En 2020 la parranda de Remedios cumplió 200 años; pero lo hizo sin la merecida celebración por causa de la pandemia. Las ediciones de los dos últimos años fueron suspendidas. En 2022, en los barrios San Salvador (Gallo) y El Carmen (Gavilán), se propusieron reanudar los trabajos en las respectivas naves parranderas.
Diciembre se convirtió en el habitual hervidero para los remedianos: jóvenes, adultos de diferentes edades y afiliados a sus respectivos bandos se empeñaron en labores de carpintería, decoración de vestuarios, atrezo, electricidad, carrozas, confección de faroles, fuegos artificiales y música.
La bicentenaria parranda
Los remedianos no han querido perder la fiesta arraigada desde 1820. Entonces se dieron los primeros encuentros, protagonizados por el párroco Francisquillo. El padre convocaba a muchachones para que hicieran bulla y festines hacia los ejidos norte y sur del territorio en las frías noches del 24 de diciembre, para atraer feligreses a las llamadas misas de Aguinaldo. A partir de la fecha, se fue haciendo tradicional y ha llegado a tener fama internacional por su singularidad y solvencia popular.
Con el decursar del tiempo se impone el ambiente de competitividad y se desarrollan los diferentes elementos artísticos populares. Semanas antes de las Nochebuenas comenzaban a aparecer los artistas de pueblo, protagonistas de los frentes de la parranda. La tradición se irradió además hacia zonas aledañas a Remedios.
Remedios en diciembre
A la gente en la octava villa le puede faltar cualquier cosa menos la parranda; así se escucha decir a menudo en la ciudad. Es vital para el pueblo remediano, que espera con ansiedad el acontecimiento.
Debido a la crisis económica y probablemente a una mala planificación de las autoridades, este año se redujo enormemente el presupuesto dedicado a la tradición: los integrantes de ambas directivas se vieron obligados a disminuir la cantidad y las dimensiones de los atractivos, así como restarle recursos que son imprescindibles.
No obstante, se acudió a gestiones de los parranderos y a ayudas de remedianos residentes en el extranjero para realizar la parrandita infantil.
Han sido semanas de jolgorio, como siempre, en espera de la fiesta. Allí, en cada área del parque central descansaron los armazones. Llegaron las grúas y el gentío disfrutó a cada instante del ensamblaje de las piezas de los trabajos de plaza y las carrozas. No cesaban las discusiones de los seguidores en defensa de sus barrios. El estrés por finalizar cada detalle fue constante, como siempre ocurre.
Antes del comienzo de las apariciones artísticas, al caer la tarde, se vieron muestras de voladores de ambos barrios que animaron a los espectadores en los alrededores del centro histórico de la villa.
La Nochebuena en la cuna de las parrandas
Las 10 de la noche del día 24 de diciembre fue la hora en que tuvo inicio el gran espectáculo. Este año le tocó a los parciales de El Carmen. En la apertura, sorprendentes bengalas multicolores con cascadas artísticas homenajearon a inolvidables parranderos.
Prosiguieron las entradas de morteros y fuegos artificiales. Junto a la iglesia mayor, lugar del trabajo de plaza, con tema marino, no cesaba la algarabía ensordecedora de los espectadores.
Por el costado del Hotel Mascotte, el barrio San Salvador alumbraba su trabajo de plaza “Yacuruna, el hombre de río”, dedicado a una leyenda amazónica en conexión temática con la carroza.
La noche estuvo colmada de polkas y congas de carmelitas y sansaríes alternando cada bando aproximadamente sesenta minutos.
Los artilleros de los barrios irrumpieron con la acostumbrada intensidad de fuego parranderil durante toda la madrugada. Se concretaba así la pugna amistosa hasta llegar al horario de salida de la carroza de El Carmen, que impactó con una representación de fantasía marina. Lucimiento de personajes con encarnación de imágenes inertes predominaron entre los azules y verdes del mar.
Un recorrido rodante de euforia popular figuró con movimientos de banderas y gavilanes. Se escuchó el bullicio desmedido y jubiloso que culminó con giro victorioso hasta el centro del parque.
Los defensores de San Salvador presumieron de su exquisita carroza. La roja banderola del gallo radiante acechó junto a sus entusiastas sansaríes hasta descansar con un final triunfante frente a sus adversarios.
Por las conocidas calles Máximo Gómez (paradero) y Avenida Solidaridad la música y las ofertas gastronómicas complementaron el festejo; pero los precios, inalcanzables para la mayoría, obligaron a disfrutar solo del desarrollo de la parranda.
Fanáticos y parranderos de la octava villa
Alejandro Calzada es el diseñador de la carroza de San Salvador. Reside desde hace unos años en Miami. Dedicó varios días a visitar la nave remediana en la que se confeccionaba su obra. Viajó para ver a su familia y tocar de cerca detalles del tema amazónico que propuso. “No es fácil vivir sin la parranda. Llevo más de treinta ediciones parranderas en estos menesteres dando mi arte y no puedo dejar de crear para esta tradición de mi pueblo que me apasiona”.
Entre el tumulto de los carmelitas se mantuvo casi toda la parranda Asunción Buzain. Sobrepasa los 70 años. No hay quien le hable mal de su barrio, El Carmen. Con voz tomada se le escuchó decir: “Yo vivo esperando el 24. Conmigo no hay frío, enfermedad ni nada que me impida arrollar con mi gavilán. Mi esposo, Pimpo, era de San Salvador. Él tenía que irse de la casa porque no podíamos ni mirarnos por estos días. Desgraciadamente perdí a una hija por fuertes quemaduras en una parranda. Lo sentí en el alma para toda la vida; pero cada año tengo que estar aquí rindiéndole homenaje. Para mí la parranda y el barrio El Carmen es una manera sana de sentirme viva”.
Amanecer con la tradición
Pasadas las 4 de la madrugada reapareció el ardor pirotécnico, arrollador hasta la claridad de la mañana del 25. Las voces se habían vuelto roncas de tanto vociferar. Las congas con los más fieles seguidores de los barrios amanecieron por las calles en celebración de triunfo, característico gozo de parranderos y foráneos.
Los fanáticos de El Carmen, con el simbólico gavilán, y de San Salvador, con el gallo, vieron ganar a sus barrios. Como hace más de doscientos años, pocos aceptan la derrota. Aunque las evidencias favorecieron a los sansaríes, todos festejan victoriosos.
Los hijos de Remedios, cuna de las parrandas en Cuba, declaradas en 2018 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, rescataron su identidad y tradición ante los ojos del mundo: la muchedumbre alivió en parte sus penas cotidianas con el retorno a la pasión.