Gabriel Sánchez Toledo (Cabaiguán 1979) es un paisajista diferente. Propone una obra universal, difícil de contextualizar en tiempo y espacio. Nos dice que lo identitario es más que el mogote y la palma real. En nuestra contemporaneidad visual estamos acostumbrados a los trillados senderos que transitan entre el colorido del trópico, la intensidad de la luz y el verdor de nuestros campos. La propuesta de Gabriel escapa del folklorismo, de los tópicos y estereotipos comerciales que reiteradamente aparecen en la postal que de recuerdo portan los turistas.
Hasta fines de agosto se puede apreciar en la Galería Galiano parte de su trabajo reciente. Tierra de nadie se titula la muestra de seis lienzos, de mediano y gran formato y nueve bocetos, que sirvieron de antesala a las obras principales. Este artista trabaja el boceto como un lienzo en miniatura, que sirve de estudio para luego materializarlo en una obra mayor y le parece interesante compartir este proceso con los espectadores, según declaró a OnCuba.
A pesar de su juventud es considerado uno de los paisajistas más singulares del país. Ha participado en una treintena de exposiciones colectivas dentro y fuera de Cuba y su obra figura en importantes colecciones institucionales y privadas. Es hijo de la representativa artista Ania Toledo, lo que le dio la posibilidad de adentrarse en el mundo de la creación desde muy pequeño.
“El hilo conductor de la serie Tierra de nadie parte de una perspectiva de universalidad o cosmogonía y trata de superar los localismos geográficos, exaltando la ambigüedad de los referentes naturales y de las múltiples sensaciones visuales que estos pueden inducir. Las ideas que subyacen están basadas en la paradoja de significados que provoca el encuentro de elementos de un sutil anacronismo con el paisaje, por demás descontextualizado. El resultado visual de la mixtura son composiciones casi surrealistas, que en su vocación por ocultar inducen al espectador a penetrar un mundo plagado de metáforas y alegorías”, contestó el creador a nuestra interrogante sobre las especificidades de la muestra.
Con una peculiar visión del tema paisajístico, el artista sintetiza elementos para discursar sobre la soledad del individuo y la desolación, entre otros temas recurrentes. En atmósferas sombrías, con cierta neutralidad cromática, crea efectos mediante yuxtaposiciones y conjunciones para provocar al espectador y hacerlo reflexionar sobre los arcanos entornos que crea y recrea.
Gabriel se aferra al lienzo que interviene con diversos materiales casi siempre en gran formato, para transmitir sus mensajes protagonizados por personajes imprecisos y difuminados. Su preocupación por la naturaleza y la figura humana junto a un hábil dominio del dripping y las degradaciones entre luces y sombras, caracterizan su obra.