de origen, Yaguajay y Pinar del Río.
En Argentina, en el pasillo central de la Embajada de Cuba cuelga un gran cartel con los rostros de Crescencio y Jesús, junto con su historia. En el exterior del edificio, desde 2023 y bajo la disposición de la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, se erige otro gran cartel que señala el lugar como un sitio relacionado con hechos vinculados al terrorismo de Estado.
A unas cuadras de distancia, en la acera en la que fueron secuestrados los jóvenes diplomáticos, se ha colocado una baldosa con sus nombres y las fechas de la brutal captura. Se trata de una iniciativa de “Baldosas por la Memoria”, un proyecto destinado a marcar el espacio urbano y plasmar las identidades de los detenidos desaparecidos durante la última dictadura.
Hoy 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, durante la marcha en honor a los 30 mil desaparecidos de la última dictadura cívico-militar en Argentina, los rostros de Crescencio y Jesús estarán presentes entre las cientos de miles de personas que llenarán las calles de la ciudad.