Hace tres años toda Cuba se estremecía en butacas de cine con la película Inocencia, donde se relataba el asesinato de ocho estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871, uno de los sucesos más trágicos de la s mitad del pasado siglo en Cuba.
El filme de Alejandro Gil, con un rigor histórico palpable salvo algunas licencias tomadas a la hora de contar los hechos de aquel día (para añadir un toque de patriotismo a lo ocurrido) intercala lo vivido por aquellos adolescentes ejecutados arbitrariamente por el régimen colonialista español, con la investigación realizada por Fermín Valdés Domínguez, uno de los acusados injustamente y sobreviviente de aquel horror.
Es precisamente la investigación realizada por Valdés Domínguez el hilo impulsor para desentrañar lo ocurrido aquellos días, una acuciosa investigación publicada en varios tomos por el también doctor y entrañable amigo de José Martí; una investigación en la cual le fue la vida a Domínguez, que también es reflejada en el largometraje gracias al guión de Amílcar Salatti y la puesta en escena de Gil.
El realizador, cuya base de estudios es el periodismo, utiliza la perspicacia de la profesión para llegar a esta historia, como cuenta a OnCuba: “Llego a la obra de Fermín al participar en la serie Historia del Arte Militar en Cuba, donde Eusebio Leal nos conducía por acontecimientos y personalidades de nuestra historia militar desde tiempos fundacionales”.
Precisamente “uno de sus capítulos -señala- fue referido al 27 de noviembre de 1871, fecha culminante de los acontecimientos que involucraron a ocho estudiantes de Medicina fusilados injustamente, como resultado del rencor y de una aberrante venganza. Fermín fue sobreviviente de aquel brutal suceso, y más tarde se convirtió en el reivindicador de la inocencia de sus hermanos de aula”.
Tan profundo caló la personalidad de Valdés Domínguez que Gil siguió indagando: “Mi participación en aquella serie me condujo a conocer de cerca una vasta información respecto al hecho histórico del 27 de noviembre, es ahí donde le propongo a los Estudios Cinematográficos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) realizar un documental sobre tan sensible acontecimiento”, llamado Inocencias.
En esta investigación, dos materiales fueron esenciales para el director: A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes del doctor e investigador Luis Felipe Leroy Gálvez (La Habana, 1971) y El 27 de noviembre de 1871, del propio Fermín, del cual se publicaron varias ediciones a lo largo de más de un siglo.
“Mucho sufrimos aquella tarde; pero hoy el recuerdo de nuestros sufrimientos ni nos sonroja ni nos hace odiar a los que así nos ultrajaron. El recuerdo de los hermanos que desaparecieron de nuestro lado, que quedaron en el campo de la Punta para no volver jamás, nos enseña a honrar perpetuamente su memoria con nuestra honra propia”; así lo reflejaron palabras de Valdés Dominguez, al rememorar aquellos días en su texto. Estos hechos lo motivaron a no descansar hasta reivindicar a sus compañeros.
Esa labor incansable del patriota habanero es el hilo conductor de Inocencia, el cual tiene otro antecedente cinematográfico, según comenta el propio Gil.
“La lógica y más profunda investigación para la realización del proyecto documental (Inocencias), me llevaron a la certeza de que aún quedaba mucho por decir, lo cual desbordaba los marcos del género. Era necesaria una película donde se pudiera redimensionar el carácter simbólico del acontecimiento más sensible del siglo XIX cubano y habanero”.
De ahí nace la idea de manejar el guión con ambas historias intercaladas, complementándose entre sí: “El trabajo encargado a Amilcar Salatti se fue estructurando a partir de mi documental y de toda la bibliografía que fuimos capaces de manejar, donde el insustituible y abarcador libro de Le Roy y Gálvez, y del propio libro de Fermín, resultaron ser los ejes y las brújulas esenciales para la escritura.
Del texto de Fermín se recogen incluso pasajes casi textuales en el guión del filme, para el cual también se contó con la participación de especialistas, entre ellos uno muy especial, a quien se dedicó el largometraje:
“Eusebio (Leal) fue esencial sugiriendo caminos investigativos. También tuvimos acercamientos a la Unión de Historiadores de Cuba; recomendaciones dentro del Archivo Nacional; la historiadora Graziella Pogolotti y el resultado de una pesquisa perseverante y abarcadora, nos dieron todas las señales y argumentaciones para exponer en texto la guía básica de la narración audiovisual”, recalca Gil siempre que tiene oportunidad.
El texto de Valdés Domínguez deja claro desde un inicio su propósito: “Referiré todo aquello que pueda servir para formar un juicio completo de mis asertos: rechazaré con honradez cuantos conceptos erroneos hayan llegado hasta mí; y nunca, ni la exaltación, ni la violencia, presidirán mis palabras, pues son estas páginas que el alma escribe y la verdad santifica”, así lo declara el joven doctor desde el inicio del libro referenciado.
“Fermín merece una atención renovadora que lo ubique como hombre de su tiempo, más cerca de la cúspide de lo memorable. Para mí fue un descubrimiento adicional, detrás de ese hombre hay mucha pasión, esmero, dedicación y amor por descubrir porque queda mucho por descubrir de esta personalidad histórica muy interesante y atractiva, no solo por su estrecha y afectiva relación con Martí”, dice Gil a OnCuba.
De ahí la importancia del séptimo arte como reivindicador de la memoria y la cultura de los pueblos, algo que conoce el realizador, quien además afirma que “el cine es el mejor camino para inscribir valores perdurables. La fundamentación artística en función de la historia es una herramienta cardinal en la búsqueda urgente de valores y enseñanzas extraviadas”.
En la quinta edición de El 27 de noviembre de 1871 aparece una carta de Enrique José Varona que resume el sentir de este texto, sumamente valioso para nuestra historia y el cual “no solo ha servido a los intereses de la historia que son de orden puramente abstracto, sino que ha servido a la más alta de las causas: a la de la justicia social, reavivando en el corazón de los cubanos la memoria de uno de los episodios más sangrientos del terrible período de sangre y abominaciones que componen la década revolucionaria, y designando a su execración eterna a los verdugos de sus hermanos y a sus cómplices cobardes (…) Este libro no debe ser sino el primer capítulo de una obra de reparación de dignidad y de patriotismo”.
Por eso el cine “un arte muy complejo, exigente y caro”, explica Gil, pero “con una fuerza comunicativa y expresiva de sus disímiles maneras narrativas, lo hacen único y potencialmente atractivo como vehículo enaltecedor de toda una simbología que pide con voz muy alta, luz sobre ella” y también sobre otros pasajes y personajes de nuestra nación, a quienes aun no les llega esa voz y luz, tan necesarias para que no se pierdan en la memoria de los hombres.
Editores: “ajusticiados arbitrariamente” es un sinsentido. Se ajusticia siguiendo la justicia. Si fue arbitrario, no fue ajusticiamiento. Vamos a prestar más atención