Un par de día atrás, el sábado 18 de octubre, fui convidada a disfrutar la inauguración de una expo en un espacio alternativo al circuito galerístico de La Habana, un restaurante . Esta práctica, exhibir obras de arte en sitios destinados a otros deleites, va volviéndose cada vez más común, pero adquiere diversos matices en dependencia del perfil, del gusto, del entorno.
No conocía el restaurante DiVino, probablemente porque queda apartado del circuito que normalmente recorro con mis amistades. Me sorprendió encontrar en el apacible interior de esta casa-finca mucho más de lo que algunos conocidos habían narrado. La naturaleza enamora, más de cien especies de árboles frutales marcan la diferencia en La Yoandra; se respira un ambiente familiar, una especial distensión que te hace imaginar a tus más cercanos alrededor de una mesa, contando historias y disfrutando de un buen vino.
Este año el restaurante recibió el Premio a la Excelencia en TripAdvisor, avalado por su amplísima carta de platos, su divina obsesión en la conservación y presentación de los vinos, así como por la multiplicidad de posibles ambientes a disfrutar y el trato afable de los dueños y trabajadores.
A Carlos Guzmán sí lo conocía, desde el año 2003. Aun estudiaba, y mi entusiasmo se verificaba por ese entonces en un compromiso con el equipo del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, en el trabajo generado por la Octava Bienal de La Habana. Guzmán participaba del proyecto Mover las Cosas, en Alamar, donde varios artistas apostaban por crear ambientes marcados por buen arte y diseño a los moradores de un grupo de apartamentos. El día que lo conocí lo entrevisté, sin saber mucho quién era. El lenguaje de Guzmán era un tanto ajeno a lo que por entonces estaba “de moda” como “arte contemporáneo”. Era un momento donde la pintura no generaba interés suficiente en ciertos circuitos académicos y/o diletantes, había pasado el tiempo en que la recuperación del “oficio del arte” era centro del debate. Pero con todo este viento en contra recuerdo haberme sentido a gusto conversando con el artista, pues su sinceridad derrotaba cualquier prejuicio, y su compromiso con la creación no dejaba lugar a dudas.
En el restaurante DiVino han exhibido otros artistas, entre ellos Alicia Leal y Juan Moreira. Traté de imaginar sus obras en las paredes, me construí una historia de lo allí exhibido, una historia de la relación del espacio con el arte.
La poética de Guzmán encaja a la perfección en este lugar lleno de armonía. Sus personajes parecen confundirse con la naturaleza. Parecen todos protagonistas de infinitos relatos. No por gusto recordé la frase far far away kingdom, tomada de un filme para niños, que en estas líneas adquiere una seriedad tremenda. Solo faltaban los personajes de Guzmán para completar la imagen de este reino apacible, lejano y añorado por muchos que es el DiVino.