Era la primera vez que un Papa viajaba a la ciudad oriental de Holguín. Eso, a pesar de que allí le consagraron un monumento al primero de los tres obispos de Roma (Juan Pablo II) que han venido a Cuba para tocar con sus propias manos al pequeño archipiélago. Eso también a pesar de ser la nororiental región uno de los feudos católicos más importantes del país.
La euforia de los más de 150 mil asistentes a la segunda misa del Papa Francisco en Cuba fue notable. No solo los holguineros, sino los viajeros de otras provincias que quisieron ser peregrinos y viajaron en ómnibus y trenes facilitados por las autoridades incluso desde el centro del país, se encargaron de completar el brillo de la celebración.
Quizás para solidarizarse con ellos, Francisco confesó en su homilía ser “hijo y peregrino” de la Virgen de la Caridad del Cobre, esa misma Cachita que fue encontrada en la Bahía de Nipe, hoy provincia de Holguín, y referencias a la cual abundaron en el encuentro:
“Los ojos misericordiosos de la Virgen de la Caridad del Cobre velan por cada uno de ustedes, de sus casas, de sus familias y de las personas que pueden sentir que no hay lugar para ellas”, le dijo el Papa esta vez a los cubanos.
El jefe de la Iglesia católica aprovechó su intervención para calificar de “grande” el esfuerzo y sacrificio su institución aquí, para llevar a todos, incluso en los lugares más remotos, “la palabra y la presencia de Cristo”.
Por eso dirigió una mención especial a las llamadas Casas de Misión, pequeños locales ubicados en barrios y bateyes que permiten a muchas personas, dada la escasez de templos y sacerdotes, tener un espacio para el ejercicio de su fe.
Escuchándolo estaba el presidente cubano, Raúl Castro, anfitrión puntilloso en cumplir la promesa de acompañar a Bergoglio en sus misas cubanas. Bajo el sol de su provincia natal, la cortesía política siguió matizando el clima.
“Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos”, aseguró Francisco en su alocución. Poco después la frase fue leída en clave política por muchos medios de comunicación, ansiosos de encontrar las referencias políticas que el Papa astutamente sigue eludiendo en su viaje cubano.
Para reafirmar la vocación vaticana de evitar entuertos, el vocero Francisco Lombardi, negó el supuesto contenido político de la declaración. “Jesús nos reta cada día a superar preconceptos”, reiteró.
Acostumbrado a dar golpes de efecto y tras reunirse con religiosos destacados en la región oriental a la hora del almuerzo, Francisco salió a caminar la villa. En un punto de su paso ordenó detener el Papamóvil en las afueras de la catedral de Holguín.
Allí, en lugar de dirigirse de inmediato al monumento a Juan Pablo II, terció el rumbo y se acercó a decenas de niños y enfermos que lo esperaban en el Parque frente a la iglesia. En su pose paternal posó la mano sobre ellos y pidió que le recordaran sus oraciones.
“Que el espíritu santo descienda sobre ustedes”, pidió luego desde la Loma de la Cruz, la empinada cumbre que descubre a sus pies el trazado recto de la ciudad de Holguín. El gesto simbólico y el arrobo de su presencia sellaron la estancia en la ciudad oriental. Francisco confortó su alma en esta breve visita.