Después de casi 10 años desde que comenzó a rumiar el proyecto, Club de Jazz ahora le parecerá un milagro. No lo dice abiertamente pero se le nota fatigado y a la vez con muchas ganas de ver la reacción del público ante su tercer largometraje. Al fin Esteban Insausti verá su película en pantalla grande, cuando se estrene el próximo 7 de noviembre a las 8:30 de la noche en el cine Chaplin de La Habana.
Desde que comenzó la producción con el ICAIC y la colaboración del Fondo Ibermedia; desde las primeras declaraciones a la prensa, Insausti ha repetido que esta no es una película musical, aunque es sobre música, con lo que ya tiene un trecho de interés conseguido.
Insausti, también guionista, se ha hecho acompañar por “monstruos” del cine cubano como los actores Mario Guerra, Luis Alberto Garcíay Héctor Noas. La dirección musical ha sido de Juan Manuel Ceruto, otro grande, y dos maestros se han encargado de la fotografía: Ángel Alderete y Alejandro Pérez, en un trabajo a cuatro manos que ha significado una enseñanza para el equipo de realización.
Club de Jazz es una película que reúne a muchos de los mejores en todas las especialidades e indaga precisamente en la forma en que el talento artístico es recibido por la mediocridad; generalmente sobreviene lo que Insausti considera la más inconfesable de las emociones humanas: la envidia.
La historia está tejida por tres cuentos: “Saxo tenor”, “Contrabajo con arco” y “Piano solo” y está ambientada en épocas muy distintas en un lugar que no es Cuba o que podría ser cualquier lugar, en tres momentos distintos: los finales de la década del 50, los años 90 y la actualidad, respectivamente.
¿En Club de jazz qué hay de nuevo y qué repites como autor, en tu doble condición de guionista y director?
Club de Jazz se considera mi tercer largometraje, aun cuando Tres veces dos fuera un filme compuesto por tres historias independientes, pero Cuba considera tu primer trabajo como opera prima, a diferencias de festivales tan importantes como Cannes o Venecia que aceptan en algunos casos hasta un segundo y tercer largometraje como opera prima.
Hay una máxima que me acompaña siempre y es la de que cuando no te renuevas, te vuelves predecible. Apreciarás nuevas búsquedas en la morfología de Club de jazz, sobre todo a nivel de estética y puesta en escena, que nada tienen que ver con mis trabajos anteriores. O sea, que si Larga Distancia cerró un ciclo de búsqueda, Club de jazz abre uno nuevo.
Estudiaste jazz en algún momento de tu vida y tengo entendido que tu esposa, la editora Angélica Salvador, es hija del maestro Emiliano Salvador. ¿Con Club de Jazz pretendes saldar o indagar en algún tema de tu vida personal, de tu entorno emocional más inmediato?
Mi vida siempre ha estado estrechamente ligada al jazz desde que soy un adolescente. La esencia del género, que supone la libertad in situ, es una herramienta que he utilizado en toda mi carrera, y por supuesto que la impronta de un vanguardista renovador como Emiliano Salvador ha sido siempre una suerte de estandarte en mis búsquedas personales y artísticas.
Debo aclararte que la película es un estudio de tres cuentos, pero en ningún caso es biográfica. Sí se utilizaron como referente en cada cuento para definir una época, las obras de Charlie Parker, Jaco Pastorius y Emiliano Salvador. Otro punto en común es que la propia Angélica es la editora cinematográfica de todos mis trabajos, incluido Club de Jazz. Ella, pienso yo, es al montaje cinematográfico cubano contemporáneo lo mismo que fue su padre para el jazz latino en cuanto a búsqueda y expresión auténticas.
Entre las tres historias que componen la película la envidia es el leit motiv. ¿Por qué ese hilo conductor? ¿Qué te interesa de ese sentimiento?
La envidia, la más inconfesable de las emociones humanas, como siempre suelo decir, es la catedral que le erige la mediocridad al talento. Creo que vivimos en un mundo con un sentido de la competencia muy mediocre y la película intenta humildemente demostrar que quien padece de tan terrible emoción es también su víctima. A diario vemos esa confrontación con la gloria ajena en todas partes. La mayoría de las personas al sentir envidia frente al talento no se percatan de que este produce beneficios para todos.
Has expresado que en esta película las sombras son protagonistas y esto justificaría el blanco y negro. ¿No te preocupa no serle simpático con esta elección a la mayor parte del público, acostumbrado a otra textura de imagen? ¿El uso del blanco y negro es una moda? Pienso ahora en Roma, de Cuarón, que usa un blanco y negro no envejecido para significar la idea del pasado que está recreando. ¿Son esos o parecidos tus motivos? ¿Qué aportaron Alderete y Alejandro Pérez a tu idea original?
Este es un proyecto que tiene más de 10 años de concebido y consta en los registros de derecho de autor cubano. Incluso en el proyecto que se presentó al Fondo Ibermedia en 2011, ya se argumentaba por qué la película sería en blanco y negro. O sea que, en mi caso, no es una moda sino un recurso estético que he utilizado a lo largo de toda mi obra, precisamente por su atemporalidad. Lo que más me interesaba era no circunscribir la historia a un período concreto, aun cuando fueran tres historias narradas en épocas diferentes.
Tanto Alderete como Alejandro y yo estudiamos mucho la luz del cine polaco, que tiene una luz casi difusa, sutil. Curiosamente hoy Club de Jazz será distribuida por los productores y distribuidores de Ida (DEUX FILMS), Oscar a la mejor película extranjera en 2015, también una película realizada en blanco y negro y que nos había servido de referente junto a Madre Juana de los Ángeles y otros clásicos, lo cual ha sido una verdadera magia dentro de esta compleja realidad.
Cuando pienso en proyectos siempre intento que me gusten a mí primero. Si me funciona a mí, funcionará con el público que sea capaz de vibrar con esa propuesta estética. En mi caso, más que seducir y manipular, siempre me interesó inquietar. Es por eso que en los tiempos que corren no creo en el cine popular, tampoco hermético; y en esa balanza es en la que ha intentado moverse mi propuesta.
Trabajas con grandes actores cubanos en esta película y también con nuevos, incluso niños. ¿Cómo viviste esa dirección de actores? ¿Estás satisfecho con el resultado?
Trabajar con actores siempre es una experiencia enriquecedora para cualquier director, sobre todo por la posibilidad de poner en práctica diferentes herramientas para condicionar más de un estado. Es una profesión que respeto mucho y con la que disfruto compartir desde el propio casting hasta el trabajo en el set. En el caso de los niños se usó como coach a la que también es una excelente actriz Yailene Sierra. Su aporte para este proyecto es simplemente inolvidable.
Eres considerado uno de los más prometedores directores cubanos actuales. Vienes de formarte en FAMCA, de la generación de los 90s que fueron precursores de un cine que se podía hacer fuera del ICAIC, usando otras tecnologías y desde una visión distinta del cine… ¿Cuál es tu relación actual con la industria? ¿Cómo fue el proceso de esta película? ¿Qué de nuevo aprendiste en este aspecto?
Vengo de una generación privilegiada por los cambios tecnológicos y por la apertura que significó la Muestra de nuevos Realizadores.
Club de Jazz es la experiencia cinematográfica que más me ha aportado como artista hasta la fecha, por su alto nivel de complejidad y por la inmensa complicidad de mucho talento en la búsqueda de un mismo objetivo. Este ha sido el mejor equipo con el que ha trabajado en mi historia, por ejemplo. Jamás se había trabajado una película con dos grandes fotógrafos al unísono sin que el ego de alguno primara sobre los resultados, y esta es una experiencia que agradeceré toda mi vida, sobre todo por la humildad con la que se asumió.
Cuando tienes que soñar una película, intentar hacerla realidad, esperar siete largos años para realizarla, encargarte de su casting, diseño de producción, rodaje y al mismo tiempo sentir que muchas veces no te has preparado para nada porque lo que planificaste ya no existe en un solo minuto… Y así, hasta encargarte de la distribución internacional desde Cuba… No puedes sentir que estás trabajando precisamente para una industria, más bien tú te has convertido en la industria, lo cual te otorga una fuerza que hace que, en lo adelante, cualquier cosa parezca un baile. Aún a días del estreno no hemos terminado de sufrir, pero el arte, cuando es auténtico, también es agonía.
¿Qué esperas provocar en el público cubano que verá en las próximas semanas en las salas grandes tu película?
Inquietar, provocar una reflexión profunda en ese espectador que hoy más que nunca necesita dejar de mirarse al espejo y comenzar a mirarse hacia adentro otra vez; en esta realidad compleja que nos ha tocado vivir, donde la envidia como emoción oscura sería tan dañina como la globalización del mal gusto y del populismo cultural del que vivimos bombardeados.
¿Qué viene después de Club de Jazz?
Continúo luchando por llevar hacia adelante Pincel con sangre, una película inspirada en la vida de la artista plástica cubano-estadounidense Ana Mendieta y que sería narrada desde el referente que fue su propia obra. Al mismo tiempo me encuentro dándole los retoques finales financieros para comenzar la preparación de Erección, un proyecto de coproducción entre Estados Unidos, Dinamarca y República Dominicana. También trabajo en otras ideas que tienen que ver con la danza contemporánea y la fotografía.
Excelente entrevista a mi juicio uno de los realizadores más originales, exquisitos y diferente del panorama actual y desde hace mucho. Felicidades