Ha diseñado carteles, trajes de novia, trajes de carnaval, trajes de espectáculos, pamelas, gorros, tiaras, escenografías, carrozas. Ha trabajado con tela, hilo, madera, metal, plástico, cuero, cartón. Ha marcado teatros, bodas y pasacalles… pero no ha terminado.
Ahora mismo, sin usar un clavo, ha levantado en las plazas y calles principales los tótems del carnaval de Santiago de Cuba. Muñecos polícromos, máscaras, instalaciones que cuelgan del aire, luz, en uno de los festejos populares más reconocidos dentro y fuera del país.
“Siempre he dicho que el trabajo del diseñador y realizador del mundo del espectáculo puede ser tan duro como ir a la caña. La gente dice que es muy hermoso lo que ve, después de terminado; pero detrás hay un esfuerzo enorme”. Lo asegura José de Jesús Limia Castillo, a quien todos conocen por Pepín. .
En los Almacenes Inclán, con su implacable tía Noemí, bebió de un golpe la fantasía y a los 16 años ganó su primer reconocimiento en el diseño de vidrieras. Para lograr el glamour, el brillo, se le ocurrió recortar las etiquetas de la cerveza Hatuey. Inicios de los sesenta, son años duros.
¡Pepín ha partido el cristal! El grito se esparció por todos los rincones de la ciudad, mas era cuestión de fijarse mejor. Tomó el maniquí y le colocó una farola en la mano. El diseño dividía el objeto y colocaba una parte fuera de la vidriera. Ese “escándalo”, curiosamente, acabó por reafirmarlo.
Su destino pareció girar cuando años más tarde se integra al Orfeón Santiago. Había comenzado en la música por diversión con un trío de amigos; mas bajo la dirección del mítico Electo Silva, lo tomó en serio y permaneció en el coro por diecisiete años.
Puede cantar las canciones sin titubear, puedes pedírselas; esas y las del cuarteto Proposición Cuatro —que formó a fines de los ochenta―, junto a la inolvidable Eva Griñán, Miguel Guilarte y José Aquiles.
Verle con el título de la Academia de Artes Plásticas José Joaquín Tejada, a nadie le extrañó. Lo que dejó estupefactos a muchos fue el concurso del cartel del carnaval en 2003. Limia ganó el primero, el segundo y el tercer premio. Síntesis y exhuberancia.
Cuando otras piezas resultaron galardonadas en Bulgaria y España, ya no hubo más que aplausos.
Volvió a competir consigo mismo en unos carnavales de su ciudad natal. Las comparsas de La Textilera y La Placita —ambas―, contaban con diseño de su creación. Pocos lo sabían. La algarabía fue mayúscula cuando decretaron el empate.
“Soy un colorista, soy santiaguero. Me gustaban una serie de combinaciones porque lucían bien al ojo, por algo que se tiene dentro que es de uno; pero la escuela te da los argumentos, sustenta tus ideas.
“He estudiado los estilos, las épocas, la cultura cubana, y en cincuenta años de trabajo, tengo ya una pequeña biblioteca. Cada vez que te enfrentas a un cartel, a una comparsa, a cualquier cosa, primero tienes que estudiarla”.
Sin secretos
De su casa, en el Reparto Sueño, salieron los elementos escenográficos y los aditamentos del vestuario del primer espectáculo del Cabaret Tropicana Santiago (1991), del cual sería diseñador general durante una década. Rojo, blanco y oro. Esos colores le abrieron la puerta a una carroza-espectáculo hasta el Carnaval Caribana de Toronto (1993), con las bailarinas de Tropicana Santiago y la orquesta Los Karachi.
La concepción de la carroza era la de un jardín con orquídeas gigantes y cada bailarina representaba a una flor diferente. Un equipo integrado por Manolito García Caluff, Rodolfo Seoane y Limia, trabajó duro. En medio de la tecnología, los anfitriones miraban asombrados cuanto se podía lograr de forma manual, empatando aquí, colocando allá.
El desfile tenía lugar todo el día, bordeando el lago Ontario. De 7:00 de la mañana a 7:00 de la noche. Casi sin parar. Llegó un momento en que las bailarinas tuvieron que echarse cerveza en los pies para poder seguir.
Julio. Santiago de Cuba. El carnaval revienta. Cerca de los 69 años que cumplirá este 19 de septiembre, Pepín Limia sigue mirando a los ojos cuando habla:
“No me gusta guardar secretos. Lo que he aprendido a golpe de mocha, se lo enseño a mis alumnos, eso me obliga a superarme. Y no puedo dejar de agradecer a dos personas que han sido mi brazo derecho y mi brazo izquierdo: Ercilia Renté y Joel Bauta.
“Me ha tocado trabajar con lo que tengo a mi alcance, descubrir todo lo que me pueda servir. No he podido sentarme a esperar, mi vida ha sido convertir la escasez en arte”.