Ando en plena contradicción sobre lo que rítmicamente han teorizado Celia Cruz y Laritza Bacallao. Lo sé, no es un buen momento para el debate, pero donde ellas ven el sí, yo veo el no. Recorramos lo que es en síntesis un carnaval…cubano. De esos que ya nos tocan la puerta. Y ni nos movamos, empecemos por la puerta.
Si usted tiene la malísima suerte de morar en zona de carnaval, le toca cargar con la cruz de que la entrada a su morada sea el baño público municipal. Por más que llame al diálogo y a la dignidad humana, Moscú no cree en lágrimas. Ni Moscú, ni el que lleva tres días colaborando con las arcas de la Empresa de Bebidas y Licores. A todas, llama la atención como la astucia nacional en plena asociación con la escasez de opciones estatales, ha desatado una especie de libre comercio con las necesidades fisiológicas. Las mismas tienen un precio que se adecúa a las características, por demás en una especie de remolque con llamativas pinturas en el exterior. Es muy extraño cuando se lucra con los dolores de estómagos ajenos. Incluso, el tour sanitario incluye ducha.
La opción pareciera muy higiénica si a unos metros de ahí, no estuvieran los puestos de pan con lechón. La mera cercanía solo desprende la inobjetable sospecha de que el vendedor pasó por el remolque y no exactamente por la parte de las duchas. Ante la duda, absténgase, como acertado slogan de bien público.
El otro objeto de un carnaval es caminar. Haga un repaso mental y admítalo. Sume y multiplique áreas comunes, bailables y recreativas, ha recorrido el kilometraje de la maratón olímpica y usted no va a Río. Ya sé que es igual de estresante, porque no es un simple paseo por el Prado. Se trata de avanzar entre cientos de personas que en su mayoría van contracorriente, ¿o no? Alcanzar la otra esquina te lleva horas. Agréguele a la multitud, unos 35 grados de temperatura y otro tanto de alcohol en un gran porciento del gentío y explíqueme ahora por qué la vida tiene que ser eso.
Algo positivo es el reencuentro. El Carnaval —como los entierros— tiene cierto poder aglutinador y la suerte te reúne con viejas caras. Pero ni así, mi canal de apuestas es más simple: levante el teléfono, envíe SMS o toque puertas. Los carnavales como los entierros no son el sitio para saldar deudas. La adrenalina del jolgorio y la culpa jamás darán la respuesta más sincera. Un amigo es un hermano no lo someta a semejante acto.
Punto aparte: los niños. En su mágica inocencia cualquier “cacharro” les parece el último grito de la tecnología. Otra vez los precios y la oferta. Algún padre exigente tragará en seco, negará lo que está viendo y continuará camino. Si su hijo lo permite, agregaré. En todo caso ármese de biblia y rosario, y rece. En ese mismo sitio, un tatuador experto simulará rellenar a sus pequeños de tribales, Spiderman o cualquier otro heroico de Disney. Abuela diría que hay gustos que merecen palos. Gustos y padres. Ya me dirán que es lo único que existe y los niños se divierten. ¿En serio?
Principio y contradicción. Los argumentos que arguyen los que sostienen la tesis del “disfrute” carnavalesco, disculpen, se desmontan por ellos mismos. El verano no se hizo para tumultos y la estación te lo refrenda en cada jornada. Acaso la época del año que más te desnuda, te sincera contigo y los tuyos. Lo del salvajismo del siglo XXI te remite una y otra vez a Roma y el antiguo (actualísimo) axioma de “pan y circo”.
La gente desarrolla alergias incurables. Algunas incluyen camarones y langostas. Esas como supondrá son fáciles de mantener a raya.
Otras, serán a esta mala suerte de coexistir entre la cerveza de pipa, el escándalo multiplicado, el arrollador barullo de un palo y una lata, el sudor, la orina y el olor a refrito. Más de tres días es un acto reivindicado por ISIS. Ojo, siempre habrá quien prefiera azotarse. Cada quien es dueño de sus cicatrices. A mí no me gustan ni el queso ni los carnavales.
Este articulo t quedo mejor q aquel donde tu abuela t dejo con una jaba d mandarinas y se fue a conversar a la funeraria,es verdad los carnavales de nuestro pais son un martirio en vez d disfutrar se sufre,todo carisimo,las broncas,la cerveza d pipa intomable,el gentio,a la hora d irse no hay transporte en fin mejor quedarse en casa
vaya, está bien este artículo !!!
es cierto que muchas escenas de los carnavales son sencillamente dantescas
Excelente Mayli, en lo personal siento pavor por los carnavales. En Cienfuegos son en agosto y en esa época siempre llueve y entoces es peor, los orines, la lluvia, la cerveza de pipa o de calabaza (no sé por qué la llaman así)… El pan con lechón expuesto a las condiciones del clima y las bacterias… Los baños públicos, antes se armaban en plena calle y ahora son ambulantes, ufffff, un horror, eso no es cubanía ni costumbre, mucho menos idiosincracia. No creo que Don Fernando Ortíz lo mencionara alguna vez… En fin, buen tema, sigo la columna. Espero que entre las medidas de ahorro supriman los carnavales!!!
Me parece muy pesado el artículo, sobre todo con quienes ¨prefieren azotarse¨ como dice la periodista; aunque creo es una definición muy mal hecha. Si te gusta, no es la sensación de azote lo que percibes, los azotes no se disfrutan, en cambio los carnavales, para muchos, sí. Es tan difícil considerar eso? respetarlo? No se hace un periodismo digno cuando se es hiriente en vano, cual es la intención? que la gente no asista más a estos espacios y de paso se evitan otros los malos ratos que para ellos traen estos días? cual es la solución? Me parece muy bien la denuncia de tales problemas en las fiestas más populares de Cuba, lo que no comparto es lo radical que se puede llagar a ser con una tradición tan multitudinaria como los carnavales y con todos los que disfrutamos de ella, solo por un ¨gusto¨ personal. En realidad depende de la calidad de persona de quien escriba, quizás el trabajo en intención haya sido mejor, aunque ciertamente no cumple propósito, por lo menos para los que no reflexionamos con él, porque el lenguaje tajante nos tiene indignados o porque una vez terminado ni siquiera encontramos respuestas a tantas dificultades. Me parece superfluo y egoísta el trabajo, mis disculpas a quien pueda herir, me tomo las atribuciones de la autora, ella me dijo masoquista, y no me gustó.
La verdad yo creo que los carnavales tienen una función social y cultural determinada, podría explicarla pero no es el espacio, quizás un día escriba sobre ello, yo también voy a ser periodista.
Es curioso. A los gustos los colores, pero hay que ser responsable con lo que escribimos, eso me enseñan los grandes. A mi me gusta el queso, y también los carnavales.
Recuerda que muchos los esperan como lo más emocionante de su año: por pobreza, por hábito o porque sí. No hay por qué herir ni tratar de subnormales a quienes van al carnaval con sus niños de la mano. Lo sé, esto es una crónica, obviamente subjetiva, o sea, es tu subjetividad lo que inspira, pero cuidado con tus palabras. Cosas más surrelistas se ven cada día, y no sería raro que el propio perro se muerda el rabo. !!!Quién sabe si algún día nos encontramos en pleno carnaval!!!! Greetings from Canada 😀
Eres buena mi amiga.. Describe el carnaval completamente…
Suele ser deprimente el carnaval habanero, desde hace años.