Del intenso intercambio epistolar que sostuviera con Ian Meiklejohn, galerista y coleccionista escocés fallecido, toma Rigoberto Mena el título de su próxima exposición: “Spiritual Dimension“, a exhibirse en la Galería HPonce Interiores, de Mérida, Yucatán, del 30 de marzo al 30 de junio.
El fragmento de referencia dice: “Modern life is not a natural life anymore, but hard to escape it [sic], unless you have a spiritual dimension”.
Y eso intenta el artista, abstracto profundo, cada instante que dedica a la creación: establecer una barrera entre su vida emocional y la mediocridad del ambiente; organizar, aunque sea de forma simbólica, el caos que se da a su alrededor, que es el alrededor de todos; llamarnos la atención sobre la belleza que el tiempo imprime en los muros que cincela.
A sus ojos, la huella de la herrumbre, las marcas que la humedad estampa en la piedra, el abigarrado panorama de la ciudad cuyas paredes han sido agredidas por sucesivas capas de anuncios publicitarios superpuestos, es materia de reflexión y, por eso, de acción plástica.
Es el ser humano el que marca a fuego la piel de la ciudad. Y en esa traza está el devenir, las voces que han quedado en el aire, los claxon, los llantos, las canciones, a la espera de que el arte les restituya su cuota de cálido temblor, y traiga esa materia informe al presente.
Mena insiste en develar el alma de las cosas. El suyo es un animismo otro, que pone el compromiso en el acto de insuflar vida a lo inerte. Su estética, su filosofía de vida están expresadas en “Ya no vive nadie”, el monumental poema de César Vallejo, del que extraigo un fragmento:
El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba.
Mérida es un territorio de importancia creciente para las artes visuales de Cuba. En la década de los 90 del pasado siglo sirvió de puente hacia la emigración de muchas figuras que salieron del país, sumergido entonces en lo que se llamó Período Especial, buscando mejores condiciones de vida y plataformas más amplias para proyectar su trabajo. Hoy la ciudad alberga una nutrida comunidad de artistas de la isla, entre los que se cuentan Ernesto García Sánchez, Marco Castillo, Claribel Calderius, James Bonachea, Jorge Pardo, Israel León y Sandra Pérez.
De las más notables exposiciones de arte cubano realizadas en la región, se recuerda “4 pintores a bordo. Habana-Mérida”, de 2006, en la hoy desaparecida Galería La Luz, propiedad de Jean Pierre Pastor, gran difusor del arte cubano. La muestra se integró con obras de Roberto Diago, Rigoberto Mena, Carlos Quintana y Agustín Bejerano.
En 2016, y dentro del marco de la Jornada de la Cultura Cubana en Mérida, se exhibieron piezas de Leandro Soto, José Villa Soberón, María Eugenia López, Raúl Corrales, Marta María Pérez, James Bonachea y Michel Castro. Más reciente es “El origen”, de 2022, con cuarenta obras, entre pintura y dibujo, de Ernesto García Peña, en la galería Casa Mo. Y el flujo no se detiene.
En tiempos en que la carnavalización de todo hace que abunden los elogios inmerecidos, decir que Rigoberto Mena es un maestro podría resultar, cuando menos, sospechoso. En cambio, no hay otra forma de expresarlo. La suya es una obra sólida, introspectiva, informalista, lírica, basada por lo general en una paleta ocre, que se hace por adición (¿adicción?), superposición de planos, integración de materiales diversos, grafismo. Ha encontrado una marca, que no es logro menor, un estilo que lo identifica, un código lo suficientemente inclusivo como para permitirle la asunción constante de nuevas técnicas y estrategias expresivas.
De su arte saben en China, México, Francia, Alemania, España, Perú, Italia, Colombia, Reino Unido, Bélgica, Holanda, Canadá, Suiza, Mónaco y Estados Unidos, países todos donde ha expuesto, individualmente y en muestras colectivas. En éste último Mena vive y trabaja desde hace cuatro años, lo que le ha permitido exhibir sus piezas en Chicago, Los Ángeles, Boston, Nueva York y Miami.
En mayo, el Museo de Arte Contemporáneo de las Américas, en Miami, le hará un espacio para que muestre su trabajo más reciente junto a la artista norteamericana Jo Ann Rothschild. El título de la exposición no podría ser otro que “Old Friends”.
Compartimos algunas de las obras que podrán apreciar en “Spiritual Dimension“.