La obra pictórica del escultor Agustín Cádernas (1927-2001), una de las grandes figuras del arte cubano en el siglo XX, resurge ahora gracias a una exposición de la Maison de l’Amérique Latine en París, que ha recuperado junto a la viuda del creador sus dibujos y acuarelas.
A partir de este jueves y hasta el próximo 25 de abril, un centenar de acuarelas y esbozos así como varias esculturas muestran en la capital francesa que su acercamiento a la pintura fue “incansable” y parte de la “búsqueda obsesiva de la forma” que marcó su carrera, según la historiadora de arte Susan Power, que ha redactado el catálogo.
“Creo que es el momento de Cárdenas. La historia oficial del arte moderno que se ha perpetuado a través del siglo XX y ahora en el XXI es contada desde la perspectiva occidental. Estamos volviendo a evaluar esa historia y pensando en formas alternativas de contar la historia del arte”, declaró Power a la agencia EFE.
La historiadora defendió el papel de Cárdenas como un actor principal en esta “mirada alternativa a la historia del arte moderno”, que ayuda a completar el prisma no solo como un cubano expatriado en París, también la de un afrocaribeño y latinoamericano.
Elena Malagodi, la mujer del cubano, ha dirigido la exposición junto a su nieto, Atawal Cárdenas, ambos presentes en la presentación este miércoles, así como tres de sus cuatro hijos.
La mujer, la pareja, el padre y el niño y el amor a la naturaleza, temas predilectos por Cárdenas en la escultura, son los mismos reflejados en su pintura que recupera las siluetas sensuales y llamativas de las esculturas del cubano.
La figura de bronce en negro y blanco que preside la muestra, “Mon ombre après minuit” (Mi sombra después de la medianoche), pone además título a la exhibición que recupera las obras realizadas tras instalarse en París en 1955, donde su relación con André Breton, Wifredo Lam y otros intelectuales lo introdujo en los círculos parisinos como una figura notable del surrealismo.
En los años 90 regresó a Cuba, país del que nunca se alejó si bien mantuvo sus distancias después de la Revolución –que apoyó– al ver que poetas y amigos opuestos al gobierno estaban siendo encarcelados, según contó Malagodi.
Hasta 1955, antes de partir, había estudiado en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro y ya contaba con una cierta reputación en la Isla donde su figura sigue siendo muy respetada. En Europa se integraría al movimiento surrealista y ganaría el reconocimiento de la crítica internacional.