Peter Turnley sabe cómo captar el rostro de una nación. Lo ha hecho desde hace más de 40 años en casi un centenar de países, lo mismo en tiempos de paz como en épocas turbulentas, así lo refleja su trabajo fotográfico, pero entre tantos países el norteamericano tiene preferencia por dos: Francia y Cuba.
París-Cuba. Dos Islas de mi corazón se titula la muestra de la Fototeca de Cuba, abierta al público hasta el sábado 19 de octubre en ambas salas del centro. En esta ocasión, el artista del lente escogió el blanco y negro para resaltar los contrastes y similitudes entre Cuba y París, dando uniformidad a las piezas en exposición.
La curaduría de la muestra permite al espectador diferenciar ambos contextos. La vida cosmopolita de la capital francesa y su paso por el tiempo, es evidente en las imágenes que abarcan un recorrido por la sociedad parisina y sus protagonistas a lo largo de más de 40 años; Cuba por otra parte, es vista por instantáneas más actuales que resaltan ciertos patrones de la idiosincrasia y la identidad nacional.
Resulta una quimera brindar una imagen de Cuba en su totalidad, cuando la muestra de fotografías se circunscribe en su mayoría a imágenes de La Habana (salvo dos en Santiago de Cuba y una en Cienfuegos), tomadas en un lapso de tiempo no mayor de 15 años, realidad totalmente diferente cuando se aprecia el espacio reservado para ilustrar París.
La Ciudad Luz es retratada por Turnley desde 1975 hasta la fecha en distintos espacios: un callejón, una plaza donde juegan niños, el espacio íntimo de un bar parisino, a plaza donde juegan niños o disfrutan la tarde una pareja y por supuesto, la icónica Torre Eiffel desde una perspectiva diferente, sin perder protagonismo en la foto, son algunas de los momentos que plasma el norteamericano (también nacionalizado francés), durante su estancia en esta ciudad, la cual tiene como hogar.
Cuba sin embargo se muestra también desde lo cotidiano, pero hay otra intención en la mirada del artista. La afrocubanía es referente en las piezas en exhibición y destacan dos barrios habaneros en particular: Pogolotti (Marianao) y el municipio de Regla, de marcadas costumbres religiosas. Las interioridades de estos lugares bien pueden abarcar una parte de la identidad nacional, pero no son suficiente.
Aun así, se observa mucha espiritualidad en este recorrido por la Isla: esa suerte del cubano de mostrarse alegre casi inherente está presente en Cuba-París…, la nostalgia en ciertos rostros ofrece también una sensación de calma (aparente) en las personas fotografiadas y esto también lo percibe el artista, Una gracia del espíritu, como nombra el libro de Turnley donde Cuba es protagonista.
En este sentido la síntesis París-Cuba se pierde por momentos. Al recorrer con la mirada las fotografías de la ciudad europea parece una secuencia de cine dividida en fotogramas. Un tráiler de la vida diaria de un país donde el arte y un aire de romanticismo se respira en cada rincón, una sensación de sosiego invade al espectador delante de las instantáneas, aunque también se percibe el ritmo agitado de la ciudad, del cual se puede escapar como lo muestra el fotógrafo en varios lugares y momentos que inmortaliza.
Cuba, o al menos lo que se muestra, es distinta. Convulsa y alegre es la imagen de la cotidianidad que ofrece Turnley durante sus visitas, la primera hace ya 30 años cuando llegó la nación caribeña por vez primera en 1989.
“Creo profundamente que todos somos hermanos e hijos de la familia de hombres y mujeres… mostrar estas fotografías de conjunto, es un reflejo del sentido de familia y cercanía que siento con la gente de ambos lugares”, aspecto que se refleja no solo en París-Cuba…, sino en su carrera. Así se pudo apreciar en su primera exposición en Cuba, Momentos de la condición humana, inaugurada en el 2015 en el Museo Nacional de Bellas Artes, primera exposición de un fotógrafo norteamericano que acogía la institución en más de un siglo de historia.