Si bien recuerda a aquellos frescos días del diciembre caribeño, en los que las largas colas del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana llenaban las calles del Vedado, el panorama del Festival de Cine de San Sebastián (en euskera* Zinemaldia) es una experiencia muy distinta.
Salvando las distancias entre la magnitud de ambos eventos, el 2020 ha hecho bien difícil el poder reunirse y disfrutar del cine. Sin embargo, este hermoso lugar en el norte de España no dejará que el coronavirus le arrebate la oportunidad al séptimo arte de vestirse de gala.
En medio de tal jaleo, con muchas medidas de distanciamiento social, hasta aquí tengo la suerte de llegar.
El Festival de San Sebastián se celebra desde el año 1953 por iniciativa de empresarios donostiarras, para con un tirón comercial, alargar los veranos con la magia del cine. En la actualidad se ha convertido en el más importante de los eventos cinematográficos que se celebran en España y en el conjunto de países de habla hispana, así como uno de los más longevos y prestigiosos de Europa.
Alfred Hitchcock paseó por las calles de Donostia para presentar su obra maestra Vértigo en total anonimato; Steven Spielberg y George Lucas hicieron sus premieres europeas de Tiburón y Star Wars, e incluso Woody Allen lo ha convertido en escenario para el estreno de sus películas, desde Melinda & Melinda hasta Vicky Cristina Barcelona. Todos, momentos de gloria de esta cita que llega a su edición 68 en 2020.
Es justamente el director neoyorquino quien destaca ahora por inaugurar el Festival con la premier mundial de su comedia Rifkin’s Festival, en el Auditorio Kursaal. Si bien su filme queda fuera de concurso, sobresale junto a Akelarre, Été 85 (Verano del 85) y Druk / Another Round en la sección oficial como las más vendidas. Han sumado la venta de 9.463 entradas en el primer día, lo que representa más del 90 % de las localidades disponibles para las tres primeras jornadas de la edición 68.
El Festival se ha organizado con estrictas medidas de seguridad ante la pandemia de la COVID-19, en primer lugar, para crear un espacio seguro y, en segundo, para proponer una sesión cinematográfica lo más agradable posible. Se ha reducido el aforo en las salas de cine a entre un 30 % y un 60 %, se han suprimido sedes como el Velódromo y se han programado 159 pases y 64 películas menos que en 2019.
Usando mi mascarilla, me hace especial ilusión poder toparme con Woody en el estreno del Kursaal o quién sabe si hasta con algún que otro cubano a las afueras del emblemático Hotel María Cristina o en las proyecciones del Teatro Victoria Eugenia. Aunque sin dudas, lo más emocionante será vivir la experiencia de tandas y tandas de películas en una ciudad que en sí misma parece sacada de un filme.
Sea como fuere, el cine está de fiesta y lo verdaderamente importante está en las pantallas de San Sebastián. Así que allí me voy. Ya les iré contando… ¡agur!