Este 2022, cuando la Nueva Trova celebra cincuenta años de creación, conversamos con Ariel Barreiros, seguidor del movimiento y uno de los trovadores cubanos menos mediáticos. Hasta cierto punto ha debido pagar el “fatalismo geográfico” de vivir lejos de la capital. Pero su “anonimato” se derrumba cuando uno descubre sus temas. Pueden ser “Paula”, “Quinto regimiento”, “Medio lento”. Cuando usted escucha “Niña” comprueba que Barreiros no puede estar oculto.
Nació en 1971 y aproximadamente a los 20 años, según cuenta, empezó a escribir sus primeras canciones. De aquel grupo de temas, tres o cuatro pasaron la “prueba de fuego” y lograron sobrevivir. Aunque quiso estudiar Licenciatura en Inglés, fue la guitarra quien decidió por Ariel Barreiros.
“Nunca me propuse, seriamente, terminar siendo un trovador de este país. Era un estudiante más que agarró la guitarra para entretenerse y ‘facilitarse’ la manera de conectar con las muchachas en el preuniversitario. Luego descubrí a Silvio Rodríguez y gracias a ese alumbramiento me convertí en una ‘victrola’: cantaba todas sus canciones (…) Yo era un muchacho bastante tímido, con pocas facilidades de comunicación (todavía no las tengo) y la guitarra fue un refugio. Después me fui enamorando del oficio y hasta abandoné otros, como el de relojero, del cual viví veintidós años”.
Contrario a otros creadores, durante los largos meses de encierro por la pandemia, Ariel Barreriros decidió encerrarse sin agarrar aquella guitarra que un día le regaló el mismísimo Fidel Castro después de una presentación en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en los 90.
Recientemente la casa discográfica Colibrí asumió la grabación del DVD con la obra de Ariel Barreiros. La idea partió del multipremiado productor Enrique Carballea, quien asume junto con Samuel Burgos la producción musical de Cruzando los dedos, título de material. La dirección de filmación y fotografía corre a cargo de Francesco Meliciani; mientras que la grabación, mezclas y máster están bajo la responsabilidad de Orestes Águila.
Prendido a su natal Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, Ariel asume la creación musical como una necesidad y es lapidario al respecto:
“No hay que poner la trova en ningún altar, es un error de concepto que ha ido de un bandazo a otro. Siempre nos tienen en un punto límite: cuando no nos censuran o nos sacan de las radios y televisiones, nos sobreexponen y les da por poner trova y trova. Ahora estamos en un punto medio. Se está logrando que en la televisión exista presencia de trovadores”.
“Y, aunque la trova sea un movimiento que define mucho en la música cubana, hay otras músicas muy hermosas que necesitan promoción, discos, estrellas. Los trovadores a veces creemos que todos somos Silvio Rodríguez y nos merecemos más reconocimiento que el bolerista o el sonero. Dedícate a que tu canción te salga lo mejor que puedas. Ahí empieza el trecho para lidiar con la promoción, el negocio… No voy a ser infeliz porque no tenga una banda detrás o porque no llene un estadio. Yo agarré una guitarra, canté y hubo gente que aplaudió con ganas, ¡eso es ser un trovador! De ahí para adelante es Jesucristo Superstar. Yo vine a cantar, no a cobrar”, afirma.
¿Cómo te enfrentas a la polémica desde tus canciones?
A veces es un recurso ponerse “polémico” para lograr cierto estatus o, incluso, niveles de público que quieren escuchar declaraciones de principios en las canciones. Yo tengo temas polémicos. Nacieron en un momento en el que yo estaba dolido o me estaban pasando cosas, y eso fue lo que canté. Sin embargo, a esa fase le siguió una canción tierna de amor. Después se me ocurrió cantarle a lo que hizo mi abuelo en la Guerra Civil Española. Le he cantado a muchas cosas, a muchos problemas y a veces solo canto por cantar. Yo tengo uno de los oficios más lindos y no voy a comerciar con lo que amo.
¿Tampoco eres trovador por encargo?
He hecho cosas por encargo; no tengo problema con eso, solo que es riesgoso. Hay que tener suficiente sangre fía y decencia musical para que te encarguen una cosa, la hagas, la termines, tengas casi el dinero a la mano y decir después: “No, esa canción no sirve”.
Los trovadores también necesitan del espectáculo y los grandes escenarios que, en su mayoría, están en la capital. ¿Por qué no decidiste vivir en La Habana?
Por un montón de cosas. Hace poco viajé a Inglaterra y a los días ya estaba loco por regresar. No sé si es arraigo, no lo sé explicar. Tampoco he hecho una canción fuera de ese lugar donde vivo (Aguada de Pasajeros). He aprendiendo a sobrellevar con trabajo la parte mala que me trae vivir en un pueblo. Quizá soy más viajador que muchos trovadores. A los habaneros, por ejemplo, les cuesta dar un concierto en Camagüey y a mí no; yo tuve que hacer mi carrera en la carretera, ese no es un problema. Así llevo treinta años cantando.
Pero puede ser agotador y atentar, incluso, contra la creatividad…
Los momentos en los pude dar ese paso fueron difíciles: llegó el Período Especial y luego, cuando nació mi hijo, todo se complicó. Pasaron los años después y me cuesta trabajo aventurarme. Y tengo algo a mi favor: yo no vivo en La Habana, pero sí tengo trabajo aquí. Tengo gente que me quiere.