Con casi 50 años de edad y una carrera en Derecho terminada en Cuba, Alicia está trabajando en la construcción de un edifico de 30 plantas en el norte de Moscú. Es parte de un grupo de 25 cubanos (7 hombres y 18 mujeres) que desde hace alrededor de un mes laboran allí, en las tareas más duras.
Sin contrato, estabilidad ni protección, reciben como único beneficio el pago de 1800 rublos (unos 20 dólares) cada día al cabo de más de 10 horas de trabajo intenso, si los jefes consideran que lo han hecho bien y, por supuesto, si antes no los detiene la policía.
Es lo que ocurrió pocos días atrás. “Llegaron de pronto, sobre las 12 y media, vestidos de civil. Estábamos limpiando cristales en ese momento; otros estaban dando mandarria a los techos o raspando pintura”, cuenta Alicia.
“Subieron directo para el piso 25, que es donde cogieron a 7 de los muchachos. Ellos nos avisaron a los demás y bajamos corriendo y nos escondimos fuera, en un local pequeño donde casi no cabíamos, temblando del miedo. No sabíamos qué iba a pasar con nuestros compañeros. A ellos no los maltrataron pero se los llevaron detenidos. Los demás estuvimos 5 horas escondidos. Cuando nos avisaron que se habían ido fue que pudimos salir”, recuerda pasado el susto.
“Fue un día terrible, todos estábamos muy nerviosos. Una que estaba conmigo tiene a su niño aquí y paga para que se lo cuiden para poder ir a trabajar. Esa mujer estaba con el corazón en la boca, porque si te detienen te pueden dejar preso o deportar”, explica Alicia.
“Los muchachos nos contaron luego que los sentaron en el piso, y a las 3 y pico los obligaron a hacer como si estuvieran trabajando, sobre todo a las mujeres, para hacerles fotos. Esa ya es una prueba irrefutable para ser deportados, pero esas fotos fueron bajo coacción. No los dejaron grabar tampoco. No podían hacer nada más, antes le habían dado una golpiza a un tayico que se negó. Ellos son muchachos muy decentes, que no están acostumbrados a ese tipo de maltrato, e hicieron lo que les dijo la policía”.
“Fue uno de los días más tristes de mi vida en este país”, dice esta mujer que se ha convertido en una especie de madre para sus compañeros más jóvenes. “Estuve pendiente de mis muchachos hasta que los soltaron tarde en la noche, gracias al ruso jefe de la obra, que se portó bien y pagó para que los dejaran ir”.
Detenidos en la incertidumbre
Ileana no tuvo tanta suerte. A ella, su esposo y un amigo los detuvieron en el aserradero en el que trabajaban, en las afueras de una pequeña ciudad a 300 km de Moscú, y fueron a dar directo a un centro de reclusión temporal para extranjeros, donde se encuentran desde hace casi un mes.
“Nos hicieron el juicio y nos dijeron que íbamos a salir deportados, y que si conseguíamos el dinero del pasaje sería rápido. Pero ya lo tenemos y nada. La embajada cubana nos dice que todavía no aparecemos en las listas de deportación, que ellos no tienen notificación de que estamos presos. Les dimos los datos y ellos llamaron, pero no hemos sabido nada más”, explica desde allí.
Las condiciones del lugar son aceptables, pero “la comida no hay quién se la coma”, refiere y manda una foto de una ración de alforfón, cereal con un gusto peculiar no acostumbrado para el cubano medio. Pero lo que peor lleva es el aislamiento. “Me pusieron sola en un cubículo, separada de mi esposo y su amigo. La soledad es terrible. Solo veo a otras personas cuando me sacan unos minutos al patio”.
En medio de la incertidumbre sobre cómo y cuándo se resolverá su caso, les han ofrecido varias veces una “solución“.
“A mi esposo y al otro muchacho les han ofrecido alistarse en el ejército para ir a la guerra, les han dicho que les darían papeles y dinero; aunque no a mí, pues no estamos legalmente casados. Pero no queremos eso. Tengo una niña prácticamente sola en Cuba, menor de edad. Ya llevábamos casi dos años aquí, pero lo único que quiero ahora es regresar”.
Ileana, que no es su verdadero nombre, termina pidiéndome que no publique datos ni imágenes suyas que permitan identificarlos. “Mi esposo tiene miedo de que tomen represalias. A otro preso le rompieron el teléfono por pedir ayuda”.
Parte de un problema mayor
No se trata de hechos aislados ni son los cubanos un objetivo específico. Las operaciones van dirigidas en primer lugar contra los cientos de miles de inmigrantes de los países de Asia Central que conformaban el territorio de la extinta Unión Soviética y que históricamente han ingresado a Rusia y conformado comunidades de millones, muchos de ellos también por vía irregular o sin los permisos requeridos.
La semana pasada, en una redada en los almacenes moscovitas de una cadena de supermercados y de la tienda en línea Ozon, una de las mayores de Rusia, fueron detenidos 57 migrantes que trabajaban de manera ilegal. Así lo informó a la agencia Tass el jefe del departamento de información y relaciones públicas de la Dirección General del Ministerio del Interior de Moscú, Vladímir Vasenin.
Después el tribunal del distrito de Nikulinsky declaró a los migrantes culpables de delito. Fueron multados, y 44 de los infractores serán expulsados de Rusia con la consiguiente prohibición de entrada al país durante cinco años.
A los empresarios que contratan migrantes de forma irregular también puede exigírseles responsabilidades en virtud del artículo 18.15 del Código de Infracciones Administrativas de la Federación Rusa (“Infracciones al atraer a ciudadanos extranjeros a la actividad laboral”). Los transgresores se enfrentan a multas administrativas que oscilan entre 400 mil y 1 millón de rublos (entre 4 mil y 10 mil euros aproximadamente).
Muchos de los miles de cubanos que se encuentran de forma irregular en el país consiguen trabajo ocasional —y por lo general precario— en almacenes o en labores de limpieza en supermercados u otros puestos que no exijan alta preparación ni especial dominio del idioma. Los conocidos como “magacines” (por la palabra tienda en ruso, “magazin”) son foco de atracción para las autoridades, que conocen estas prácticas.
“A una amiga en mi renta la cogieron trabajando en un magacín y junto con ella todos los que estaban alrededor. Aunque no los deportaron de momento, les pusieron orden de deportación y los dejaron dos días presos”, cuenta un cubano en un grupo de WhatsApp.
“La demanda de inmigrantes se centra principalmente en la mano de obra poco cualificada, en el sector servicios, así como en la mano de obra calificada en la industria y la construcción“, expuso la viceministra de Trabajo y Protección Social, Elena Mujtiyarova durante el reciente Foro Económico Internacional de San Petersburgo.
“Dado que los trabajadores extranjeros no compiten con los ciudadanos rusos y nos permiten resolver tareas necesarias para la economía, entendemos que se debe atraerlos a estas áreas“, dijo.
La viceministra añadió que se espera que la cifra de migrantes aumente un 15 % este año, y que es necesario desarrollar mecanismos de atracción adecuados y regulares.
Mientras tanto, los migrantes están expuestos a la corrupción, las estafas, los excesos policiales, la persecución, la vulneración de derechos, y hasta la presión para unirse al ejército. No obstante, muchos siguen viendo Rusia como una oportunidad para conseguir lo que no tienen en sus países y salir adelante.
Los cubanos no son la excepción, aunque en la mayoría de los casos se mantengan, a veces durante años, en la ilegalidad y viviendo literalmente al día. Con la espada de la deportación colgando permanentemente sobre sus cabezas.
Comparados con los de la isla, los migrantes de la ex repúblicas soviéticas tienen enormes ventajas, ya que por lo general conocen el idioma y existen las vías para su regularización. Los cubanos en ese sentido juegan con las de perder, por la imposibilidad de conseguir los permisos necesarios para trabajar, o la residencia; además de la brecha cultural e idiomática.
Aun así, son miles los que se levantan buscando cómo ganarse el techo y el pan del día, además de, muchas veces, mantener a los suyos en la distancia.
“Todos somos madres y padres de familia entre los 20 y los 50 años. En Cuba casi todos éramos profesionales; entre nosotros hay doctores, enfermeras, profesores… Pero tenemos hijos que mantener, y por eso necesitamos trabajar. No nos podemos cansar”, explica Alicia. “Tenemos miedo, pero es más grande la necesidad de sobrevivir aquí, de pagar la renta, de comer y de mandarle dinero a la familia en Cuba”.