Un libro extraordinario circula todavía por las librerías cubanas. Se trata de Paginario Disperso, una compilación de artículos del periodista y poeta cubano fallecido hace unos años en España, Gastón Baquero.
Lamentablemente, el lector que se acerque a este volumen no podrá saber hasta que lea su prólogo, que la labor investigativa y de recopilación de estos documentos se debe al trabajo monumental de Carlos Espinosa Domínguez, laborioso crítico y estudioso de la literatura cubana y latinoamericana que reside actualmente en Estados Unidos.
El descuido de una profesional de Ediciones Unión (sello que publica el libro) hizo que se omitiera en su portadilla el nombre de Espinosa Domínguez, quien ha colaborado con asiduidad con casas editoriales de la Isla, incluyendo a Unión y Letras Cubanas, en el rescate de la papelería inédita o poco divulgada de autores como José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Lino Novás Calvo, Joaquín Lorenzo Luaces, Raimundo Lazo, así como también en selecciones de cuentos y estudios sobre el teatro cubano.
Quizás este hombre (Carlos Espinosa) sea el más importante investigador del canon cubano que ha tendido puentes de aproximación con su país de origen, donde se tituló en 1982 en el Instituto Superior de Arte. Ha ejercido la docencia en Estados Unidos y Perú, amén de realizar numerosos estudios hasta obtener un Ph D, en la Universidad Internacional de la Florida.
Ejerce la crítica literaria en diversos medios digitales e impresos de la diáspora y de la Isla, siempre con agudísima mirada y atento como pocos a lo que ocurre con la literatura de su nación en cualquier parte donde ella haya sido escrita.
“Los cubanos, me dice, contamos con una herencia cultural que no se corresponde a la de una isla que, de tan pequeña que es, casi no se distingue en el mapa de nuestro planeta. Por eso a mí me parece esencial que quienes nos dedicamos a la investigación contribuyamos a recuperar toda esa enorme riqueza”.
Añade que él además disfruta “un montón” cuando va a las bibliotecas y hemerotecas a revisar revistas y periódicos. “Sé que muchos no han de compartir esta pasión, pero pocos placeres hay comparables al que reporta ese trabajo. Solo un investigador puede comprender la alegría que se siente con el hallazgo de un artículo desconocido, de un cuento nunca recogido en libro”.
Espinosa Domínguez conoció y tuvo buena amistad con Gastón Baquero durante los años que vivió en Madrid y confiesa que para él fue una sorpresa descubrir que Baquero casi renegaba de su labor periodística, sobre todo la que realizó en Diario de la Marina. Nunca se atrevió a preguntar a Baquero las razones, pero las intuía: “Ese periódico tenía una larga tradición anticubana, aunque precisamente gracias a Baquero eso se atemperó mucho en la etapa en que él fue Jefe de Redacción (1945-1960). Para ello abrió las páginas del periódico a figuras como Medardo Vitier, José Lezama Lima, Ramiro Guerra, José María Chacón y Calvo, Anita Arroyo, Francisco Ichaso y Emilio Ballagas, quienes publicarían allí regularmente, aparte de que contó con colaboradores antiguos como Jorge Mañach y Rafael Suárez Solís.”
Algunas personas, en blogs y otros medios digitales, han criticado a Espinosa Domínguez por no haber incluido en Paginario Disperso artículos de otras etapas de este autor; él aclara en la introducción que decidió centrarse en la que consideró la de mayor esplendor, aquella en la que Baquero más escribió, además de adoptar la decisión de no incluir nada que estuviera recogido en libros. Buena parte de lo que Baquero escribió fuera de la Isla fue recogido por él en los libros Darío, Cernuda y otros temas poéticos, Indios, blancos y negros en el caldero de América y La fuente inagotable. No tenía pues sentido, comenta Espinosa Domínguez, volverlo a publicar cuando había tanto material inédito.
Dice que la principal razón que lo llevó a preparar una selección de artículos sobre arte y literatura de Baquero fue el magnífico nivel de esos textos. “Me parece admirable que, a sabiendas de que al día siguiente ese periódico se usaría para envolver pescado, Baquero escribiera unos artículos llenos de sugerencias, de visiones personales, de amplia cultura, de un excelente manejo del idioma y de una prosa cuya calidad no desmerece al lado de su poesía”.
“Arrancar esas páginas del olvido y de las publicaciones en que originalmente vieron la luz me pareció, por tanto, un acto de elemental justicia”, afirma Carlos Espinosa.
Es verdad que, como dice en el prólogo el investigador y compilador, Gastón Baquero se encuentra entre los mejores periodistas que ha dado Cuba. Es por eso que este volumen es una preciosa joya en el catálogo de Ediciones Unión, que ha sido poco cuidadosa con un autor que, al decir de su directora, Olga Marta Pérez, es imprescindible en la búsqueda y estudio de toda la papelería de autores mayores de la literatura cubana que no puede ser encontrada con facilidad dentro de la Isla.
Para preparar esta selección, Espinosa Domínguez debió invertir mucho tiempo y dinero. Conocido es su rigor en todas las tareas que emprende, incluyendo su esplendorosa crítica literaria, con la que ha hecho justicia a escritores de las dos orillas, quizás con la divisa de que la literatura cubana es una sola, se escriba donde se escriba.
Dice que acomete proyectos sin saber qué editorial las va a publicar. Ama cuanto hace. Para él lo primordial, lo que le mueve a iniciar un proyecto es que lo atrape, lo apasione y el pensamiento de que puede ser de utilidad.
Ahora mismo está redactando la introducción de un grueso volumen con las crónicas sobre la Guerra Civil Española, escritas muchas de ellas sobre el frente de combate, por Lino Novás Calvo. Tiene muy avanzada la compilación de artículos y ensayos sobre artes plásticas que escribió Jorge Mañach en los años 20, y además entregó a la editorial Cauce, de Pinar del Río, una antología titulada La islita verde y punzó que reúne una muestra de la poesía para niños de Emma Pérez Téllez, según él “una de las grandes desconocidas de nuestra literatura”. Me dice Espinosa Domínguez que fue una escritora muy talentosa, pero que tuvo la doble desgracia de ser mujer y de estar casada con un autor de la talla de Carlos Montenegro.
Y así trabaja, evalúa, contribuye a revisar el canon de la cultura cubana, este hombre talentoso y tenaz a quien Cuba debe mucho y que siempre recuerda y comparte la frase del gran argentino Jorge Luis Borges: “Siempre imagino el Paraíso como una gran biblioteca”.
Bueno, si Gastón Baquero estuvo desaparecido 56 años, y todavía hoy sus opiniones sobre la situación política de su país son tabú, no es de extrañar que el nombre del editor sea escamoteado, quizás por haber cometido el mismo pecado que el antologado: salir de su país como exiliado político. Este es el tipo de “embargo cultural” y bloqueo mental que las autoridades cubanas imponen sobre sus ciudadanos, sean estos lectores del Diario de la Marina o de OnCuba. De uno a otro va medio siglo de censura. Y si comenzamos por liberar a Baquero, imagino que faltarán otros 50 años antes de volver aceptable a Ponte o a Rojas. Como paliativo, Baquero no está mal. Marilyn Bobes pasa por encima de estos problemas con un par de frases hechas.
“El descuido de una profesional de Ediciones Unión […] hizo que se omitiera en su portadilla el nombre de Espinosa Domínguez” ?De veras te crees ese cuento, Marilyn Bobes?
Marylin Bobes, “despierta” que para luego es tarde.
Espinosa está realizando una labor extraordinaria; me atrevo a sugerirle dos nombres: Miguel de Marcos (al que Guillermo Cabrera Infante le debe bastante) humorista inventor de palabras; y Juan Luis Martín, el autodidacta que hablaba chino, y escribía (bastante enredado) sobre negros y asiáticos, estos últimos bastante olvidados en nuestra literatura. Cristóbal Díaz Ayala