Andrés Lugo llegó barbudo y de gorra en 2011 a La Habana. Trajo a un cuate mexicano y unos tarecos de audio y grabación de los que nos servimos un grupo de jóvenes realizadores internados por cuatro días en La Madriguera. En esa casa de arte y locos del centro citadino, Lugo dirigió, hizo de actor, de script y editor. Cuba fue entonces la escenografía de historias que no imaginaba contar.
Cinco años después su foto de Facebook me habla de cosas que no hablamos en La Habana, cuando él acompañó un par de cortometrajes en los que trabajé.
Ahora, sin gorra, rasurado y vistiendo de etiqueta, ha ganado su segundo Emmy Award consecutivo, los premios más codiciados de la TV estadounidense. En resumen: un batazo para cualquier currículo; máxime el de un latino que es sin dudas de los jóvenes más exitosos en medios de Estados Unidos.
¿Qué pistas en tu vida hicieron que giraras los ojos hacia el audiovisual?
A los 12 años me acerqué a la música. Compuse algunas canciones y la práctica de sensibilidad del oído para escribir a través de las cuerdas de la guitarra. Más tarde estudié Artes Escénicas; leí mucho Teatro, acumulé acervo sobre la Danza Contemporánea, las artes circenses, la escritura y los géneros teatrales, etcétera. Juntar ambas artes me generó una atracción aún más grande por el cine como creador, como director pero a partir de la percepción.
Cuando llegaste a Cuba hace cinco años, como parte del Colectivo de Cine de Guanajuato, para el taller Kinocuba, ¿qué te impresionó más de los jóvenes cineastas que trabajaron contigo?
El deseo y la necesidad imperante de trabajar en colaboración y de contar historias. Se desarrolló un clima de producción bastante amistoso y sobre todo de mucho aprendizaje. La mayoría aunque fueran de Cuba tampoco se conocían entre sí. Yo a penas sabía el nombre de Eddy Tostado, con quien gané la Beca de parte del Instituto Municipal de la Juventud para viajar a la isla.
Lo principal fue la amabilidad, la integridad, el entusiasmo y el respeto en el que la dinámica de trabajo se iba dando.
Nunca había tenido la oportunidad de ir a La Habana y la experiencia que tuve fue muy gratificante. Como realizadores somos muy susceptibles a las imágenes y lo que recibíamos como postales de la ciudad era muy inspirador para la creación. Hoy en día las escuelas son muy caras y creo que el crear proyectos de este tipo como Laboratorios de Cine y de Intercambio Intercultural como KinoCuba, Kinomada (en Québec), KinoLab (en México), Chacal (en Chile) entre otros, son un gran Legado para las siguientes generaciones. Gracias a que cada uno de los participantes está desplazándose a nuevos territorios, apegándose a desafíos narrativos y creando ese espacio de intercambio, tendremos más facilidad para colaborar y poder exponer nuestros trabajos. Para eso trabajamos: para crear públicos inteligentes, que puedan juzgar y alimentar su alma, su mente.
En los cuatro días del Taller de producción viviste la realidad cubana y las condiciones para crear en la Isla. ¿No te animas a volver a filmar aquí?
Me encantaría visitar nuevamente La Habana. Fue una experiencia muy receptiva, amigable y retroalimentativa aunque desafortunadamente no pude estar muchos días fuera de set.
Cuando niños afrontamos la realidad y esas primeras impresiones quedan en la memoria para nunca olvidarlas. Nos construimos a partir de ellas. Y yo creo que La Habana logra diferenciarse por completo de muchos lugares en el mundo por su gente, sus calles, sus colores, su energía, su alma.
En 2015 obtuviste el Lone Star Emmy por el programa Up Close Deepak Chopra, y este año el Daytime Emmy Award con uno dedicado a Carlos Santana. ¿Qué te atrapa más: la televisión o el cine?
Ambos me atraen de una manera muy particular, pero las imágenes a través del cine son mi devoción y el imaginario de lo que concibo como realidad. El cine es un acto muy íntimo, de mucho respeto. Te puede destrozar, pero a la vez te ayuda a sanar, te da la certeza de que los sueños son posibles. Es un acto de desnudez, se revela a través de metáforas y escenarios que circulan en el interior de uno. La sumatoria de esos episodios se convierten en poesía que sólo el espectador a veces es capaz de descifrar.
Por otra parte, la televisión ha sido para mí una nueva faceta. Y puedo decirte que lo sentí como un gran reto cuando me dieron la oportunidad de crear el concepto, el estilo, el tono, de una producción para la llamada televisión abierta y a su vez para Social Media.
La práctica, la devoción por el trabajo, me dieron la fuerza necesaria para involucrarme de lleno a la producción de un programa de televisión como el que creé para la empresa AGANAR Media; así como la Segunda Temporada de Súper Latina y otro gran número de producciones publicitarias.
No fue nada sencillo. Me quedaba a dormir en la oficina tratando de encontrar el estilo que le daría a las producciones. El tiempo es muy valioso. Me abrían las puertas y no podía darme el lujo de defraudar a nadie: era la primera oportunidad que tenía en el extranjero de desarrollar mi trabajo.
¿Qué intereses creativos te estimulan más a la hora de elegir un proyecto?
Me estimula la honestidad en el trabajo, el amor por lo que hago, el deseo de mostrarlo. El autor debe sentirse parte de su obra; de lo contrario se convertiría en un trabajo sin rumbo, de prostitución.
Eres egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación, que si bien es afín con el audiovisual, no aporta la especialización necesaria para dedicarte a ese oficio. ¿Cuántos obstáculos tuviste que saltar para llegar a tu objetivo, que era la realización?
El principal obstáculo puede ser uno mismo. Todo depende de cuánto te apasione lo que haces día a día y de lo que quieras vivir mañana. Cuando uno se encuentra convencido de a dónde debe ir no hay que dejar de escuchar al corazón…conectado con la razón, claro está.
A veces se sentía que mientras más honesto eras contigo mismo las barreras aumentaban. Pero con constancias las puertas comienzan a abrirse poco a poco y luego el mismo círculo de acciones hace efecto. Entre las principales barreras estuvo dejar la familia. Salir de casa, decir adiós y prometerte que pase lo que pase no te quebrarás en el camino.
¿Cuándo te diste cuenta de que querías dejar México e irte a probar suerte en Estados Unidos?
Para mí se presentó como una necesidad en busca de oportunidades económicas para terminar de pagar mi universidad. No lo hubiera logrado si no hubiera salido a tiempo. Era demasiado el tiempo que tenía que invertir para pagar el préstamo que había solicitado para mis estudios.
Afortunadamente la necesidad la logré ver como una oportunidad. Estuve poniéndome a prueba a mí mismo y en mi soledad traté de encontrarme, conocerme y aceptarme. Eso es lo que más agradezco de haber salido de casa.
Mi partida a Estados Unidos fue como creo que pudo haber sido a otro lado. Era algo que simplemente necesitaba hacer porque cuando llegan esos momentos en la vida de uno en que no te encuentras, creo que necesitamos aventarnos al vacío para comenzar desde cero y reinventar el camino.
¿Cómo lograste insertarte en los medios para los que trabajas ahora? ¿Es muy complejo para un latino, autodidacta, entrar en esos circuitos?
La fe, la perseverancia y el trabajo te acercan a lugares que uno ni siquiera imagina. Cualquier persona puede lograr aquello que imagina. Pero creo firmemente que el respeto al otro, la disciplina, la actitud y la confianza en uno mismo son determinantes.