“Santa y Andrés es una película que transcurre en el Oriente de Cuba, a principios de los años 80. Es la historia de la relación que surge entre dos personas que, aparentemente son muy distintas, pero que poco a poco se van percatando de que las cosas que los unen son más importantes que las que los separan. Santa es una solitaria campesina que es enviada a vigilar a Andrés, un escritor homosexual, que no le inspira ‘confianza’ a la Revolución; y a lo largo de estos días de vigilancia, entre los dos ocurre algo. Ocurre un encuentro”. Es la historia de la más reciente entrega del joven cineasta Carlos Lechuga, con quien conversamos en exclusiva. La cinta podrá apreciarse en el venidero Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en diciembre de 2016.
¿Cómo surge Santa y Andrés?
Yo en el año 2008 me gradué en la especialidad de Guion, de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Con mi guion de tesis bajo el brazo y con unas ganas tremendas de dirigir, gracias a Producciones de la 5ta Avenida, que eran amigos, nos pusimos las pilas y logramos materializar la que fuera mi opera prima Melaza. En diciembre de 2012 el Festival de Cine de La Habana tiene la deferencia de invitar a la película y es entonces cuando tengo mi primer desacuerdo con el ICAIC, en aquel entonces dirigido por Omar González, que sin ver la película decide entorpecer el desarrollo libre de esta obra.
Este intento de censura ocurre en un momento en el que estaba buscando tema para mi segunda película y también coincidió, por cosas de la vida, con que las únicas dos películas que tenía en mi computadora eran los documentales: Seres extravagantes de Manuel Zayas y Conducta impropia de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal. Estas obras me abrieron las puertas a todo un mundo que yo, como muchos otros jóvenes, desconocía. Había en ellas una verdad que no me dejaba avanzar o interesarme en otros temas.
Poco a poco empecé a investigar a artistas cubanos que hubiesen sufrido la censura, la separación, la prisión… Muchos de estos artistas estaban muertos, pero otros, sus amigos, sus familiares, sus cercanos, vivían en la Isla o diseminados por el mundo. Melaza internacionalmente tuvo una carrera, y a algunos de los festivales o estrenos fui invitado; y esto me sirvió para ir visitando en Europa y América a los protagonistas de estos dramas o a sus conocidos o familiares.
Así empecé a escribir Santa y Andrés. Ya en enero de 2013 yo tenía una imagen en la cabeza que era la de una campesina, cargando una silla, subiendo una loma y sentándose a vigilar a un escritor homosexual. Luego, a lo largo de estos años, he tenido que leer mucho e investigar bastante. Es un tema que me apasiona y que en su búsqueda la vida me regaló.
Recuerdo que antes era Santa y Delfín el título del guion que resultó incluso premiado, ¿por qué el cambio de nombre?
Sí, es el mismo guion que ganó el Julio Alejandro en España y el premio de guion inédito en La Habana. El nombre de Andrés, surge de un tío abuelo mío, al que no conocí, que era homosexual y tenía un ojo de vidrio. Es un homenaje familiar. Por eso la película se llama Santa y Andrés.
Como te decía, investigando me encontré con mucha gente linda. Entre los amigos que salí a buscar logré acercarme al poeta holguinero Delfín Prats y, sobre todo, a su poesía. Delfín y yo, a pesar de vernos poco, hablamos mucho por teléfono, y hemos encontrado un balance en nuestra relación, que consiste en no hablar de su pasado, no hablar del país, no hablar de los amigos muertos.
Delfín y yo hablamos de Xavier Dolan, de películas como El desconocido del lago, etcétera… Un primer impulso me hizo titular la película con su nombre, a modo de homenaje, pero lo que acontece en el filme no es realmente su vida. Aparte Delfín es una persona tan sencilla que no le gusta para nada ser el centro de atención. La película realmente, o mejor, el personaje de Andrés, realmente tiene un poco de todos. Un poco de René Ariza, de Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales, Eddy Campa, Manolo Granados, Esteban Luis Cárdenas, Carlos Victoria, los hermanos Abreu, y algo tendrá también de Delfín.
Santa y Delfín fue un título de trabajo, un homenaje, pero sobre todo era un aura que me ayudaba a avanzar. Yo quiero mucho a Delfín Prats y su amistad me vale y desde el principio me valió mucho más como para tratar de forzarlo para conseguir alguna información. En este momento, por las lecturas y los testimonios, siento que conozco más el pasado de los mencionados que del propio Delfín. Muchos artistas y escritores han inspirado a mi Andrés.
Una vez más las relaciones humanas como centro de tu propuesta, ¿en qué te inspiraste esencialmente en esta nueva entrega?
Me inspiró mucho la vida de estos artistas y la forma en que se enfrentaron a la adversidad y siguieron sus vidas tratando de escribir y de vivir. Pero también me inspiraron los cubanos de aquí, que nos perdimos ese arte, que no pudimos tener a esos artistas acá.
Santa y Andrés es una película que habla de la posibilidad de encuentro entre personas diferentes. Habla de la superioridad que tiene la amistad y el arte en comparación con la política, las ideologías, o los gustos sexuales. Me inspiró mucho el deseo, el intento de escuchar la voz de muchos que fueron silenciados o que sufrieron la represión de gente que intentó callarlos. Me inspiró mucho hablar de la importancia que tiene para los pueblos cuidar a sus artistas, su cultura… El tiempo pasa y pasa y a esta gente no se le pidió siquiera disculpas.
Andrés y Santa son dos seres humanos que están muy solos, dos parias, dos al margen de lo establecido, de la sociedad, de la “familia” normal, como la conocemos. Dos seres con una amistad o un acercamiento especial. Mi inspiración esencialmente fue un estado de ánimo, un sentimiento, un dolor. Me propuse alcanzar o hacer sentir, lo que sintió Reinaldo Arenas o René Ariza cuando fueron mancillados. Quería que el espectador, cualquier espectador, aunque no estuviese de acuerdo, entendiera o sintiera lo que sintieron ellos. Tratar de alcanzar eso. Tratar. Pero al mismo tiempo evitar hacer una película sobre el odio y sobre la separación entre los cubanos. Las ideologías separan familias.
El “sentir lo mismo”; el “entendimiento”, aunque entendimiento no es una palabra que me gusta, porque casi siempre es mal usada. El sentir lo mismo entre los cubanos es lo que me apasiona. Creo que los cubanos debemos estar muy unidos y defendernos unos a los otros, los de allá y los de acá. Somos uno. También es hora de que nuestras historias pasadas sean contadas por cubanos. Hay que apurarse no vaya a ser que el director de “Transformers” quiera venir a contar nuestros dramas.
Para mí esta película se resume en un segundo, ya cerca del final, cuando en un bar, sin saber por qué, Santa le tira un botellazo a un hombre que no sabemos quién es. Ese botellazo lo podría haber tirado también Andrés. Es un botellazo, que yo le lanzo a las cosas feas de la vida. Es un botellazo contra la censura, contra el silencio, contra la muerte, contra el olvido, contra la soledad, contra los que abusan de los débiles, contra los que se creen dueños de todo. Es un botellazo contra el rechazo y contra los problemas de la vida misma. Es la venganza de los seres humanos a los que la vida les cuesta un tesoro, citando El colibrí, tema que nos cantó con gran belleza y sentimiento Haydée Milanés para el final de la película.
Me inspiró también el desprenderme de muchas ideas establecidas y “adjetivos”. Cuando empecé a encontrar a mis personajes, borré de la pizarra las palabras: homosexual, gusano, heterosexual, comunista, contrarrevolucionario, revolucionario, culto, inculto… y cuando eliminé toda esa hojarasca, los personajes me hablaron. Y traté de respetarlos, estuviera de acuerdo o no con ellos.
¿Cuáles son las principales temáticas que aborda el filme?
La libertad, la libertad y la libertad.
¿Cómo fue la selección y el trabajo con los actores que se enfrentan al cine por primera vez?
Desde hacía mucho tiempo quería trabajar con Lola Amores y Eduardo Martínez. Antes no habíamos podido y un día, empezando a materializarse la película, me los encontré en la calle. Fue como una señal. Son dos grandes actores, con mucho talento y con muchas ganas de trabajar. Son muy trabajadores. Las lecturas y los ensayos en mi apartamento fueron una de las cosas más lindas del proceso. Lola y Eduardo se entregaron tanto, tanto… George Abreu, Luna Tinoco, César Domínguez tampoco habían hecho mucho cine y se desvivieron con este proyecto. Fui muy afortunado porque crearon muchas situaciones conmigo más allá del guion.
¿Qué principales diferencias y semejanzas encontramos entre este filme y Melaza?
Melaza y Santa y Andrés son dos hermanas que hablan de Cuba y de los cubanos. A mí personalmente con Melaza, al ser la primera, me parece que yo estaba muy amarrado a ciertas ideas y que con Santa… abrí un poco más las puertas y las ventanas y dejaba que los dos personajes tuvieran más libertad. Mi reto como director fue tratar de, siendo yo mismo, no repetirme, no hacer lo mismo, aprender y probar cosas nuevas en el rodaje, para así disfrutarlo y salir de mi zona de confort.
¿Qué elemento destacarías de la película?
Sería injusto destacar un solo elemento. Agradezco mucho el equipo de colaboradores que tuve, que en condiciones muy duras me cuidaron las espaldas. Personalmente hubo un plano secuencia de 5 minutos que yo no sabía si lo iba a poder hacer sin cortes. En el ensayo el fotógrafo Javier Labrador me escuchaba y veía el movimiento de los actores y él se movía en una especie de posesión que también tenían los actores. Cuando filmamos la primera toma recuerdo que tuve que esconderme detrás de la cabaña y caí en una silla con un cansancio, como si se me hubiese ido un peso de arriba. Ese día hicimos seis tomas y al final la primera fue la que quedó. Fue un momento en que todo el equipo estaba sincronizado, todos dejamos de ser nosotros, para ayudar y dejar ser a Santa, Jesús y Andrés.
¿Qué opinión te merece el actual cine joven cubano?
Hacer una película en cualquier parte del mundo es algo muy difícil. Pero para un joven cubano hacer una película es algo muy, muy difícil.
Creo que los jóvenes y los no tan jóvenes cineastas cubanos necesitamos cambios en las regulaciones cinematográficas actuales. Creo que uno de los grandes problemas está en el temor que tienen las instituciones estatales por la manera en que se pueda tratar un tema o no. Cuando el mayor temor debería ser perder a estos artistas.
Cuando una película cubana independiente asiste a un festival de cine internacional o se estrena en algún país, es una fiesta y hay que prenderles velas a todos los santos. ¿Por qué? Porque nosotros, los jóvenes independientes, no solo tenemos que competir con películas del resto del mundo, películas que sí tienen fondos nacionales y leyes de apoyo a la producción local, sino que también tuvimos que agenciárnoslas para poder filmarlas en nuestro país sin que el propio instituto nos viera como una competencia. Ya no pido que ayuden, solo que no entorpezcan.
Entonces qué te voy a decir del nuevo cine cubano. Todos somos héroes. Héroes tristes, porque evidentemente estamos en un momento que es más fácil que cualquier norteamericano tire un plano de una superproducción a que un joven de Ciego de Ávila firme un cortico. El cine nacional no gusta en las altas esferas o es temido. Una de dos. Por supuesto que una ópera prima nacional no le va a brindar al país los millones de Hollywood. Pero por favor. Por favor…
¿Te consideras un cineasta comprometido con tu tiempo?
No me gustan esas etiquetas. Yo solo quiero poder seguir filmando en mi país. De hecho, después de estas dos películas, quiero hacer algo completamente distinto. Desde joven tengo guardados varios proyectos que no tienen que ver con la realidad social del país. Me gustaría poder hacer dramas intimistas, historias de amor, comedias juveniles…
¿Qué planes inmediatos puedes comentarnos?
En estos momentos estoy trabajando en Los vampiros o Habana: territorio vampiro, que es el título de trabajo de la que será mi tercera película. Y además estoy trabajando en La siesta con el guionista Abel Arcos, que es una película que transcurre en 1898. Las dos son proyectos que llevan varios años en mi cabeza y que espero poder filmar en mi país sin grandes contratiempos. También estoy pensando en una película que me encantaría escribir con Ena Lucía Portela.
El Nuevo Audiovisual Cubano (NAC), que no se puede reducir tan solo a la producción cinematográfica de los jóvenes realizadores que participan de la muestra ni a la obra de los autónomos o independientes que ruedan con recursos ajenos y propios, precisa, ahora mismo, a falta de aire, no solo la cobertura jurídica que le ofrecería una Ley del Cine, de carácter proteccionista, sino también un fondo de fomento que potencia una filmografía nacional no dependiente de una política cultural regida por criterios partidistas, politizados, que ampare y reconozca, de paso, la legislación, la figura del creador audiovisual autónomo, por cuenta propia, una decisión y necesidad estética postergada durante daños, décadas, más que todo por la incapacidad, necedad o falta de visión de los gobernantes y funcionarios estatales. El miedo a perder el monopolio sobre los medios masivos de comunicación, así como sobre la producción fílmica o televisiva que enseñan un rostro diferente de la realidad nacional, es un síntoma de los cambios que tarde o temprano habrán de producirse. Ojalá el G-20 acabé de entender que no es suficiente esperar porque los gobernantes de siempre aprueben una ley que implicaría una apertura y un cambio radical en la concepción del arte y la cultura cubana, de una manera al fin descentralizada y verdaderamente mucho más democrática. No hablo de clausurar el ICAIC por reformas, sino de entender que, aun cuando pueda seguir respondiendo a los intereses y directrices del PCC también puede abrir las exclusas al reconocimiento de que existe una realidad cuyas producciones no están abordando.
Espero para algún día una película sobre los que sufrimos el terrorismo contra Cuba. Y espero que la filme Lechuga. Por que esta parece una versión tropical de la cinta alemana “La vida de los otros”. Claro, hay mucha posibilidad de sobresalir “afuera” si hacemos una película hablando solo cosas feas de Cuba.
Mi realidad no es la que plantea Rolando Leyva: Mi realidad es la de millones de cubanos que trabajamos, amamos, reimos, gozamos, no tanto como quisieramos, pero tratando de que Cuba siga siendo socialista. Pero eso, al parecer, lamentablemente, no le interesa mucho al “Nuevo Audiovisual Cubano”: Por que no vende.
Jos, no son “cosas feas de Cuba”… En todo caso “cosas feas de la Revolucion”… O es q van a seguir pensando que son la misma cosa Cuba y Revolucion, Gobierno y Patria???
Si su realidad es esa de tratar que Cuba siga siendo socialista, perfecto; se le respeta su criterio. Pero sepa qua hay otros muchos que consideramos el socialismo un sistema de fracasos, un sistema que solo ha llevado a miserias y dictaduras. De eso se trata la democracia, de respetar el criterio de cada cual, de permitir que cada persona pueda expresar libremente sus pensamientos y de permitir que sea el pueblo, en elecciones plurales y abiertas, quien decida el destino de la nacion. No se puede edificar un pais cuando apenas 1000 personas reunidas en un teatro deciden que hacer con todo un pais.
JOS: Ya esas películas que tu quieres ver, se han hecho. Lo que dices, ciertamente ha ocurrido, como también ha ocurrido lo que no quieres ver. Esa también es una realidad de millones de Cubanos.
Manolo una sola aclaracion.. En Cuba no hay 1000 personas en un teatro decidiendo lo que se va a hacer con el país. Allí hay dos personas decidiendo lo que se va a hacer y los otros 998 aplaudiendo como focas amaestradas. Esa es la realidad y se llama dictadura.