La poeta Reina María Rodríguez ha ganado el Premio Nacional de Literatura de este 2013. Por su “alta calidad estética, ética y conceptual” la escritora ha sido elegida entre 18 propuestas por un jurado tutelado por el conocido Leonardo Padura.
Dueña de una obra lírica peculiar por su evidente asimilación de fuentes poéticas tradicionales pero con una incesante búsqueda de nuevos recursos expresivos, la poeta es un referente de la mejor lírica escrita en las últimas décadas en esta isla.
Mujer de depurada sensibilidad, Reina María ha trabajado como redactora de programas radiales y dirigió la sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saíz. Su historia cuenta con galardones como el premio de poesía “Julián del Casal” otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en los años 1980 y 1993; con el premio “Revista Plural” de México en 1992, y con el conocido “Casa de las Américas” en 1984 y 1998. Además, en 1999, recibió la Orden de Artes y Letras de Francia, con grado de Caballero.
Hace unos pocos años, el proyecto Casa de letras, dirigido por ella en el Palacio del Segundo Cabo, era una cita obligada para todos aquellos que buscaba encontrarse con lo mejor que en materia de literatura se hiciera en Cuba y en el mundo. Sus poemas han sido incluidos en varias antologías y publicados en revistas de América Latina, Norteamérica y Europa; han sido traducidos a lenguas como el ruso, el alemán, el portugués y el italiano, el vietnamita, y el árabe.
Basta con iniciar la lectura de uno de sus poemas para percatarnos de que el mundo de Reina está compuesto de una materia suave pero precisa. En sus versos nos habla de manera directa de cosas tan comunes que suelen estar más allá de la percepción ordinaria.
Un mundo de sensaciones nos descubre la autora desde las hojas blancas, reino sensorial que es en definitiva el espacio natural de la mejor poesía. Como una buena costurera —¿será una sensibilidad heredada?— la poeta sabe escoger la palabra precisa, como quien escoge una cinta, como quien engarza una piedra.
La adivinamos bordando un universo de connotaciones, con las trampas de los significados, que se abren en el permanente transcurrir de las estrofas. Un poema, escogido al azar, puede ser una perfecta muestra:
En pleno mediodía
en pleno mediodía, las palomas
reacias al sol han bajado por sombra
y las parejas se abrazan tiradas en la hierba
húmeda y reseca del verano.
yo espero por ti que no eres nadie,
que no eres alguno,
bajo este mediodía cálido junto a la fuente
y comprendo la necesidad del querer
como los escalares
uno encima debajo del otro
en esta pecera sin fondo de la realidad.
(el loco de ayer ha vuelto -son recurrentes
los locos, los poetas-)
yo, con la misma ansiedad
también he vuelto a buscar mi sombra diurna
todavía puedo quedarme aquí
y no volver a otro sitio donde
una vez arriba, otra abajo,
intente derrumbarte contra la hierba
húmeda y reseca del verano.
Hermoso y profundo poema.