Al final, la arteria coronaria devora los límites posibles. Tomás Sánchez lo sabe, por eso cava irreversiblemente hacia todo lo que existe. Cava hacia las formas universales; cava y pregunta por la sombra y los colores, porque el tiempo es quien mejor nos revela en la soledad o el amor. Cava y estruja el lienzo o la cámara; cava en la mirada; en el paraíso de la mirada, en la sinrazón de la mirada, en la singularidad, en la caótica belleza de la mirada; en su contingencia, en su alarde, en la revelación de su soledad. Ese mundo es solo un juego de ilusiones, pero igual intenta atisbar una forma personal de la verdad. Se deja recorrer por sus caudales interiores, es allí donde ocurren los partos de su creación. Ya le digo, no debe asombrar que la obra del artista de la plástica Tomás Sánchez (1948), transite por distintos paisajes que se tejen desde adentro.
Después de más dos décadas sin realizar una exposición personal en Cuba, regresa al espacio insular con sus Notas al paso, una muestra de fotografía digital de gran formato, que toma los salones del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, de La Habana. Renacen ante nosotros piezas que sugieren, convidan, interpelan porque lo más trascendental sucede detrás del mismo acto de ver, en la sensibilidad percutida, en las lecturas emotivas, en el caudal inagotable de paisajes interiores que emanan de sus encuadres y composiciones. En esta ocasión mar y ola, tierra y roca; arman las invocaciones visuales de este creador que explora la naturaleza de la zona norte de la Isla y de las regiones litorales de Costa Rica.
“Aunque la crítica ha localizado a Tomás Sánchez en el punto original del movimiento hiperrealista cubano que cobró auge a partir de 1974, junto a Rogelio López Marín y Flavio Garciandía, lo cierto es que en su obra no hay tanto una preocupación naturalista ni un culto a la reproducción exacta, sino más bien una voluntad de generar ilusiones”, apunta el crítico de arte español Fernando Castro.
El mismo Tomás expone los sustratos de su proceso artístico cuando refiere que su unión con la naturaleza se concreta en la meditación y de igual modo, la naturaleza le conduce a la segunda: “La experiencia interior es la de unidad de todo lo que existe; la experiencia exterior es de la unidad en la diversidad. Esto me sensibiliza con todo lo que me rodea. Respeto la diversidad y la libre expresión, tanto en la vida como en el arte”, asegura.
Muchas veces ha confesado que comenzó a hacer una pintura más “emocional”. Tal vez ese sea el detonante por el cual algunos críticos ven en su obra una nueva dimensión conceptualista dentro del paisajismo, escuela que ya en el siglo XX parecía haber aminorado su caudal creativo. Pero la historia comenzó mucho antes, de la mano de su madre, cuando aprendió a contemplar detenidamente los atardeceres en su natal Cienfuegos y esos fueron los primeros deslumbramientos de “lo natural” en su sensibilidad infantil. Con una obra que no se ha detenido en el paisajística, sino que recrea distintos motivos plásticos, Sánchez es considerado uno de los pintores cubanos más influyentes del siglo XX y del XXI.
Su relación con la fotografía nació en el estudio de Thelvia Marín y Gory. Años después retomó ese trabajo, ante el auge de la fotografía digital, aunque inicialmente lo hizo como aficionado. A Cuba llega su quinta muestra fotográfica, un conjunto de piezas que de algún modo cierran un círculo importante de su creación, a treinta años de aquella I Bienal de La Habana, en la cual obtuvo uno de los premios.
“Su artífice, un sujeto metafórico de envergadura tropológica, actúa para advertir la metamorfosis hacia esa nueva visión en la que la realidad misma queda re-emplazada por sus respectivas representaciones; lo mismo que en la cópula donde la satisfacción del deseo mata la escritura, sutil y reposada, del auténtico erotismo. La gimnasia de la lente otea el paisaje conforme hace el conquistador fálico con el cuerpo del otro deseado. De esa lucha de intereses y de perspectivas nace la voluntad de escribir, a modo de palimpsestos, sus cauces y voluptuosidades”, enfatiza el crítico y ensayista Andrés Isaac Santana, al acercarse a su obra.
Según Santana: “Puede que sea, sin duda, una de las referencias más seguidas, imitadas (casi calcada al punto de la falsificación y de la copia) por numerosos artistas jóvenes que le advierten ya como un clásico. Asimismo su obra se convierte en una especie de estilo, de marca, que de manera deliberada jugó a agotar sus propias posibilidades entre muchas otras, aproximándose, entonces, y con júbilo, a su propia idea de lo clásico.”
La fotografía sigue tomando espacios en su vida; también la pintura, que se resiste a abandonar su taller. De todos modos lo que le interesa a Tomás Sánchez es seguir cavando -ya le dije- hacia el mundo que se abre inmenso, pluvial, dentro de uno mismo. Cava buscando la belleza, las armonías, los sincronismos, pero también las fibras sensibles, aunque hayan cortinas profundas que matizan el ojo y que niegan el orden de las cosas. Igual lo intenta. La memoria es un paisaje difícil.