Hace 400 años arribó a Cuba un hombre de ojos rasgados, procedente de un lugar lejano, impreciso entre la realidad de grandes ríos y montañas y la ficción de sus leyendas. Era el samurái Hasekura Tsunenaga, primer japonés que visitó la Isla, a través del cual comenzaban los vínculos de amistad entre ambos países.
Para celebrar la ocasión, el Museo Nacional de Bellas Artes y la Embajada de Japón en La Habana, concibieron una exposición de 29 grabados nipones, que quedó inaugurada este viernes en el edificio de Arte Universal, donde permanecerá hasta el próximo 27 de abril.
La curadora de la exposición, Teresa Toranzo, señaló que fue difícil la selección entre ciento treinta y cinco xilografías ukiyo-e pertenecientes a la colección de Arte Asiático del Museo Nacional, “pero a través de esta exhibición, el público podrá apreciar la representación particular del samurái, su vestimenta típica y significación en la cultura y la política”.
Explicó que el ukiyo-e o “pinturas del mundo flotante”, es un género de grabados producidos en Japón entre los siglos XVII y XIX, cuyo tema principal era la vida cotidiana de la ciudad, particularmente actividades y escenas de lugares de entretenimiento.
A pesar de que este tipo de trabajos no se realizan en la actualidad, se han convertido en una influencia para el arte contemporáneo, sirviendo de inspiración al manga y al anime japonés, e incluso a pintores cubanos como Nelson Domínguez, Carlos Quintana y Abel Barroso.
El Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Japón en Cuba, Hiroshi Sato, significó durante la inauguración que “Cuando Hasekura Tsunenaga pisó tierra cubana en julio de 1614, procedente de Nueva España, actual México, y en camino a Roma como la primera misión diplomática en busca de una nueva ruta comercial, lejos estaba la posibilidad de imaginar que su nombre quedaría para la historia como el primer embajador japonés en la mayor isla del Caribe”.
Expresó además que aunque ya no se ven samuráis ni espadachines por las calles de Japón, sus costumbres han quedado en el espíritu del país del Sol Naciente, donde aún el sentido de la lealtad, del deber y el respeto a los mayores son primordiales.
Cuatro siglos después, resulta inevitable pensar cuán lejos estaba Hasekura Tsunenaga de imaginar que en el año 2014 se le rendiría homenaje en la mayor institución museal cubana, con una interesante muestra plástica de su país; sin dudas una llamativa propuesta para los amantes del arte asiático.
Por Elcira Martínez Adán