En el salón de un apartado policlínico, se adelanta a la hilera de pacientes un hombrecillo que le dice al médico “Papi, ya tengo los análisis”. El médico, que debería hacer de cómplice, porque no queda médico en Cuba que no esté sobre aviso de que, en cualquier momento, lo pueden abordar con un llamado de “papi”, respondería “Dale, papi, ven, echa pa’cá”, pero en lugar de seguirle el juego, corrige al otro: “Primero, tú no eres hijo mío y, segundo, como ves, no te he dado esa confianza”. A todas estas, la fila ni se inmuta.
Siendo justos, el común llamamiento de “papi” no es distinto de otros por los que pasamos. Antes, estuvieron el clásico Asere, los ya desfasados Consorte, Bróder y Monina, el Ecobio (palabra de ñáñigos) y, con una huella más leve, anduvo de moda El hermano. Alguien, varón, ligeramente estrafalario o de porte correcto, de unos 20 años, paraba un taxi y preguntaba al chofer: “El hermano, ¿llegas al paradero de Playa?” y El hermano le contestaba, cuando tenía ganas de hacerlo.
Tratarse de “papi” a “papi” no tiene un comienzo exacto. Nadie puede afirmar a pies juntillas quién fue el primer “papi” sin lazos paternos siquiera adoptivos, pero se sabe que la ampliación del término (que no debe confundirse con “amigo” a secas, porque se usa entre amigos y también llama a la interlocución con un extraño de género masculino) tiene que ver con los cancionistas del reguetón. Anotado está, tiempo atrás, un cierre provocador de Baby Lores: “Tú eres un perro, papi”. Poco más puede decirse luego de él, salvo por su controvertido tatuaje de Fidel Castro.
El reguetón, que parece ser el último abrevadero de códigos filológicos y sabiduría popular, tiene en vilo a las autoridades de la cultura, a esnobistas, diletantes y pulcros lectores de Alas Clarín o de Sor Juana, quienes apuestan más por erradicarlo que por una salida ingeniosa. Si la situación lo requiere (y este parece ser uno de esos casos), los mandamases terminan una molestia de la noche a la mañana, solo que están enterados de que el reguetón no se borra así de simple. No es como bloquear una página web.
Cuando menos, el género nos expone una contradicción o un elocuente fracaso. ¿Es propio de un pueblo culto –como se ha dicho del de Cuba– que el reguetón prolifere en sus tierras? ¿No tendría, que rechazarlo con naturalidad, si se presume que haya unas defensas cognoscitivas de antemano, unos leucocitos apertrechados y dispuestos a pugnar? ¿Por qué, entonces, plantearse campañas expurgadoras? ¿El apogeo de Chocolate MC no es más la consecuencia de una educación general en declive que de una divulgación inmoderada por canales formales o alternativos? ¿No es que Yomil y Chocolate triunfan escandalosamente porque están todas las condiciones creadas para que no suceda lo opuesto? ¿No habría que pulsear más contra la inclinación al reguetón que contra el reguetón mismo? ¿Censurarlo no es querer esconder la suciedad debajo del tapete? ¿A santo de qué, pues, anularlo de los certámenes institucionales? Es hipocresía.
El género disfruta de una falaz –y no por falaz menos reglamentaria– democracia. Cualquiera con una cuota ínfima de autoestima lo canta, lo graba y lo difunde. Ni tiene que conocer lo que es un acorde ni una partitura, un bemol o un elemental solfeo. No lleva estudio, ni prudencia, ni sentido del ridículo. El reguetón cubano es libre y no pide permiso. Por eso lo detesta un sistema que cree haber dado todas las libertades, e interpreta que lo que se haga fuera de estas, es ingrato y traicionero.
Nuestro reguetón es el Facebook de la música. Copia al estilo de la Charanga Habanera y está libre de culpas. Si lo quiere, destroza un clásico de la adolescencia discotequera o convierte la candidez de un dibujo animado en libertinaje: Una canción de Kokito y El negrito dice “Con quién follo hoy, con Coralina”, esa sirenita de un muñequito cubano que es nada menos que “coqueta y traviesa”.
Al salir Chocolate de prisión por agredir a un policía, concibió un CD, El tanque. No necesitó del empuje borreguil de una discográfica, la radiodifusión o la venia de los medios tradicionales. Corrió con éxito por “el paquete” como lo harían esos himnos que son “El palón divino”, “La papaya con maldad” o de sus continuadores y epígonos en “El palito presidiario” y “La totica delincuente”, consabidas alusiones a los genitales de ambos sexos y al sexo mismo que son la pérdida total del erotismo a cambio de la mala pornografía casera.
No nos dejemos engatusar creyendo que hay un responsable en concreto. Todo esto pasa, de bien en mejor, por la vieja ley de oferta y demanda. Se hace cada día más reguetón, respondiendo al hecho de que cada día se pide más reguetón. Más indecencias, machismo, escatologías, se pide mujeres subyugadas que no sean escuerzos, sino que apenas les quepan las nalgas en el zoom de una pantalla a 1080p.
Achacar a Wagner el antisemitismo de Hitler es tan obtuso como acusar a Salinger por la muerte de Lennon. Tampoco es inteligente justificar toda iniciativa libidinosa diciendo que el contoneo de Elvis –Presley, no Manuel, el amigo de Choco– era obsceno para su época, como lo parecen las creaciones de estos días. El desbalance, que preocupa o no, está en que, si repasamos con cierta sensatez, no hay verdaderos hits en la producción nacional de los últimos años que hayan renunciado por entero al perreo. Artistas que se prestan al meneo cachondo tan pobremente como Yoyo Ibarra (han tenido que acoplarse a la tendencia.
Sea como sea, Chocolate no está a la altura de Presley, al igual que Presley no está a la de Mozart. El de Salzburgo nació un año después de que Montesquieu muriera, y a los 5 de edad, ya iba de todas todas a volverse un estelar. Era recibido placenteramente por la corte. Tocó para el rey Luis XV. Mereció los elogios de un impresionado Joseph Haydn. Su virtuosismo recorrió la extensión de Viena, una meca de la música del siglo XVIII. Literalmente, Mozart era capaz de tocar un instrumento a ciegas.
Chocolate, en cambio, viajó a Moscú, adonde va una cubana con jeans de arabescos en hilo dorado– a buscar ropa que revender en La Habana, de donde habrá despegado sin entender la diferencia entre el pelaje de armiño y la hirsuta pelambrera de un hurón de Alamar.
Poner a Chocolate contra Mozart es arriesgar a Maestro de Conciertos contra dizque Maestro de Ceremonias. Es “La flauta mágica” contra “El palón divino” (¿Habrá que acudir a diferencias semánticas?). Minué contra guachineo. El ajetreo laborioso del Clavecín contra la holgazanería nerd de un teclado de PC. Es, en fin, un duelo macabro.
Con una producción sacra en su currículum, se dice que Mozart compone Leck mich im Arsch (en alemán “Lámeme el culo”), y por esto se llegó a aventurar que padecía de coprolalia. Las Mozartkugeln (en español tendrían una traducción tan inapropiada como “bolas de Mozart”), semejantes por su cuerpo a los esféricos bombones de chocolate, son dulces típicos de Salzburgo. Helas ahí, las suciedades mozartianas.
Un ring en que Chocolate enfrente a Mozart, habría que suponerlo neutral. No nos compliquemos montándolo. Es decir, ubíquenlo en un teatro cualquiera de La Habana o Miami. En una esquina, Mozart se inclina ante el público y este, como si con él no fuera, no mueve un párpado. Unos grillos rompen el vergonzoso silencio.
En la otra esquina, Chocolate se luce, calienta bailando el guachineo y la gente se lanza de sus asientos gozosa, imitando sus movimientos con la punta de los pies.
Mozart, desconcertado, pide de favor a los utileros, que también repiten el guachineo y han abandonado sus faenas, el clavecín. Chocolate, siempre retador, pide la clave, creyendo que era ese el instrumento que solicitaba su adversario. Risas.
Viendo la confusión, Mozart, serio, manda traer mejor un piano para interpretar Alla Turca. Chocolate MC espera a que el austriaco sudoroso termine de agitarse, acto seguido toma asiento, mira el pentagrama una y otra vez, después hace un mohín de burla con la comisura, lo estruja todo y lo lanza por sobre su hombro al bote de la basura.
No encesta, pero nadie repara en ello, salvo el austriaco, es más, el papel se queda en el suelo, hasta que Mozart, europeo al fin, no se contiene y lo levanta. A la percepción del público, Mozart, sin saberlo, se ha humillado en la pelea, porque ha completado el performance de cabrón de su rival.
Satisfecho y risueño, El Choco, improvisa a capela una canción que nombra “A la turca”. La letra habla de su relación con una turca descocada que se “la dio con maldad, presidiariamente”. Se torna un hit instantáneo mientras que a Mozart, entre las rechiflas, le gritan a coro: “Vete, pírate viejo cheo, anda, con la peluca chea esa”.
Cuando lo cierto es que Mozart todavía no ha celebrado ni sus cuarenta primaveras, y ya, miren ustedes, se las están cantando.
Intersante artículo, creo que el fenómeno del reguetón actualmente es imparable, es un género surgido en el Caribe y Cuba es un pais del Caribe, asi que el reguetón nos llegaría por plantilla (a pesar de no surgir en Cuba), para mí que no soy adicto a escucharlo, pero lo escucho indrectamente todos los dias la cuestion esta en sus letras obsenas de determinados artistas, que surgen de los barrios bajos o cerros como se dice en Puerto Rico, y a veces no hace falta ni vivir alli ,simplemente expresan las cosas a la directa esa es el lenguaje del regueton, al menos el cubano, prohibirlo en Cuba seria demostrarle al mismo que no somos capaces de lograr convivir con este genero o que no tenermos otras propuestas (la tarea seria entonces propiciar los esenarios para esas otras ofertas, me atrevo a decir que ya el regueton tiene ventaja) y que al menos en Cuba , sabe como moverse con el mercado y a logrado sobrevir ya mas de una década, colandose hasta en los circulos infantiles sin permiso.
jjjjj tremendo chucho,esta bueno bueno el videito del concierto.,menos la parte esa de alamar y el principio que esta un poco flojito,todo bien,,Papi tienes que parar con la talla esa de estarle diciendo pelambrera de huron ala gente de Alamarjjjjjjjel regueton porno q se escucha hoy es un reflejo de la calentura q hay en la pista,si tantas gentes las cantan tambien es porque les habla directo al corazon,no se cada loco con su tema,un poco de baladas Soul al estilo de los 90,una bachatica sensual o hay que prefieren el tango o el Boleroo musica de la decada prodigiosa,cual cosa para crear el ambiente preocoital,en cambio de Reggueton no quieren saber porque son fino porque sera directo o explicito pero va en lo mismo,todo esvalido,el q se sienta bien q goce con lo qle guste ma mania de querer siempre meter la cuchareta en todo,este articulo esta refrescante,pero hay cada articulo por ahi contra el reggueton,booh Freedom for every Cucaracha
Dicho por los mismos boricuas es lo peor que se ha inventado en la isla, recuerdo que se puso de moda a partir de finales de los 90,,, en EEUU era un escabdalo las letras y sobre todo el baile, ya esta moribundo en la isla. Pero en Cuba como siempre todo llega tarde, pero estaban dadas las condiciones para resusitarlo con estilo propio, Puerto Rico tiene una peculiaridad, existen las clases sociales, aunque abundan mayoritariamente las bajas. En Cuba en cambio lo mismo te encuentras un medico escuchandolo que un abogado, en Cuba parece que todos se sienten Low Class, entonces que mas se puede pedir para que el cancer prolifere.
El regueton es una porqueria.
Maykel excelente su creatividad y su pluma y sin ser un servidor anacronico, respetando el deseo del arte en el regeton, me quedo con la creacion musical procaz de Mozart, sin desdeñar también la grandiosidad de la in-numerable produccion musical sinfonica y operistica del maestro Wolfan Amadeus Mozart
La pandemia es de alcance global. Lo compruebo cuando trabajando en la barra del bar de un hotel en La Pineda, en la Costa Dorada, Cataluña, empiezan a sonar los éxitos del género a todo trapo, con turistas de medio mundo intentando perrear. No hay mucho que hacer más allá de acumular la paciencia necesaria para no morirnos de risa viéndolos practicar el guachineo. Eso y no demonizar el fenómeno. Es un síntoma social. No la enfermedad.
En Cuba siempre ha habido una clase social culta y de muy buen vivir, que viven en un circulo cerrado pleno de opulencia al que el de afuera le es imposible llegar. Esos no oyen regeton, sino preguntenle a algunas cantantes que son punto fijo en descargas y fiestas de sociedad, o a los miembtos del cuerpo diplomatico que no van a La Piragua a bailar. Cuba, como en el resto del mundo, promueve la cultura del populacho: el regeton, la cerveza, la “igualdad” entre todos mientras que ese grupito si oye a Mozart y Chopin mientras beben champagne y comen canapés de salmon en una atmósfera de perfumes caros. Esos son los que compran antiques y saben valorar un cuadro de un pintor callejero con posibilidades de triunfo. Bobo el que se crea que todos somos iguales.
Me parece interesante tu visión del problema, aunque no creo que sea la verdad absoluta. Imprimí el artículo para leerlo con calma y de seguro que lo socializaré con colegas de los cuales me interesa su criterio profesional y quizás vuelva con otro comentario al respecto. Personalmente no soporto el regguetón fuerte, lacerante, que hiere y denigra a la mujer en toda su dignidad. No respeto a los que me lo imponen en las guaguas o espacios comunes, cada cual que escuche lo que se le venga en ganas, pero que respete mi derecho a seleccionar qué música escuchar. El fenómeno avanza de manera descomunal, coincido en que la salida no será prohibirlo, pues todos sus seguidores, en la mayoría jóvenes siempre buscarán la manera de escucharlo, se complicaría para mal la cuestión…Solo me pregunto una cosa ¿quién hizo profesionales a Yomil y el Dany?, porque ellos pertenecen a una empresa artística de Cuba, siempre que pasa igual, sucede lo mismo…damos el ala y después ni modo ¿cómo las cortamos?
El músico que aparece en la ilustración No es mozart, es Beethoven… Gazapo!
Excelente, sin más.
Aparte de confundir a Beethoven con Mozart en la ilustracion (como ya senhalo alguien antes que yo) y de no saber decir de Mozart mas que lo que se encuentra en cualquier enciclopedia del siglo pasado, este articulo es superficial y poco valiente al evadir nombrar responsables par el abismal declive cultural de nuestra Cuba. Pero lo peor es que la defensa de lo artisticamente valioso tenga que emprender un viaje hasta la Austria del Siglo XVIII (donde por cierto no me queda claro que estos europeos al fin recogian cualquier papelito arrojado al suelo). En Cuba, en el Caribe y en America Latina hay suficiente arte y en especifico musica de la que podriamos estar orgullosos, si lo que se quiere es nutrir el bichito traicionero del nacionalismo.