En el año 2016 el jurado de la Feria Internacional de Artesanía acordaba, por primera vez, entregar su premio a un trabajo artesanal en parche. “Por la esmerada reproducción de la riqueza de texturas/colores que recrean los mosaicos de la vivienda tradicional cubana”, argumentaba el jurado.
No se trataba, sin embargo, de esos laboriosísimos trabajos en parche donde cientos de puntadas unen trocitos de tela para hilvanar un tapiz. Lo habitualmente visto. No. Se trataba de un grupo de tres artistas del parche con una temática especial que reviven los diseños complejos y coloridos de los mosaicos de La Habana.
Del piso de una vieja casa en el Vedado o Diez de Octubre, de un baño, de los famosos pasajes A o B. De ellos viene la inspiración para los mosaicos que reproducen en tela Chavela, Ela y Rafael. Pueden estar en cualquier esquina de La Habana. Ellos los llevan a la tela, los enaltecen y los salvan, sin moverlos de su lugar, del olvido. Nos ponen en la mirada un pedazo de memoria y el patrimonio habanero, insuficientemente resaltado.
“Comenzamos a caminar por La Habana y vas encontrando bellezas de mosaicos. Donde menos te lo menos imaginas. Hay algunos increíbles”,comenta Chavela mientras me enseña una de sus piezas.
A simple vista cuesta trabajo descubrir de qué está hecha cada pieza, porque, en efecto, parece una losa. Solo mirándolas de cerca descubres que son trozos de tela perfectamente colocados.
Isabel Torres (Chavela) usa la técnica japonesa Kinusayga o parche sin agujas. Todo comenzó cuando su hermana que le regalo un libro sobre esta técnica. Y de otro lado la dolorosa circunstancia de una operación de una mano, para corregir la enfermedad de túnel carpiano que tanta costura le produjo. Esos fueron los detonantes para que se aventurara en esta técnica, raramente usada en Cuba por quienes trabajan el parche.
Es difícil entender cómo se hace solo con mirarlo. Chavela explica cómo se hace, con puntos y comas.
Tiro la foto del mosaico o de lo que voy a reproducir. Mi hijo me la amplía en la computadora. La imprimo en papel del tamaño de la poliespuma que tenga y con papel de carbón lo calco. Voy haciendo todo el dibujo y después con un bisturí voy calando el dibujo, más o menos medio centrímetro dentro de la poliespuma. No se puede hacer corrido, hay que entrar y sacar el bisturí, de lo contrario se rompe la poliespuma.
En realidad dispongo de dos dibujos; el segundo lo uso para recortarlo y sacar la plantilla. Enumero las piezas, las separo por colores. Después que tengo las plantillas cojo las telas, las plancho –tienen que estar bien estiradas. Después saco la plantilla en tela. Esas piezas tienen que ser más anchas que el original, hay que dejarle unas pestañas. Luego voy metiendo la tela en la poliespuma, después pego el cordón negro que le da el toque final.
Chavela lo explica como si fuera fácil, como si nada, pero es un trabajo de mucho tiempo y paciencia.
Siempre analizo, antes de hacer un mosaico, si lo puedo hacer. Porque con la técnica que uso no todo es posibles. Hay formas y recovecos que no se consiguen hacer con el bisturí. Cuando hice el primero estuve a punto de colgar los guantes. Me dije: no voy a poder. Pero sí, pude.
Buscando por La Habana los otros dos artesanos que conforman el grupo también van encontrando mosaicos increíbles para reproducir. Rafael G. Hernández, reprodujo, en apliqué y thread painting, un mosaico hallado en el agro de J y 21 del Vedado habanero. Ela María Pérez Hernández, también va por las calles con la mirada atenta tratando de detectar mosaicos que luego lleva a la tela, como el de la calle I no 206: una hermosa pieza que recuerda un escudo señorial.
Juntos, ya cuentan con tres exposiciones. La primera, “Entre losas y telas” del año 2016, los condujo a exponer en FIART y de ahí al premio. Luego vino la exposición colectiva “Artesanos cubanos hoy” y la más reciente, “Redescubriendo, una mirada a La Habana a través de sus mosaicos”. Con ella se celebró los 500 años de La Habana en la Galería Manos de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), organización de la cual todos son miembros.
Las obras, diría la curadora Rosa Juampere en las palabras del catálogo de “Redescubriendo…”, son “sofisticadas formas de representación” conseguidas “con indiscutible vuelo artístico.”
“Es un trabajo que se vende poco dice Chavela, porque al ser tan trabajoso es caro. El público cubano común no puede darse el lujo de pagarlo. En realidad lo hacemos, como dice el dicho, por amor al arte.”