Los dos únicos largometrajes de ficción cubanos que compiten, por los premios Coral, en el próximo Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, comparten inclinación por la temática erótica, una asignatura pendiente en el cine cubano que, a lo largo de cincuenta años, apenas le ha concedido espacio a la carnalidad, el desnudo y la concupiscencia, a pesar de que títulos muy recientes como Afinidades, Marina, Melaza y Se vende convirtieron las relaciones sexuales en parte importante de la acción dramática.
Tanta ha sido la mojigatería del cine cubano, que en una encuesta convocada por el crítico de cine Juan Antonio García Borrero, para repasar la “memoria erótica” de los especialistas cubanos, muchos sudaron tinta para tratar de elegir las cinco escenas más recordables, sugestivas, excitantes. Se arribó a la conclusión de que los mejores momentos de sexo en el cine cubano aparecen en las películas Amor vertical (1997, Arturo Sotto) y Molina Ferozz (2010, de Jorge Molina), seguida, en el segundo escalón de preferencia, por Cecilia (1981, Humberto Solás), Memorias del subdesarrollo (1968, Tomás Gutiérrez Alea) y La vida es silbar (1998), de Fernando Pérez, aunque también figuren en la selección algunos momentos memorables y sugestivos de La bella del Alhambra (1989, Enrique Pineda Barnet), Papeles secundarios (1989, Orlando Rojas), Lucía (1968), Humberto Solás), Se permuta (1983, Juan Carlos Tabío) e incluso Vampiros en La Habana (1985, de Juan Padrón). Pero a pesar de todo ello, predomina la sensación de que en algunos nuevos títulos el cine cubano intenta recuperar el calor que le comunicaran Beatriz Valdés y César Évora en La bella del Alhambra, o Silvia Águila y Jorge Perugorría en Amor vertical.
Y la noticia latente en este texto ya no es el hecho de que exista tal encuesta y sus resultados, sino que Arturo Sotto y Jorge Molina, dos de los realizadores que con mayor asiduidad tratan el erotismo, tienen nuevas películas, y ambas se vinculan de manera natural y desprejuiciada con libido y desnudos, ardores y deseos. En el próximo Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano concursan Boccacerías habaneras, de Arturo Sotto, y Jirafas, de Enrique Álvarez (únicos largometrajes cubanos en concurso), mientras que fuera de competencia aparece el cortometraje Molina’s Borealis, de Jorge Molina, egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) y autor de Molinas Ferozz y Molinas culpa, dos obras fundamentales para entender la evolución del tema erótico en el cine cubano de los últimos quince o veinte años.
También egresado de la EICTV, Arturo Sotto culminó recientemente en La Habana el rodaje de Boccaccerías habaneras, su cuarto largometraje de ficción, antecedido por Pon tu pensamiento en mí (1995), Amor vertical (1997) y La noche de los inocentes (2007), todos los cuales proponían, en alguna medida, escenas de desnudos y erotismo o historias de amor con el imprescindible componente del sexo. Boccaccerías mías es el resultado de un proyecto fallido con cuentos de Giovanni Boccaccio: El Decamerón habanero, que habría de ser dirigido por varios cineastas cubanos y adaptaba varios de la célebre colección de cuentos sicalípticos. Jorge Perugorría decidió hacer uno de esos cuentos, lo convirtió en largometraje y lo tituló Se vende, y entonces Sotto escribió la adaptación de un tercer cuento boccaciano, para armar una película de hora y media que tuviera estructura episódica y trasplantara el Decamerón a La Habana.
Con el hilo conductor de un escritor que está en una crisis imaginativa y recibe en su casa a personas que le cuentan historias, aparecen tres cuentos inspirados en el Decamerón, pero según el realizador no habrá escenas de sexo. En declaraciones al sitio web cubacine.cu, Arturo Sotto asegura que “es una película que aspira más que a un erotismo a una sensualidad. Por supuesto, hay desnudos porque están en la obra de Boccaccio. Obviamente hay un referente importante que es el Decamerón hecho por Passolini que fue y es una película importante. Pero todo está planteado una sensualidad que se debe respirar en la película. El primer cuento, que nosotros llamamos Los primos, es sobre una familia cubana típica. Casi todos dentro de una casa, con una boda. El segundo cuento se llama No te lo vas a creer, la historia de un baúl que va rodando toda una madrugada por La Habana y el tercero es Una historia del tabaco cuya acción se desarrolla dentro de una fábrica de tabacos”.
El otro largometraje cubano en competencia se llama Jirafas y está dirigido por Enrique Álvarez, quien aborda los deseos inconfesables primero, y luego irreprimibles, de un trío de protagonistas, dos mujeres y un hombre, abocados a la necesidad de encontrar una supervivencia decorosa, y de llegar a consensos de comprensión y hasta de epifanía erótica, en medio del litigio por tomar posesión de una casa. Según José Luis García en la página Cinestel.com, “el tema de la propiedad no es el exclusivo de la película porque, aprovechando esa circunstancia anómala, el guión despliega toda una relación de contenidos que tienen que ver con la convivencia: las relaciones laborales, el acceso a la vivienda, los deseos encontrados, el machismo, los secretos, la invasión de la intimidad, el consumismo y la economía precaria. Los tres protagonistas, unos más que otros, tienen que ir cediendo en su postura inicial y son las amenazas externas lo que acabará uniéndolos: los ocupantes de la casa representan aquellas fuerzas vivas que emergen en esta segunda década del siglo XXI en Cuba y que quieren entender su realidad de una manera diferente a la de sus mayores para construir su identidad como generación”.
Respecto a Molina’s Borealis, el cortometraje de aproximadamente 27 minutos que se muestra en la sección A medianoche del Festival, cuenta la historia de Ella y Él, quienes se atraen de manera enfermiza, pero no saben manejar sus emociones y las consecuencias serán trágicas. Ella es una hermosa joven que vive a tope, sin ataduras, y Él, un cuarentón desilusionado, de salud delicada y que trabaja como proyeccionista de un cine. Ambos se ven atrapados por un amour fou, en el contexto de un pueblito pesquero del interior de Cuba mientras el cambio climático va deteriorando cada vez más el planeta. En el opening de Borealis, de acuerdo con el blog del realizador, Ella nada desnuda bajo el agua y se muestran planos de particular belleza. Luego, en el cine Círculo de Artesanos de San Antonio de los Baños, ocurren varias secuencias donde Ella entra en el cine y ve varias veces la misma película (Molina´s Ferozz), y comienza la interrelación de ambos personajes en el lobby.
Hay otras obras en concurso, como los cortometrajes de ficción La trucha, tesis de graduación en la EICTV de Luis Ernesto Doñas, y Afuera, codirigido por Vanessa Portieles y Yanelvis Figueredo. Ambas obras muestran un erotismo insinuado, que se desliza en off, pero curiosamente queda excluido de las acciones relatadas. En La trucha, a la protagonista le roban el show humorístico que antes lideraba, y al final se insinúa que ella logra una compensación afectiva con el travesti que la sustituye, pero el corto prescinde, casi por completo, del componente erótico en la nueva relación forjada entre la estrella saliente y la aspirante a entretenedora estelar.
En Afuera, Ángel termina por regresar a la prisión de donde salió, donde lo espera un amigo que quizás fuera también complaciente pareja de erotismo carcelario, en tanto la amistad es lo que lo obliga a regresar, y a renunciar al “afuera” donde quedó su esposa, su familia, y los disturbios del llamado Maleconazo. Aquí, el erotismo se insinúa de manera tan indirecta que Afuera apenas clasifica entre las más recientes películas cubanas dedicadas al tema del erotismo. La incluimos en esta relación solo porque el filme sugiere la oposición entre una intimidad plena, en encierro, y la desintegración aburridora de la familia y la cotidianidad.