Dentro de lo que Samuel Feijóo calificó como “El Mito de los Peludos” se incluyen seres fabulosos, pero también de carne y hueso, léase humanos, que llevaron una vida montaraz y solitaria, sin establecer contacto por años con sus semejantes y sobreviviendo en condiciones primitivas.
El más antiguo reportado, al menos por la región central de Cuba, fue Domingo Crespo, quien apareció por 1885 en el poblado de Mayajigua y declaró que practicaba esa forma de vida desde 1874, según dio a conocer el periódico El Crisol de Morón el 6 de septiembre de aquel año.
Sin embargo, el récord lo tiene Enrique de Jesús Rodríguez Pérez, alias “Barajay”, que ha pasado a la posteridad con el seudónimo de “El Pelú de Mayajigua” y que era natural de Remedios, donde nació en 1841. Convencido por el veterano de la Guerra de Independencia Plácido Cruz, hizo dejación de su modo de vida en junio de 1910. Su problema principal fue creer que todavía Cuba era posesión colonial de España.
Su odisea comenzó un día de 1870 cuando fue herido cerca de Los Limpios de Guadalupe, al noroeste de la actual provincia de Ciego de Ávila. Abandonado por sus compañeros insurrectos al creerle muerto, logró salvarse, pero con sus facultades mentales severamente afectadas. Refugiado en cuevas de las zonas de Cacarratas, Mabuya, Abras Grandes, Boquerón y otras de la Sierra de Jatibonico, se alimentaba de jutías y majaes, y de cultivar un conuco en lo espeso de esos montes. Su ropa, siempre de acuerdo a las crónicas, la confeccionaba de hilo de algodón y majagua, los zapatos y el sombrero con piel de jutías y majaes.
Reingresado a la civilización, tuvo que someterse a un proceso de adaptación, pero siempre hubo un promotor avispado e inescrupuloso que quiso explotar su talante singular y lo exhibió como si fuera un animal de feria o fenómeno de circo, tal como ocurrió en el Teatro Iriondo de Ciego de Ávila, en noviembre de ese propio 1910, presentado al público como “el Robinson Cubano”. De su insólito caso se publicaron, por esos años, al menos dos folletos, uno debido al historiador moronense Pedro G. Subirats y otro de Francisco Moreno de Yaguajay.
Desde luego, la prensa local y nacional se hicieron eco del suceso, como El Pueblo, La Lucha y La Discusión, y en este último José Muñiz Vergara, conocido como “El capitán Nemo” y oriundo de la región donde deambuló Barajay, bautizó a este último como “El Hombre de las Cavernas”. Muñiz narró las peripecias de nuestro personaje y añadió que lo primero que hicieron quienes lo acogieron fue bañarlo y vestirlo “como Dios manda” y que el pobre hombre se desmayó luego de tomarse una sopa caliente.
Un poco antes se divulgó el caso del isleño canario Fernando Ruiz Amaro, soldado de la tropa de Maceo. Ruiz desertó en Pinar del Río en plena campaña bélica y vagó escondido por los montes pinareños hasta el año 1901, pero su aventura no puede compararse, ni por asomo, con la odisea que vivió Barajay.
Se desconoce la fecha de la muerte del Pelú e incluso se especula que al no adaptarse a la vida civilizada retornó a los montes y no se supo más de él. Un monumento dedicado a él se encuentra en las inmediaciones de Mayajigua, obra del artista Osneldo García.
Fuentes:
Orlando Carrió: Los hijos de la Luna. Editorial José Martí. La Habana, 2012.
Samuel Feijóo: Mitología Cubana. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 1986.
José G. Quintas: Historia Anticuaria de alucinados, fantasmas y bandidos. Editorial Ávila. Ciego de Ávila, 1998.