Getting your Trinity Audio player ready...
|
Había transcurrido mucho tiempo desde que el Cabildo de Sancti Spíritus, el 24 de mayo de 1543, otorgó el hato de Morón a Luis de Almeida, cuando, procedentes de aquella villa, arribaron los primeros pobladores y crearon sitios de labranza.
También se asentaron marineros —quizás aburridos de navegar y con deseos de convertirse en campesinos— en aquella comarca bendecida por los arroyos El Roble y Cimarrones y por profundas lagunas donde abundaban los peces.
Morón, que hoy es un municipio de la provincia de Ciego de Ávila, formó parte de Sancti Spíritus y de Camagüey durante la etapa colonial. Es en esos orígenes donde hallamos el surgimiento de la celebración de San Juan en esa zona, en el mes de junio. Se desconoce la fecha exacta de su primera edición pública, aunque quizá se remonte a antes de 1827, cuando el poblado contaba ya con 105 casas, siete tiendas, dos panaderías y unos 700 habitantes.
Lo que sí es evidente es la influencia camagüeyana en esta y otras tradiciones de la época —como los festejos de la Candelaria, Santa Ana o San José—, resultado del intercambio cultural con residentes de la capital provincial y otros poblados de su jurisdicción. Al respecto comentaban los historiadores Rodrigo Aguilar y Federico Naranjo en su estudio Breves notas sobre Morón, publicado en 1947:
“(…) venían los agricultores de toda la región a sus típicas fiestas, llenas de agradables atracciones para la juventud, al extremo de que, con los años, se fueron haciendo conocidísimas, como lo prueban las frecuentes visitas que las opulentas familias camagüeyanas y de otros lugares hicieron a Morón en sus periódicas fiestas, llegando a este lugar en carretas, volantas y a caballo, trayendo a aquellas excursiones conjuntos musicales de los mejores, cosas no conocidas, el elegante vestir de la mujer del Camagüey y el oro ‘pelucón’ de sus ricos hacendados. Este intercambio produjo la fusión de muchas familias, siendo este el porqué de tantos apellidos de origen camagüeyano”.
La Sociedad Recreo
A comienzos del siglo XX, la sociedad Progreso —fundada el 13 de noviembre de 1898 como sucesora del Casino Español— contribuyó a preservar tradiciones como las fiestas de San Juan.
Ladislao Echemendía Quesada, director de orquesta, tenía un papel protagónico en los bailes del salón. Hombre humilde, casado con Serafina —quien alcanzaría celebridad en Cuba y más allá por crear las famosas torticas de Morón—, dirigía la orquesta conocida como “la de los Echemendía”. Él tocaba el violín; su hermana Mercedes, el timbal; y Francisco, otro de los hermanos, el cornetín. Todos habían estudiado en la academia musical fundada por el maestro camagüeyano Eusebio Jiménez Basulto.
El sexto mes del año era, podríamos decir hoy, sinónimo de “fiesta y pachanga” para los moronenses, debido a las celebraciones de San Juan. Los socios de la institución mostraban con orgullo su participación en tan exclusiva tradición.
En aquellos tiempos lejanos, danzones como “F.C. Central” y “El Gallito” estaban en la cima de la popularidad, por lo que eran piezas infaltables en el repertorio de Ladislao y su agrupación. Sin embargo, donde más se disfrutaba el San Juan era, sin duda, en las calles.
Cuenta el cronista Gustavo Martínez Bringas, en su sección “Algo de ayer y de hoy”, publicada en el periódico Morón el 17 de octubre de 1949, que los domingos, durante varias semanas, las comparsas recorrían las calles vestidas con los más extraños atuendos y tocando cornetines de cartón. Un conjunto más modesto que el de Ladislao —formado por un acordeón, un güiro y un timbal— amenizaba los bailables. No hacía falta más para que pies y caderas se soltaran.

Quizás el conjunto al que se refiere Martínez Bringas haya sido el de Zamora, quien “con su acordeón, acompañado de un güiro hecho de lata o güiro amargo, un timbalito construido con antiguos barrilitos de aceitunas y un cuero de chivo”, hacía bailar a los moronenses desde los años 80 del siglo XIX con danzones como “La gallina bola se va”, “Tú le diste con el palo a la yaya” y “Búscalo que está escondido”.
Relatan viñetas publicadas en la prensa que hasta 1919, año en que falleció, era frecuente ver deambular por la calle Martí —en medio del gentío y ajeno a la algarabía carnavalesca— a un hombre de pasos rápidos y sin rumbo. Se llamaba Pedro Agustín Martínez, un personaje popular al que todos conocían como Perrubia, y a quien los niños solían fastidiar con su apodo.

Cabalgatas y corridas de patos
Los vecinos del campo también participaban en los festejos, especialmente los ganaderos, quienes daban colorido a las carreras de caballos. Martínez Bringas aporta, en el artículo citado, más detalles:
“El Día de San Juan y los domingos siguientes había animadas carreras de caballos con apuestas mutuas. Estas eran un espectáculo que casi siempre se desarrollaba desde las primeras horas de la tarde hasta la puesta del sol, y el lugar preferido era la calle Real —hoy Martí— hasta la esquina de Serafín Sánchez, donde se reunían varios señores en calidad de jurado, precisamente en la esquina conocida como La Flor Cubana (en Martí y Libertad). El dueño de ese establecimiento, Pastor Pastor Salgado, además de ser un entusiasta promotor de esas justas, tenía en su establo los mejores ejemplares de la localidad para rivalizar con todos los de la comarca.”
Pastor era un personaje singular: aunque español, nacido en La Coruña el 5 de diciembre de 1871, colaboró con la causa independentista. Perteneció al club clandestino Máximo Gómez. Cuando los mambises entraron en el poblado, el 12 de noviembre de 1898, él y su hermano Miguel “tomaron una tabla de cedro de más de cinco metros de longitud, escribieron la palabra Libertad y la colocaron horizontalmente en la pared de la tienda. Por tal acontecimiento, el 29 de septiembre de 1900, y para perpetuar la iniciativa de los hermanos Pastor Salgado, esta calle recibió el nombre de Libertad”, relataba el historiador Héctor Izquierdo Acuña en una de sus crónicas de historia local.
Al concluir la Guerra del ’95, Pastor fue concejal, presidente de la sociedad Recreo, de la Junta de Educación Municipal y, en 1917, alcalde de la Ciudad del Gallo.

La finca de Pastor se llamaba Las Nuevas. Para correr sus caballos en las fiestas de San Juan, contaba con un grupo de expertos jinetes: Martín Lara, Leocadio Caraballoso, Emilio Castañeda y el inefable Gerardo Morales (Cubita).
Las cabalgatas incluían algunas prácticas extravagantes, por llamarlas de alguna forma: las corridas de patos y de cuajadas. En la primera, ataban una soga “de la columna de una casa a otra de enfrente, en la calle Real —hoy Martí—, y amarraban un pato en el centro con el pescuezo embarrado de mantequilla; el que lo arrancara, cogiéndolo por el pescuezo, se lo llevaba”.
La cuajada también se colocaba en igual posición, y el jinete que lograba atraparla al pasar a todo galope resultaba ganador.
Así eran los festejos de San Juan cuando el famoso gallo broncíneo aún no había sido instalado en la entrada de la ciudad para darle la bienvenida al viajero.
Fuentes consultadas:
Colección digitalizada del periódico Morón (1945-1952). Archivo del Autor.