La historia del cómic en Cuba abarca más de un siglo de existencia, con personajes que han quedado en el imaginario popular de generaciones de cubanos, un vasto universo gráfico de historietas para adultos y niños.
Personajes como El bobo de Abela, El Loquito (René de la Nuez), Liborio (Ricardo de la Torriente), Supertiñosa (Virgilio Martínez), y en la segunda mitad del siglo XX personajes como Elpidio Valdés, Chuncha, Chicho Durañón, Yeyín, El capitán Plin, Matojo, Cecilín y Coti y otros tantos del imaginario infantil, a quien se dedicó buena parte del desarrollo del cómic en Cuba luego de 1959.
Sellos editoriales como la Casa Editora Abril y Pablo de la Torriente Brau asumieron una parte de la producción nacional, situación que se ha revertido en los últimos años. Resulta difícil encontrar en la actualidad publicaciones impresas del llamado noveno arte en el país, aunque persiste el talento y la creación en las nuevas generaciones.
Existen nombres aislados, proyectos que potencian la creatividad en niños, adolescentes e ilustradores en ascenso, pero toda iniciativa queda en el aire si no se materializan proyectos, si los bocetos no pasan de una idea o aspiración personal hasta verlos publicados para el público cubano, ávido de “lecturas gráficas”.
La Vitrina del cómic cubano
En el año 2006, a raíz de la restauración del otrora edificio Palacio del Conde de Cañongo (San Ignacio 356, entre Muralla y Teniente Rey, La Habana Vieja), proyecto conjunto de la región de Valonia (Bélgica) con los estudiantes de la Escuela-Taller de la Oficina del Historiador de la Ciudad, se crea la Vitrina de Valonia, espacio dedicado al rescate y divulgación del noveno arte en Cuba.
“Siempre hubo una sala dedicada al cómic, con afiches e historietas, lo que aún no existía la biblioteca como tal, pero desde ese mismo año se realizaron clases magistrales de historietas con artistas belgas, quienes intercambiaban con sus homólogos cubanos que trabajan en publicaciones como Zunzún y Pionero“, comenta Lysbeth Daumont, directora del centro.
El vínculo patrimonial entre Bélgica y Cuba tiene a la historieta como elemento en común muy importante, de gran asociación con la cultura cubana y belga.
En 2008 se inaugura oficialmente la biblioteca del centro, pues ya existían los libros y ejemplares de ambas naciones, solo quedaba oficializar el espacio. Hasta la fecha es la única biblioteca especializada en historieta del país. “La mayor cantidad de ejemplares eran belgas, pero luego nos interesamos por conseguir, ya fuese por préstamos, regalos o comprados, ejemplares de diversas regiones”, añade Daumont, quien lleva vinculada al centro desde la fundación del centro de estudio.
Con el tiempo fue creciendo la convocatoria de los talleres, tanto para principiantes como para ilustradores e historietistas consagrados, quienes también comenzaron a participar de manera activa en las clases con los más pequeños, incluso aquellos que comenzaron como alumnos, se mantienen vinculados ahora como profesores, una continuidad que distingue el trabajo de la Vitrina.
Alexander Izquierdo, uno de los creadores de Rosa de La Habana, considerada como una de las pocas novelas gráficas cubanas publicadas, admite a partir de su trabajo en la Vitrina que “compartir mis experiencias exponenciales y otras a partir de las relaciones con historietistas de otros países, intercambiar experiencias con los más jóvenes, también retribuye en mi trabajo, uno enseña, pero también te enseñan a ti”.
En el año 2010 surge Crónicas urbanas, una antología moderna de historietistas cubanos publicada por la casa editorial belga Maison Autrique, que permite una mayor visualización de las actividades que se realizaban en el centro. De ahí surge la publicación Kronikas, publicación conjunta entre artistas de La Habana, Bruselas, Argel y Moscú, donde se trabaja el cómic desde el punto de vista patrimonial.
“Se trata de una revista donde se busca ficcionar el patrimonio, no solo de La Habana, también de otras ciudades como Argel, Bruselas y Moscú, cuya presencia se nota en los dos últimos números”, explica Daumont.
Por otra parte, Izquierdo señala que “en el caso de Kronikas, se me hizo un rollo muy grande en la cabeza porque tuve como que ‘desinstalar’ lo que creía que era la historieta e incorporar otras visiones. Trabajar el tema del patrimonio me ha reportado muchísimo porque era un área que desconocía, descubrí que existe un patrimonio tangible y otro intangible, que abarca muchas cosas y es lo que más me gusta, hurgar en eso que no se ve a simple vista para contar una historia”.
Otra de los aspectos a destacar del trabajo de la Vitrina es en la enseñanza de otras culturas del cómic, más allá de las escuelas norteamericanas y el manga japonés, de gran influencia en las nuevas generaciones, en especial este último. En ese sentido resulta vital mostrar a los más jóvenes el cómic europeo, “que se aprecia en los trabajos que presentan los jóvenes que han pasado por la Vitrina, con fuerte influencia de la zona franco-belga”, apunta el curador Alfredo Fuentes, creador del evento Artecómic de Camagüey.
Cada año el centro de enseñanza acoge alrededor de 10 muestras de graduados de los talleres y artistas cubanos y extranjeros, donde se puede apreciar el talento que surge y se va moldeando en la Vitrina de Valonia, institución única en el país.
¿Comic-con en Cuba?
Artecómic cumple este 2020 una década de creado, un evento que busca una mayor visibilización del noveno arte hecho en Cuba, así como vincular la historieta con otras manifestaciones artísticas similares, como las artes plásticas, el cine y la literatura, entre otras.
A partir de una iniciativa de Mark Kuster, presidente de Camaquito, ONG suiza radicada en Camagüey, quien propone al Consejo de las Artes Plásticas de la provincia realizar la exposición Suiza, país de cómics, la muestra logra tener éxito en el gremio. Fue este el punto de partida de Artecómic.
A partir de esta exposición, Alfredo Fuentes, curador y director del evento, comienza a indagar en la historia del noveno arte. “Fue un tema que me fascinó y me logró atrapar, entonces le hicimos la propuesta al director de la institución suiza, como un intercambio donde se visibilizara tanto la historieta de su país como la cubana”, comenta.
“Tratamos de dedicar la jornada a un país o zona cultural específica, que funciona mejor para el caso del cómic, por ejemplo, la tradición norteamericana influye mucho en Latinoamérica; Europa tiene sus campos característicos y Japón con el manga”, añade el también Licenciado en Historia del Arte.
Uno de los objetivos principales de Artecómic es potenciar el trabajo de nuevos artistas, “a través de las nuevas plataformas de comunicación: redes sociales, blogs especializados, tratamos de que se conozca todo lo concerniente a la historieta en Cuba, desde el punto de vista del arte, más allá del valor puramente comercial.”
Además de las actividades teóricas que presenta el programa cada año, se busca “que tenga una relación dialéctica con otras manifestaciones del arte, por eso el evento se llama así, para representar una simbiosis creativa, donde cine, música, artes escénicas se han mezclado en diversos proyectos y presentaciones diversas”, puntualiza Fuentes.
Resulta díficil establecer comparación entre este evento con otros festivales que se realizan en el resto del mundo, como la mediática Comic-Con en San Diego, California, en los Estados Unidos, uno de los más grandes eventos de esta manifestación a nivel mundial, junto con sus homólogos Comiket, en Japón, el Festival Internacional de la Historieta de Angulema en Francia y la Lucca Comics and Games en Italia.
Sin dudas, Artecómic es uno de los proyectos de mayor impacto dentro del panorama del noveno arte cubano, aunque adolece de una proyección mayor, pues necesita una mayor visualidad fuera del gremio de historietistas. A pesar de contar con la participación de artistas de varias provincias de la isla y otros provenientes de diversas latitudes del orbe, el evento necesita salir de la localía y contar con más visualización por parte de aquellos fuera del gremio, amantes del cómic, que no son pocos en el país.
Duchy Man Valderá, artista e historietista, comenta respecto al proyecto que lidera Alfredo Fuentes: “un evento como este tendría que tener alcance nacional, incluso internacional. He dicho anteriormente que debería tener un stand en la Feria del Libro (de la Habana) o un programa de actividades sobre el género en dicho evento, el de mayor visibilidad de su tipo en el país”.
Añade la ilustradora cubana radicada en Bélgica que “no se puede negar que, además del apoyo de las instituciones, el financiamiento es importante para ese tipo de proyecto. Artecómic podría perfectamente participar en festivales internacionales más acordes a nuestra realidad, el Festival Internacional de Historietas de Argel, por ejemplo, donde Cuba tiene una presencia estable desde 2010.
“Artecómic, al igual que la historieta cubana, tiene que resistir. Es la única manifestación constante de su tipo en Cuba y los implicados directa o indirectamente, deben dejar de lado regionalismos innecesarios para garantizar su supervivencia. Resistir y sobrevivir, con toda la violencia y el compromiso que implican ambos términos”, concluye la artista.
“Una cosa que ha hecho Artecómic -comenta Fuentes- es sacar ese ostracismo cultural a realizadores de otros lugares de Cuba. Hemos conectado a varios grupos de Holguín a otros de Santiago de Cuba, a un núcleo muy fuerte que hay en Sancti Spíritus, otro grupo fuerte de creación en Pinar del Río que se llama Gato Negro, a los de Matanzas que han creciendo de a poco y por supuesto en la capital”.
Una isla ilustrada
Varias son las influencias que median en la creación de historietistas, guionistas e ilustradores del cómic en Cuba, con diferencias y similitudes marcadas en cuanto a temáticas y estilos.
Como señala Alfredo Fuentes, los creadores de La Habana presentan mayores vías para acceder a una mayor cantidad de información referente al mundo de la historieta, además de mayoes medios de comunicación para difundir su obra, una verdad que no es particular de esta manifestación artística en particular.
Respecto al tema de las influencias y estilos, “hay distingos, por ejemplo, en Santiago hay una penetración del manga mayor, es el que más han visto los muchachos, también en la capital vemos esa incidencia, se pudiera decir que los espirituanos y matanceros trabajan un estilo más hacia el americano porque sus influencias culturales más directas han sido creadores con una fuerte influencia del estilo americano, como el caso de la obra del espirituano Osvaldo Pestana Montpeller (Montos), quien ha trabajado en la industria del cómic norteamericano”.
Continúa el especialista afirmando que “Pinar del Río tienen una tendencia más hacia lo experimental, se nota la influencia del cómic latinoamericano, de las escuelas argentinas; los holguineros es una mezcla entre influencias americanas con latinas: argentino, brasileño y mexicano”.
Haziell Scull, historietista graduado de la escuela de Instructor de Arte, comenta que la influencia del manga es notable en las nuevas generaciones. Al no existir una historieta de referencia en Cuba desde hace muchos años, las personas lo que hacen es consumir mucho anime y en un segundo plano historietas norteamericanas. Todo eso hace que lo que consumas es lo que reproduces en los dibujos y las historias, con todas sus características”.
“Ahora -resalta el también profesor de la Vitrina- hay cierto movimiento inclinado a descubrir lo nacional, en especial temas relacionados con la religión afrocubana, y los referentes de temas patrióticos e históricos, pero es algo muy mínimo”.
Por otra parte, el director de Artecómic puntaliza que hay un sello cubano en las historietas presentadas cada año en la ciudad de Camagüey, “sobre todo en el tratamiento de las historias, el humorismo especialmente, tienen ese gracejo criollo del doble sentido, la chispa de los cubanos. se mantiene ese sentido del humor que ha caracterizado la historieta cubana de una u otra forma, es un sello muy típico de su producción. Una panorámica diversa en cuanto a estéticas, pero de todas maneras tu sientes que hay una cubanía detrás de las propuestas”.
Es un fenómeno nacional, aunque en provincia el consumo de la historieta nacional es un poco mayor, tal vez porque la habana es la capital y su carácter cosmopolita permite una mayor interacción con el cómic de otras regiones. Hay plazas muy fuertes como son las de Pinar del Río, Camagüey y Santiago de Cuba, donde la producción es más cercana a lo nacional.
Duchy Man, radicada en Bélgica, una de las capitales mundiales del noveno arte, expresa “que la historieta es pendenciera, porque polariza, escandaliza y apasiona, puede llegar a todo el mundo, independientemente de su nivel cultural. Hay que aceptar la diversidad de criterios (argumentales, estéticos…) e incluso los antagonismos, en la creación de cómics nacional. La competencia, y hasta la confrontación si es necesario, garantizan la buena salud del género. Eso sin perder la perspectiva de que todos sus actores (guionistas, dibujantes, editores, críticos, lectores, entusiastas…) están todos dentro del mismo barco en pos de un objetivo común”.
En anterior entrevista con OnCuba, Osvaldo Pestana Montpeller (Montos), comentaba que la industria del cómic en Cuba necesita “publicaciones seriadas, periódicas, que no tenemos hoy. Sin ellas nos arriesgamos, al menos, a no formar nuevos valores. También nos vamos quedando sin un respaldo teórico. Si no contamos con un producto hecho por y para nosotros, no podremos contrarrestar el producto que se nos ofrezca. Eso implicará importación de valores”, una de las carencias que más lastra el desarrollo del noveno arte en la isla.
En el caso de Duchy, quien ha trabajado con editoriales cubanas y extranjeras, conoce de primera mano las cuestiones que perjudican que el cómic cubano no trascienda las fronteras nacionales, incluso que se considere como un arte menor dentro del gremio artístico a nivel nacional.
Ante la pregunta concisa de qué necesitaría el noveno arte cubano para un mayor despliegue y desarrollo, afirma: “Siempre he pensado que el rechazo o la indiferencia institucional hacia la historieta en Cuba tiene raíces culturales. Digamos que es una manifestación que llegó “tarde” a un país con un entorno socio-político que no ha sido del todo favorable a su implantación como elemento indisoluble de una parte de su cultura”.
“Además, tiene que lidiar con la potencia de otras manifestaciones artísticas ya de por sí muy sólidas como la música, la danza o el diseño gráfico (del cuál es “familia”). Sencillamente es una forma de arte que no ha surgido en el momento adecuado, tengamos en cuenta que el único, e incipiente, período “de esplendor” de la historieta cubana reciente fue brutalmente sesgado por el Período Especial, una circunstancia totalmente imprevista.
“Siempre me pregunto que habría sido de las revistas Pablo y Cómicos de no haber pasado por la crisis de los años 90… Si a eso sumamos la falta de una cultura de consumo y crítica profesional de las historietas, la flagrante ignorancia de funcionarios y de buena parte de las editoriales y el desinterés general, se dan todas las condiciones para la invisibilidad de un género que sin embargo no ha dejado nunca de existir fuera de los circuitos oficiales”.
Duchy hace un aparte al aclarar que se refiere a la historieta como manifestación artística, como género de autor, no como herramienta didáctica, pues la presencia de esta se mantiene como acompañante de textos, principalmente para niños y adolescentes y en libros de contenido didáctico, otro aspecto que influye en que se no se le dé el mérito que precisa como disciplina artística.
“Esa visibilidad requiere, en primer lugar, publicaciones seriadas hechas en el país para consumo nacional y con una frecuencia más o menos periódica, tal como hacen algunas editoriales de corte educativo y como ya se hiciera en los ‘gloriosos’ años 80. Hacen falta diversidad y calidad en las propuestas. Es indispensable tener editores y críticos con buen dominio del lenguaje del cómic, con profundo conocimiento del mismo y con toda la imparcialidad que requiere un ejercicio crítico responsable”, apunta la artista.
Por último, refiere que “no podemos darnos el lujo de cejar en ese empeño, aunque tengamos un retraso brutal con respecto al resto del mundo. Por lo pronto, hay que sacudirse un poco el “malinchismo”, la autocomplaciencia, el paternalismo, la falta de profesionalidad y poner de un lado la tiranía del ego para concentrarse en un objetivo que atañe a todos los implicados: el éxito de la historieta cubana y en consecuencia, su visibilidad global”.
Éramos 13: historietas espirituanas
http://www.escambray.cu/2016/eramos-13-historietas-espirituanas/
La historieta en Sancti Spíritus: Espacio para pintamuñequitos
http://www.escambray.cu/2014/la-historieta-en-sancti-spiritus-espacio-para-pintamunequitos/
Hay que dibujar todos los días
http://www.escambray.cu/2019/beatriz-valdes-hay-que-dibujar-todos-los-dias/
Excelente artículo.
“más allá de las escuelas norteamericanas y el manga japonés, de gran influencia en las nuevas generaciones, en especial este último.”
El manga tiene un “rostro muy joven”… por eso es muy querido entre los chicos y jóvenes… Es más dificil encontrar eso en los comics USA y Fr-Be.
Supe incluso que el manga ganó al corazón de la juventud de USA y Fr-Be. (paises importantes en comic!)
Interesante artículo y necesario seguir hablando e indagando sobre el tema. Una lástima que hayan algunos errores y se hayan atando tantas cosas importantes para la historieta cubana!!! tantas etapas, tantos nombres, tantos esfuerzos, tantas oportunidades ahí disponibles y subvaloradas incluso por los propios autores de historietas.
(Sí, “olvidos”, como se ha venido repitiendo en los últimos artículos relacionados con la historieta cubana).
¿Quizás sea ‘eso’ uno de sus tantos obstáculos para avanzar???? ¿Obstáculos por vencer????
Pero bueno, todo sea por el bien de este Arte! Y que quizás un día (cercano o lejano) llegue también a ser Industria dentro de nuestro país.