El caso Cremata

Foto: Roberto Ruiz

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Este 6 de octubre el director de cine y teatro Juan Carlos Cremata hizo público por correo electrónico un texto protesta debido a la “ausencia de respuestas a las reclamaciones presentadas”, luego de que el pasado septiembre le fuera cerrado definitivamente su contrato como director teatral en Cuba, y fuera disuelto su grupo de teatro El Ingenio, con casi 10 años de trabajo.

Después de un largo tiempo en que las propuestas artísticas del polémico director parecían resultar “demasiado incómodas” -el propio Cremata utiliza la frase-, las instituciones culturales que lo representaban a él y a su grupo finalmente decidieron el pasado septiembre sacarse la piedra del zapato.

“(…) con la represalia y el castigo injustos, desproporcionados y sin sentidos, no hacen más que evidenciar su efímera e ideológica flaqueza”, dice ahora Cremata en su “RESOLUCIÓN ARTÍSTICA para Centros, Consejos, Cuadros y Ministerios sometidos a disolver, mutilar o censurar ingenios”.

En este alegato de autodefensa, el director de películas como Nada y Viva Cuba, cuestiona a los organismos rectores de la política cultural en la isla, “incapaces de progresar, estancándose, cada vez más, en lo rancio, retrógrado, reaccionario, improductivo e impopular de sus medidas represivas”.

El “caso Cremata” comenzó cuando el artista se propuso llevar a las tablas el texto El rey se muere, del dramaturgo rumano-francés Eugene Ionesco. Se trata de una obra que habla esencialmente de un rey que ha gobernado por más de 350 años, y del cual la corte se burla constantemente, mientras desea que terminen sus días para darle paso al cambio, a los nuevos tiempos.

El rey se muere fue puesta solo dos veces en el teatro capitalino Bertolt Brecht, el pasado mes de julio, a teatro lleno. Después fue bajada de cartelera porque el CNAE consideraba que en ella había un desligamiento entre “las obsesiones poéticas de nuestros creadores y la política cultural de La Nación (…)”.

Antes de El rey…, Cremata había llevado a escena La hijastra, provocando tanto escándalo y polémica como el director mismo. Con texto del joven dramaturgo cubano Rogelio Orizondo, esta obra logró alcanzar las 14 puestas, pero luego también fue suspendida por un imprevisto “cambio de programación” del Consejo Nacional de las Artes Escénicas.

Cremata dice a OnCuba que se le está “ajustando cuentas” por su irreverencia artística y política, una actitud adrede que ha marcado su trabajo desde los inicios. El pasado septiembre, el artista había usado la vía e-mail y las redes sociales, para divulgar cómo en la mañana del día 7 se le citó a una reunión en el Centro de Teatro de La Habana, en la que le dieron a conoecer la Resolución número 10 del Ministerio de Cultura, mediante el cual se disuelve su proyecto teatral El Ingenio y se cierra definitivamente su contrato como director teatral en la Cuba.

La resolución argüía que Cremata había incurrido en “(…) un conflicto ético-profesional (…) provocando la falta de confianza en el artista, todo lo cual descalifica sus propuestas como intereses institucionales”. OnCuba aprovecha este momento para reproducir algunas declaraciones exclusivas del artista, en el complejo contexto por el que atraviesa su carrera.

Estas medidas que han tomado con usted, ¿Son un hecho aislado o es una práctica común de las instituciones que rigen el teatro que se hace en Cuba?

Creo que yo les soy incómodo. Otros directores de teatro como Nelda Castillo (El Ciervo Encantado) y Carlos Díaz (El Público) también les son molestos, pero no los han podido controlar. En mí encontraron un chivo expiatorio para demostrar que no interesa cuán importante seas: se pueden tomar medidas contigo. El rey se muere trata de eso. De demostrar hasta dónde es libre uno. La obra traspasó la medida de ellos. No la mía. Para mí no existe ninguna medida o género. Yo soy artista. Yo soy degenerado. Yo soy desmedido. Les puse la medida demasiado alta, y ellos dijeron: “Hasta ahí no”.

Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz

¿Por qué poner El rey se muere en el momento actual?

En este momento en el que hablamos de cambios en el país, era importante escoger una obra que precisamente habla de la resistencia al cambio. Es una obra muy graciosa, que ha generado lo mismo cada vez que se ha puesto en escena en otros países.

Y no significaba la “carnavalización” de ningún máximo líder, como dijeron ellos. Era sencillamente una pieza súper original y divertida, que yo “crematicé”. Tengo la satisfacción de haberla puesto. Aunque sufro el proceso trunco de no haber podido confrontarla con todo el público que quería verla.

Su trabajo expone casi todo el tiempo una inconformidad política, si se quiere. ¿Qué le resulta tan incómodo?

Me resulta incómodo cualquiera que esté cómodo. Yo soy un artista creado en esta sociedad. Estudié Filosofía Marxista y Materialismo Dialéctico, y sé que todo está en constante cambio y desarrollo. Para mí la palabra cambio es muy importante.

Disentir puede ser estar en contra, para estar a favor de la construcción de algo. Mi trabajo es abrir una puerta. Es crear un nuevo pensamiento. Yo siempre estaré incómodo con todo lo estático, lo perenne. Soy un defensor de la diferencia, que es lo que hace único a cada ser humano.

Es mi voluntad ser irreverente. Ser iconoclasta. Ser alternativo. Ellos saben que yo tengo un lenguaje bastante provocador. A mi me interesa construir y crear, también destruyendo y desapareciendo moldes, conceptos. Creo que esa es la labor de un artista. Y más la de un artista del teatro, que es un ejercicio catártico con el que el público confronta cosas, con las que puede estar de acuerdo o no.

¿Qué teatro merece la Cuba de estos tiempos?

Todo tipo de teatro. Como todo tipo de prensa. Como todo tipo de cine…

Evidentemente, no podrá poner más una función en ningún teatro del país. ¿Hará teatro en su casa, en circuitos recreativos particulares?

Nosotros (El Ingenio) tenemos mucho público. Si pusiéramos una obra en el apartamento de alguien tendríamos público para todo el año. Pero me imagino que los ojos estarían puestos en mí, y comenzaría a hacer un teatro de oposición que a mí no me interesa.

¿Estas sanciones se harían extensivas hacia su trabajo en el cine?

No lo sé. En este momento estoy en un limbo en ese sentido. El cine es una dependencia del Ministerio de Cultura. No sé si de repente podrían venir sendas expulsiones de la UNEAC y del ICAIC. Ahí sí me sentiría más ahogado. Y cuando uno está ahogándose, trata de nadar.

Otra de las variantes podría ser el exilio. Yo tengo visa norteamericana. Pero quiero pelear aquí. Quiero seguir aquí. Este es mi país. Yo tengo derecho a defender mi creación y mi libertad. Mucha gente lo ha hecho. Martí, Heredia, Fidel Castro.

Después de 1959 se han cometido muchas injusticias con artistas como Ernesto Lecuona, Celia Cruz, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, y muchos nombres más, algunos de ellos no tan grandes, pero que lo habrían sido si no se les hubieran cortado las alas.

Ahora en Cuba se está revisando críticamente nuestro pasado, nuestro presente, y se está pensando en el futuro. La alta dirección del país ha pedido incluso participación en esa revisión crítica, también desde el arte. Eso es lo que yo pretendo.

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