Desde hace años ronda la idea de crear un Museo de Arte Contemporáneo (MAC) en Cuba, un proyecto que lleva en discusión alrededor de 10 años debido a la urgente necesidad de un espacio que aglutine la obra de los artistas visuales cubanos de las últimas tres décadas.
Este anhelo fue el motor impulsor de la muestra Del museo real al museo imaginado MAC-La Habana, que se exhibe por estos días en el edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), exposición que parte del sueño de arquitectos, curadores, investigadores y artistas visuales de crear un espacio físico acorde a las exigencias que demanda una institución de este tipo en el mundo moderno.
Siete equipos de arquitectos conformaron cinco proyectos con base en la capital cubana para “aterrizar” propuestas de edificaciones y mejores lugares donde pudiera tener su sede el MAC, el cual se antoja urgente ante la “voluntad imperiosa” de contar con un centro de estas características, en palabras de Jorge Fernández Torres, director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).
Uno de estos proyectos fue presentado por el Estudio Choy-León, un trabajo en la zona del anillo del Puerto de Regla; H(R)G_Arquitectura abordó la propuesta de cómo convertir la zona de Talla-piedra en un museo; U + D Arquitectura y A.R.O. Estudio realizaron un proyecto relacionado con el arte contemporáneo y la urbanidad en la zona industrial de los silos de Regla; Apropia Estudio y DCero idearon una iniciativa de museo sobre la zona de convergencia entre el mar y el Río Cruz, en el desembocadero del río Almendares, mientras que AD Urbis presentó un proyecto radical de ver el museo como un espacio público, a través de una herramienta que permite analizar cuál zona de la ciudad sería más propicia para implementar un MAC.
La exposición sirve, además, para rendir homenaje a la arquitectura cubana, que en los últimos años viene padeciendo el poco reconocimiento de las autoridades del país, que aun no la validan incluso como actividad por cuenta propia, limitando los beneficios legales y económicos que supondría que los arquitectos puedan ejercer su trabajo libremente en el país, pese incluso al hecho de que la arquitectura sea considerada un arte.
Más allá de dicho inconveniente, la imaginación de los equipos toma rienda suelta en la exposición, con ideas de adaptación de antiguos edificios, reestructuración de espacios y la libre creación de un centro acorde los conceptos más novedosos en materia arquitectónica y cultural, siempre considerando el entorno en el cual se situaría el ansiado proyecto de museo.
Por lo visto en la muestra, el MAC tiene más —mucho más— de imaginado que de real en estos momentos, si bien los propios arquitectos a cargo de la exposición explicaron que sus proyectos no son el resultado de una licitación, por lo cual cabe entender que sus propuestas no son más que proyecciones de una utopía, de momento.
Por otra parte, si en el contexto de la exposición se rinde homenaje también a las escuelas de arte, encuadrándolas como espacios dinamizadores de la cultura y la creación artística, como una especie de semilla del arte contemporáneo cubano, ¿por qué no incluir también investigaciones previas relacionadas con el MAC, o con la evolución de algunas de las propuestas presentadas en la muestra?
Sin demeritar la importancia de las escuelas de arte y su arquitectura, también hubiese sido conveniente exponer otras iniciativas dinamizadoras de la cultura en La Habana relacionadas con el arte contemporáneo y la arquitectura, como el caso de la Fábrica de Arte Cubano, que en su momento se pensó como una de las posibles sedes del MAC, el proyecto Centro Bahía de Felipe Dulzaides, artista invitado en esta muestra, el taller Chullima del artista Wilfredo Prieto, incluso el proyecto de MAC SAN, creado en el municipio de San Agustín durante la XI Bienal de La Habana en 2012, por solo mencionar algunos referentes.
Los primeros trazos
Fuera de lo que se aprecia en la exposición, la idea de un MAC en La Habana ronda entre arquitectos desde hace alrededor de una década, por lo que la muestra no resulta un ejercicio surgido en fecha reciente a petición de la dirección del MNBA.
Dos estudios publicados en la revista Arquitectura y urbanismo nos acercan a los orígenes de la idea de un Museo de Arte Contemporáneo en la capital, e incluso a la exhibición actual que acoge el edificio de Arte Universal del MNBA: “Requerimientos de diseño para un museo de arte contemporáneo en La Habana” y “Estudio para la localización de un museo de arte contemporáneo en La Habana”, artículos fundamentales para entender el momento actual de los proyectos que podemos apreciar hoy.
En el caso del primer texto, que data del 2013, recoge toda una serie de patrones, requisitos y propuestas de cómo debiera estructurarse un museo de arte moderno cubano, considerando instituciones homólogas nacionales e internacionales, para propiciar el debate y futuras soluciones de lo que podría considerarse un museo de estas características, acorde a la creación nacional y la cultura de la Isla.
Además, el texto busca la experiencia de diversos especialistas (arquitectos, curadores, artistas, museólogos, etc.), para ofrecer un concepto idóneo más allá de la construcción arquitectónica del edificio, aspecto necesario a la hora de concebir un centro de tal magnitud, en un país donde la producción de artes visuales de las últimas décadas demanda un espacio aglutinador que funcione como más que un almacén rígido de colecciones de arte.
Por otra parte, siguiendo con la idea de la construcción del edificio o los edificios de la institución, en el artículo se maneja mayormente la posibilidad de crear desde cero una novedosa construcción, considerando que la adaptación o remodelación de antiguas construcciones podría limitar la creación arquitectónica, además de que un nuevo edificio estaría más acorde al carácter novedoso y actual de un centro de arte moderno, como lo sugiere la mayoría de los casos estudiados.
“Estudio para la localización de un museo de arte contemporáneo en La Habana”, publicado apenas un año después en 2014, centra su atención en la mejor zona de la ciudad para implementar el proyecto del MAC en la capital, considerando factores de macro y microlocalización como el impacto en la zona, la accesibilidad urbana, la disponibilidad del área, la estructura poblacional, las condiciones ambientales, los servicios complementarios, entre otras cuestiones.
De esta manera, siete zonas de la ciudad resultaron las más idóneas, coincidiendo algunas en la más reciente propuesta, como son los casos de Regla y Casablanca, la zona de la desembocadura del río Almendares y la mención de la Antigua Termoeléctrica de Tallapiedra, además de otras zonas de interés que añade el estudio, como el reparto Las Murallas, que abarca los Almacenes de San José, La Rampa, en el Vedado, la zona de desarrollo de Monte Barreto y los alrededores de la Plaza de la Revolución, donde incluso, a juzgar por las pancartas que rodearon años atrás aquel espacio vacío en la Avenida Paseo, se pensó la actual zona donde se levanta el proyecto de desarrollo local “La Manigua” como espacio para construir el MAC.
El análisis preliminar expresaba que la zona de la desembocadura del Almendares y finales de la calle Línea resulta el más idóneo para entablar el centro, que colindaría con importantes instalaciones culturales ya establecidas como la Fábrica de Arte Cubano, el centro expositivo de Línea y 18 perteneciente al Fondo Cubano de Bienes Culturales, la Casa de las Tejas Verdes, el Teatro “Karl Marx”, además de consolidar el proyecto del Gran Parque Metropolitano de La Habana, dándole otra vida al Vedado y a los alrededores de Miramar, todo un entorno sociocultural que también le daría otra vida al desmejorado río habanero.
Mantener el diálogo con estas investigaciones habría sido otro homenaje al trabajo de los arquitectos, quienes llevan años imaginando el rescate y mantenimiento del entramado urbanístico y arquitectónico de una ciudad que sueña con otra vida, con más de 500 años de historia en sus espaldas.
De lo soñado a lo real
¿Cuán real resulta construir un Museo de Arte Contemporáneo en La Habana? Quizás la pregunta más importante de la exposición, para la cual, al menos en la inauguración, no se obtuvo respuesta alguna de los protagonistas de la muestra, por lo que parece que el sueño se postergará todavía más.
Aunque quedó claro desde un inicio que no se trataba de una licitación, por lo tanto los proyectos quedan solo limitados a la imaginación creativa de los arquitectos, queda muy lejano el sentido de lo real en esta exposición, donde solo podemos apreciar lo imaginado, a pesar de que la necesidad de contar con un centro de este tipo en el país continua.
Propuestas más enfocadas en el plano de lo posible tendrían más sentido a la hora de diseñar una exposición donde el público espera apreciar un proyecto más realista o relacionado con las actuales condiciones económicas, sociales y culturales del país, en materia de ubicación del centro artístico.
Una propuesta en el contexto del Corredor Cultural de la calle Línea, o en la barriada de San Isidro, o que utilizara el espacio de los Almacenes “San José” en la zona de Puerto Viejo en el centro histórico habanero, incluso el área de la Bahía de La Habana, hubiesen dado al traste, por tratarse de zonas ya pensadas para el desarrollo urbanístico a partir de la dinamización cultural, en vez de utilizar otros territorios en deshuso para readaptarlos con otros fines totalmente opuestos a su concepción inicial.
De cualquier manera, Del museo real al museo imaginado MAC-La Habana nos muestra —tristemente— lo lejos que estamos de concebir una institución moderna para el arte cubano contemporáneo, un reclamo que no debe demorar más en aras de evitar la pérdida del patrimonio artístico del país, el cual ya se encuentra lo suficientemente disperso como para seguir desperdiciando el tiempo en utopías, muy lejos de materializar lo imaginado en un proyecto real.
Resulta evidente que existe talento entre artistas, especialistas y arquitectos, con inmensas ganas de trabajar en el futuro del arte cubano, una oportunidad que debemos aprovechar no solo para dar el justo reconocimiento que merecen los arquitectos cubanos, sino además para dar el salto a la modernidad, más allá de un plano imaginado.