Votaciones en la ONU, una vez más contra el bloqueo

La votación en Naciones Unidas contra el bloqueo de Estados Unidos a Cuba no sufrió ni un cambio. Esta vez, al igual que en 2013, se repitieron los números y los votos: 188 a favor, 2 en contra (Estados Unidos e Israel) y 3 abstenciones (Islas Marshall, Micronesia y Palau).

Varios fueron los países y bloques regionales o de intereses que se afincaron otra vez en el “No al bloqueo”, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), los integrantes del Mercado Común del Sur (Mercosur), el Movimiento de Países No Alineados, el Grupo de los 77 más China, la Unión Africana y el ALBA.

Por vigésimo tercera vez, el mundo condena esta política que, recientemente, hasta el New York Times ha considerado “insensata”.

Las votaciones a favor del proyecto de Resolución A/69/L.4 -llamado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”- a pesar de no tener carácter vinculante en las Naciones Unidas, se realizan en un contexto de reformas económicas, políticas y sociales que han sido llamadas oficialmente como “Actualización del modelo económico”.

A este contexto se suma, según expresó el Ministro de Relaciones Exteriores cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, “los sondeos de opinión que muestran el apoyo creciente y mayoritario de absolutamente todos los sectores de la sociedad norteamericana al levantamiento del bloqueo y a la normalización de las relaciones bilaterales”, que tuvo una de sus expresiones en la publicación de la encuesta realizada por el respetado centro de investigaciones Atlantic Council, en la que un 52 por ciento de los norteamericanos encuestados está a favor de un cambio de política hacia Cuba.

Rodríguez Parrilla reconoció además que luego de “ las medidas, limitadas pero positivas, del 2009 y 2011, sobre las visitas familiares, las remesas de los cubanos asentados en su territorio y los viajes de determinadas categorías de ciudadanos estadounidenses para intercambios de diversa índole, se ha ampliado a otros temas el diálogo a nivel técnico y se ha incrementado la cooperación en áreas como el enfrentamiento al narcotráfico, al delito trasnacional, al tráfico de personas, en la prevención de derrames de petróleo, en la búsqueda y salvamento de personas, en la seguridad aérea y de la aviación o ante hechos específicos.”

Sin embargo, estas acciones –concretas– no son las únicas que se han realizado en los últimos años y sobre todo en meses recientes, pues varias declaraciones de empresarios y políticos de Estados Unidos, incluyendo a la propia ex Secretaria de Estado Hillary Clinton en su libro de memorias, han coincidido en la necesidad de eliminar las medidas contra Cuba y acercarse a la isla que, cada vez más, se dibuja como un escenario propicio para las inversiones y posibilidades de negocios estadounidenses. El New York Times, además, ha dedicado varios de sus editoriales de las últimas semanas a analizar la cuestión cubana en la política norteña.

Aun así, también ocurre que Cuba fue incluida otra vez en la lista que Estados Unidos actualiza cada año de naciones que patrocinan el terrorismo, lo que entre otras cosas, activa la ley norteamericana de no comercio con el enemigo. Unido a esto están las multas que el Departamento de Estado de Estados Unidos ha aplicado con mayor vehemencia desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca y que ascienden, en el último período, a 11 mil millones de dólares, impuestas a 38 bancos de diferentes países, incluido el BNP Pribás, con una multa cercana a los 9 mil millones de dólares.

Esta vez, las votaciones en la ONU repiten lo que hace ya 23 años está más que claro para la comunidad internacional y que, para los sectores duros de la política norteamericana aun no resulta viable por muchas razones, y que ninguna tiene que ver con el bienestar del pueblo cubano, aunque el presidente Barack Obama tenga facultades para suavizar ciertas medidas: el Bloqueo/Embargo contra Cuba no ha logrado su finalidad de “cambio de régimen” y perjudica, incluso, a varios sectores de la economía estadounidense, que dejan de ingresar varios millones de dólares por inexistencia de relaciones diplomáticas y económicas con la isla.

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