Cuando el artista visual Enrique Rottenberg se mudó a Cuba en 1993, mi generación estaba por nacer. En la propia década del 90, mientras esta persona que escribe iba a preescolar, el francés Maurice Renoma, ya reconocido por su influencia en la moda desde los 60, empezó a desarrollar una nueva pasión: la fotografía. “La vida cotidiana en su extraordinaria normalidad se convirtió en el sujeto principal de sus instantáneas”, afirman los críticos.
Más de 20 años han pasado, con un cambio de siglo incluido. Ahora, ambos artistas y el cubano Carlos Quintana, autodidacta en la pintura transgresora, se han unido en la exposición RQR (Renoma-Quintana-Rottenberg), inaugurada el 1ro de junio y en muestra hasta el 30 de septiembre. Concebida por ellos como una “correspondencia artística en torno a tres reflexiones sobre la humanidad”, la instalación de estos artistas de las artes visuales renueva los espacios de la Fábrica de Arte Cubano (FAC).
Entre cuerpos de mujeres desnudas “tomando distancia”; retratos de familia poco convencionales, hombres con cabeza de animal, máscaras que lloran, ruedas, cadenas, lenguas largas y senos prominentes en primeros planos, que componen la muestra de RQR, OnCuba conversó con Renoma. Con una complicidad hilarante, Rottenberg le hizo la coartada a su socio creativo en esta entrevista.
Maurice, ¿qué lo ha llevado a exponer su obra aquí en Cuba?
Me parece que fue una casualidad, una suerte. Vine a Cuba para conocerla y tuve la oportunidad (una en un millón, o en un billón porque habrá en un futuro 7 mil millones de personas en la Tierra) de encontrar a alguien como Rottenberg.
Para un artista consagrado como lo es usted, ¿qué significa esta experiencia en FAC?
Primeramente, la parte creativa de poder expresar lo que uno tiene dentro es muy importante, pero lo que más me interesa de este tipo de exposiciones es la posibilidad de encontrar y conocer nuevas personas. El contacto humano es para mí lo más enriquecedor que tiene todo esto.
Hasta ahora, ¿cuáles son sus impresiones sobre la interacción del público con la exposición, y qué peculiaridades ha encontrado en el público cubano?
El público cubano está sediento de novedades, interesado en conocer nuevas obras y nuevos artistas. Está muy interesado en abrirse y al mismo tiempo es muy interesante. Entonces a nosotros los artistas extranjeros nos toca traer nuestro pedazo de mundo a Cuba, y que el público cubano decida qué apreciar.
Yo he realizado algunas exposiciones en China, Singapur, Tokio, Malasia… y, según mi experiencia, aquellos públicos son un tanto vacíos porque realmente no están muy interesados por el arte. Esa es su diferencia con respecto al público cubano. Quizás en los últimos años, lo mejor que haya pasado desde el punto de vista artístico con relación a Cuba, sea esta apertura. El hecho de que el país se abra más al exterior, nos da la oportunidad de acercarnos, de conocer y de darnos a conocer.
Aunque cada persona puede completar los sentidos de una obra de arte, a partir de sus experiencias, ¿qué ha querido expresar usted, en particular, con esta?
El artista es libre de expresarse, pero al final son las personas quienes dan un sentido, un significado al arte. Yo trabajo por intuición y es el público, es la gente quien le da un sentido a la obra. Realmente lo que veo interesante aquí es la posibilidad que se abre de nuevas exposiciones e ir un poco más lejos con esto.
¿Considera que esta podría ser una puerta para que otros artistas franceses y europeos en general vengan a exponer?
Quiero responder eso con algo que me dijo Rottenberg hace unos días: “Después de esto, ¿qué vamos a hacer?” Y yo digo que después de hacer esto, iremos más lejos…
¿Cómo podrían ir más lejos?
Basta con decirlo: decimos y hacemos. Vamos a hacerlo.
¿Ha tenido contacto con jóvenes creadores cubanos que considere potenciales “colegas” para compartir exposiciones?
Lamentablemente llevo aquí solo unos días. Es un viaje muy rápido y no he tenido tiempo para conocer a los artistas. Sin embargo, todo artista es un artista y, como tal, yo pudiera compartir espacio con cualquiera.
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Maurice, quien también expone en la Galería Habana, le pasó el balón a Rottenberg, quien escuchaba en silencio la conversación. Existe entre ellos una admiración que podría calificarse como socrática.
“La Fábrica de Arte Cubano es en sí misma una experiencia en Cuba; y lo es porque no tiene una sola disciplina artística, sino que integra muchas… y si la FAC tuviera que escoger un artista representativo, ese sería Renoma porque él es un verdadero transgresor, él rompe todas las normas, al igual que la FAC, y por eso le dije: Después de ti, ¿qué vamos a hacer?”, dice Rottenberg (Self-portraits, 2011-2014; The Family, 2011-2013).
Él, que exhibe en FAC prácticamente desde que esta surgió, ha conquistado al público y a la crítica con su obra. Desde su carrera cinematográfica en Israel, hasta su prolífica fotografía satírica, la cual comenzó a desarrollar en esta Isla.
“Yo he estudiado 5 años pero he tenido varios maestros: una es mi hija. Un día yo estaba esquiando, saqué mi cámara fotográfica porque había una montaña y una nube, y ella me dijo: ‘Papá, ¿por qué le sacas fotos a lo que veo? Sácale fotos a lo que no veo’”, cuenta el artista radicado en La Habana desde 1993.
“Esto habla de otra manera de ver las cosas y Renoma también me trae esa visión, completamente distinta, de cómo pueden dialogar las obras, aunque, receloso, digo que él no puede trabajar con cualquier artista. Tienen que ser artistas transgresores”, explica.
¡Qué lindo lo que ha dicho! –interviene Renoma.
“Un gran escritor francés me dijo cuando lo conocí: ‘Maurice, tienes que aprender a ser megalómano; es muy divertido ser megalómano…’.
Existe una química y una complicidad muy particular entre ustedes. ¿Qué aporta eso a la colaboración artística?
No tenemos una meta. Si yo supiera lo que quiero decir con una obra, no la haría. Yo sé que quisiera seguir experimentando, un poquito por la concepción budista de aprender- responde Rottenberg.
¿En pocas palabras pudieran expresar qué no puede faltarles a un artista y al arte?
La pregunta más difícil que me han hecho –se adelanta a responder Rottenberg
Huevos, por supuesto, no le pueden faltar… Pensar que las cosas se pueden ver de otra manera, distinta a lo habitual. En mi caso, en vez de ir a un sicoanalista, prefiero hacer arte… Ahora quisiera escuchar a Renoma.
—En este momento, yo creo que no hablo, lo que hago es escuchar –dice Renoma.
“Cuando el maestro habla, yo me callo. Creo que lo que hemos hecho aquí pone de manifiesto la multiculturalidad que existe en el mundo. Un artista es (debe ser) egocéntrico, pero se trata de un egocentrismo que hace a uno sentirse bien cuando trabaja con otro. Es como un músico cuando toca con una banda. Eso le da más fuerza a lo que hace, lo cual no impide que el artista sea capaz de hacer una introspección y reflexionar por y sobre sí mismo”, concluye el francés.
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Hay, en estas naves llenas de piezas que hurgan lo más intrínseco de la naturaleza humana, olor a arte. La gente va llenando el espacio con expresiones, gestos, reacciones cuyo trasfondo bien podría ser el blanco de Renoma para próximas obras. Para quien ha expuesto en más de 150 galerías de Europa, Asia y Norteamérica, como la neoyorquina Bertrand Delacroix Gallery, la vida misma en su naturalidad sigue siendo la fuente mayor de su poética, aun cuando haya revolucionado el código vestimentario de los jóvenes, desde los sesenteros hasta los de hoy. Inclúyase la generación de quien escribe estas líneas.
Excelente articulo necesitamos que artistas como este visiten y expongan en Cuba mas seguido, muy bien por Oncuba