La estrella del chocolate en Cuba

A finales de la década de 1880, en la capital de la isla existían varias fábricas que elaboraban chocolates y otras confituras.

En 1917 la fábrica La Estrella pasó a formar parte de la Compañía Manufacturera Nacional S. A. Foto tomada del Libro de Oro Hispano-americano.

Adolfo Dollero, escritor y viajero italiano, durante su peregrinar por La Habana para redactar el volumen Cultura cubana, editado en 1916, recorrió la mayor fábrica de confituras de la isla. No pudo evitar la admiración que le causó aquella industria que, en apenas unas décadas de existencia, ya era orgullo nacional:

Imaginaos una inmensa montaña de dulces, de chocolates, de galleticas, por un valor de $ 1 500 000… Tal es la enorme producción anual de esta fábrica que fundada desde 1889, deja muy atrás a todas las industrias similares existentes en Cuba, por la importancia que ha adquirido.

El público de La Habana no se figura que los artículos más finos y mejores presentados de las dulcerías proceden directamente de esta fábrica admirable, artículos todos que hace unos 15 años se importaba casi exclusivamente del extranjero.

A finales de la década de 1880, en la capital de la isla existían varias fábricas que elaboraban chocolates y otras confituras. Entre las más populares estaban La Habanera y El Modelo Cubano, ambas situadas en la céntrica calle Obispo, y La Tropical, en Jesús del Monte. 

Acerca de La Estrella no se ha podido precisar el año exacto de su inauguración. Dollero, en la obra citada, dice que fue en 1889. Otros autores, refieren que la fundó en la Calle San Miguel  No. 117, el catalán Antonio Gasol Civet, en 1868. También se afirma que comenzó a producir bajo la razón social de Chaverri y Compañía, el 21 de noviembre de 1881, según investigaciones de Guillermo Jiménez Soler.

Al revisar el Diario de la Marina pude confirmar que a principios de la década de 1890 pertenecía a Manuel Vilaplana Alemany y Luis Cajete Guerrero y estaba inscripta como Vilaplana, Guerrero y Compañía. En 1893 las marcas de chocolate producido en La Habana eran las siguientes: Mestre y Martinica, La Colonial, La Estrella, Isla de Cuba y La Tropical.

Luis Cajete Guerrero, junto con Vilaplana fue el alma de la compañía hasta 1914, año en que falleció

Meses después de finalizada la guerra independentista trataron de patentizar la marca para dulces y chocolates La Estrella de Occidente, pero la Secretaría de Agricultura, Industria y Comercio denegó la solicitud en noviembre de 1899 y le impuso, además, una multa por el uso indebido de la marca para chocolate La Flor Gallega.  

El año 1900 se presentó más halagüeño. En la exposición de París presentaron con éxito sus chocolates, galleticas, dulces, caramelos y frutas en almíbar. A la prensa informaron la desintegración de la razón social y la conformación de una con dos nuevos socios Ernesto Barnach Calbó, de origen catalán y  Antonio Gasol  Civit. En 1901 la fábrica ya estaba en Calzada de Infanta No. 62, frente a la antigua plaza de toros. Disponían de instalaciones amplias con tecnología moderna. El Diario de la Marina, en un reportaje fechado el 4 de enero, nos dice:

En el sitio indicado de la Calzada de la Infanta han levantado los señores Vilaplana y Guerrero y Cía un gran edificio con honores de palacio, expresamente construido para sus prósperas industrias. En la planta baja se haya instalado la fabricación de chocolates; en el piso principal la de galletitas finas y en el segundo la de caramelos, confituras y bombones; siendo todo ello tan selecto, tan bien presentado, tan elegante y tan sabroso, como pudiera salir de las más refinadas fábricas parisienses o neoyorquinas (…)

La máquina ha sustituido allí el trabajo del hombre hasta un límite sorprendente. Por procedimientos mecánicos, con limpieza y rapidez ideales, a la vista del que quiera visitar aquellos departamentos, se realizan todas las operaciones hasta que la pasta ya elaborada pasa a la cámara frigorífica sostenida constantemente a la temperatura de cero grados.

Ernesto Barnach Calvo como gerente de la Compañía introdujo importantes cambios, entre ellos el establecimiento de la Sociedad de Ahorros Empleados de La Estrella.

La empresa tenía contratados a 130 obreros y poseía también un edificio, anexo al principal, para elaborar dulces en almíbar y conservas con frutas producidas en el país y un taller donde construían los envases de madera y de hoja de lata. A pesar de este progreso, aún debieron superar trabajas burocráticas. En 1902, la Secretaría de Agricultura, Industria y Comercio no aprobó la marca La Estrella, para los dulces en conserva. Sin embargo, así ya eran conocidos los chocolates finos que producían. El 21 de febrero del año siguiente recibían la visita del presidente de la República Tomás Estrada Palma.

Consolidación de la empresa

La primera década del siglo XX acentuó la expansión productiva y comercial de la industria, además de los reconocidos chocolates La Estrella y Tipo Francés, los populares queques y dulces en conserva, las galleticas  especiales Malvern, Presidente y La Africana alcanzaban el éxito. 

En mayo de 1906 Manuel Vilaplana regresaba de un largo viaje por Europa y Estados Unidos donde compró modernas maquinarias. Inauguraron en ese año una refinería de azúcar. Para satisfacer la demanda de materia prima compraban cacao en Ecuador, Venezuela y en el oriente cubano.

Directivos de la empresa empresa Vilaplana, Guerrero y Compañía, durante una vista de reporteros de la revista ilustrada El Fígaro.

A principios de 1908, por iniciativa del gerente Ernesto Barnach Calvo, fue creada la Sociedad de Ahorros Empleados de La Estrella. La empresa tenía entonces 450 trabajadores. El proyecto dio el resultado esperado. Cuando Dollero estuvo en la fábrica, en 1916, escribió: 

Detalle que no debe pasar inadvertido: su Caja de Ahorros, que funciona admirablemente desde hace unos ocho años. Creada para fomentar el ahorro de los obreros ¡Ha logrado reunir un capital de 170 000 pesos! Reparte utilidades del 8 al 9%, sin invertir los fondos depositados en alguna empresa de carácter aleatorios, sino en hipotecas exclusivamente. Es una Caja de Ahorros modelo: no causa gastos generales. Local, luz, mesa directiva, contabilidad, todo es gratuito para los afortunados clientes. 

Mientras sucedía esto, los triunfos en exposiciones universales avalaban la calidad de los productos. El Diario de la Marina así lo destaca en 1909:

No hace mucho, precisamente, obtuvo dos grandes premios. Uno en The Internacional Cristal Palace London 1908, y otro Le Grand Prix alcanzado en la Exposición Internacional de La Haya, uniendo dos nuevos diplomas a los tres que ya había obtenido, presentando sus galleticas, bombones, dulces en almíbar y demás productos que se fabrican en La Estrella, en competencia con las más acreditadas fábricas del extranjero.

Manuel Vilaplana, fundador y directivo de la compañía, artífice de su progreso.

Hay una reflexión del articulista, quien prefirió mantenerse en el anonimato, muy interesante: 

Esta y otras como la industria que nos ocupa constituyen la verdadera fuente de riqueza que tiene Cuba como complemento de los abundantes frutos agrícolas que producen nuestros fecundos campos. Y siendo ellas, en unión del comercio,  la base de los cimientos para la prosperidad de todo país que ajeno a fantásticas ideas busque en sí mismo su bienestar, no debiéramos regatear la necesaria atención a lo nuestro para que no nos veamos en el caso de consumir de lo propio escasamente la mitad de lo que la exportación se lleva.

Los galardones recibidos por La Estrella continuaron. En 1911 ganó tres premios y medalla de oro en la Exposición Nacional, celebrada en la Quinta de los Molinos, en La Habana y en 1915 el Gran Premio en la Exposición Internacional de Panamá. Otro hecho destacable fue el nombramiento como  representantes de la Compañía de Mariano Siré Pluyer, Santiago Solo Farrés y Ricardo Uribarri  Eguia, quienes cubrirían, en parte, el vacío que dejó la muerte de Luis Cajete Guerrero, ocurrida en 1914. 

La Compañía Manufacturera Nacional S. A.

El Libro de Oro Hispano-Americano en 1917 informaba que las exportaciones de la empresa se concentraban en Estados Unidos, Canarias, Europa y Centroamérica. Ese fue un año de cambios para la razón social porque, desde el 28 de julio, se fundió en la Compañía Manufacturera Nacional S. A. junto a Mestre y Martinica, La Constancia y Cuba Biscuit.  El capital social de la nueva sociedad era de 7 millones de pesos. Ernesto B. Calvó sería el Director General y como presidente eligieron a José Marimón, quien también era el máximo ejecutivo del Banco Español.

En apenas seis meses, después de su constitución, las ventas  ascendieron a 2 580 631 de pesos. Tenía más de 1300 empleados, la mayor cantidad correspondía a mujeres y los directivos de la empresa eran españoles y cubanos, según la edición extraordinaria del Diario de la Marina, publicada en 1918.

La Estrella, en 1922, era registrada en la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo como marca de la nueva compañía y amparaba los siguientes productos: chocolates, dulces, confituras, bombones, galletas, pastas para sopas, caramelos y azúcar.  Seguiría así su andar. Un recorrido que, sin dudas, la situó en lugar cimero de la historia empresarial de Cuba.

 


Fuentes:

Libro de Oro Hispano-Americano, Sociedad Editorial Hispano Americana, 1917.

Adolfo Dollero: Cultura Cubana, imprenta El Siglo XX, La Habana, 1916.

Guillermo Jiménez Soler: Las empresas de Cuba 1958, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008.

Boletín Oficial de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, La Habana, 1922. 

Diario de la Marina

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