El realizador colombiano Sergio Cabrera regresó al Festival de Cine de la Habana, una vez más como parte del jurado de ficción en el que participó en 2008. Guionista, fotógrafo, editor, filósofo y director, es muy conocido por sus filmes La estrategia del caracol (1994), Golpe de estadio (1998), Perder es cuestión de método (2004). Llega también a la cita cinematográfica con su más reciente filme Todos se van (2014), basado en la novela homónima de la escritora cubana Wendy Guerra, para presentarlo fuera de concurso.
Luego de cuatro años y once escrituras de guion ya está lista su película sobre Nieves, una niña cubana de ocho años que se ve involucrada en la lucha de sus padres para obtener su custodia. Sobre este trabajo y sus inquietudes como cineasta y sobre el entorno actual del cine latinoamericano, conversó Cabrera con OnCuba.
¿Cómo llega a la novela de Wendy Guerra?
Leí el libro casi por casualidad porque me lo regalaron de cumpleaños y me encantó, se lo recomendé a varias personas, entre ellas a Laura Martel (co-guionista de la película) y como dos años después estando en un festival, hablando de cine y literatura con mi amigo el actor Jorge Perugorría, le pregunté que por qué la historia tan bonita de Wendy no había sido adaptada, y él me dijo que esa película no la podía hacer ningún cubano, que debía hacerla un extranjero y que ese extranjero podía ser yo. Yo le expliqué que no, que a mí me gustaba hacer cine colombiano, pero él comenzó a insistirme y ahí mismo llamó por teléfono a Wendy que estaba en La Habana, nosotros estábamos en España. Me pasó a Wendy al teléfono y ella me dijo que le encantaba la idea, que conocía mi obra. Mi esposa escuchó la conversación y me vio entusiasmado con el proyecto, entonces a escondidas mías negoció con la agencia literaria que representa a Wendy, compró los derechos de la novela y me los regaló. Le debemos el 100% a ella que llegó con el contrato y todo, sin que yo me hubiera enterado. Ya con esos derechos, que valen mucho dinero, me dije, vamos a trabajar en esto, y comencé con mi amiga Laura Martel a trabajar el guión, después se nos unió Ramón Jimenoy. Empezamos a armar el proyecto y a enamorarnos de él. En cine, uno debe enamorarse del proyecto como se enamora de quien va a ser su esposa, porque toma mucho tiempo y exige grandes sacrificios.
¿Hubo alguna participación de la autora en la adaptación del libro?
No, yo tuve total libertad. Ella siempre me expresó su disposición para colaborarme en lo que sea, pero normalmente en una adaptación se tienen dos caminos; o trabajas con el autor o sin él, pero a medias yo creo que no debe funcionar mucho, y cuando terminamos el guión, yo se lo envié, y me escribió súper emocionada, diciéndome que le había gustado mucho, que le había encantado, me hizo un par de sugerencias pequeñas.
¿Cuánto hay del libro en el filme?
Nos tomamos algunas licencias. Para arrancar, solamente estamos adaptando la mitad de la novela, pues en el libro se cuenta la infancia y la adolescencia de la protagonista.
¿Satisfecho con la adaptación?
Yo estoy muy contento con esta adaptación. No va a reemplazar al libro, es como un complemento, porque la idea de adaptar no es que vea lo que leyó en el libro, es otra cosa. Construimos un universo alrededor de la novela.
Desde su perspectiva de jurado de ficción, ¿qué opinión le merece esta 36 edición del Festival?
Una edición excelente ya que las películas que hemos visto han sido todas de gran interés. Venir de jurado a un festival es tener la oportunidad de apreciar una panorámica del cine latinoamericano. Con el valor añadido de poder opinar sobre el rumbo actual que está tomando el cine de la región. Premiar una película es privilegiar un punto de vista. Me gusta reconocer la mirada que creo que late con identidad propia lejos de la estética de Hollywood. Creo que se puede contar cualquier historia desde una perspectiva latinoamericana, sin necesidad de copiar ni influenciarse de modelos extranjeros que tanto nos contaminan.
¿Cómo valora el cine que se realiza ahora en Latinoamérica?
Generalmente lo veo con mucha esperanza, entusiasmo, y noto un inmenso avance en la calidad de sus obras. Creo que últimamente es un cine más perfecto. Las nuevas generaciones de cineastas están más preparadas y tienen gran habilidad; sin embargo, echo de menos el cine de hace algunos años, cuyos temas me interesaban más.
¿Y si habláramos de retos?
Los de siempre: hacer un cine que hable de nosotros mismos y refleje nuestras realidades. Las habituales dificultades de financiamiento y de distribución a las que debemos agregarle un factor nuevo: se han querido imitar los modelos o cánones de la cinematografía hollywodense, efectivos a corto plazo, pero que a la larga pueden hacer perder la esencia de nuestro cine, el cual tiene una forma propia de contar historias y de enfrentar las circunstancias y la dramaturgia.
¿Qué significa para el cine latinoamericano el Festival de La Habana?
La existencia del cine latinoamericano está muy ligada desde sus inicios a la de este Festival, que se creó en un momento en que el cine latinoamericano no tenía muchas posibilidades de ser distribuido y siempre funcionó como trampolín no solo para lograr exhibir los filmes, sino para encontrar plataformas de coproducción y de eventual distribución en otros países.
Ha sido un sitio de encuentro y de reflexión de donde se han derivado ideas maravillosas para que el cine se desarrolle y diversifique. Hay otros factores que han contribuido a esto, pero es primordial la labor del Festival.
¿Qué aspira transmitir con su cine?
Intento hablarle al oído a la gente, pues soy una persona muy tímida que utilizo el cine como un altavoz para comunicarme y expresar lo que siento y pienso. Mi trabajo es una forma de intentar ser una mejor persona. El cine es una manera de iluminarme y con mucha frecuencia es la posibilidad de colocarme en una posición que me permite ver la sociedad y mostrar un mapa de mi país. Muchas veces se me acumulan las ideas, pero siempre las expreso mutadas en imágenes y sonido.
¿Cuál considera el mayor compromiso de los cineastas de hoy?
Pienso que los cineastas en sí no deben tener un marcado compromiso social. Uno debe hacer un cine de acuerdo a como piense. Las películas que prefiero son las de directores que tienen una mirada política que la expresan mediante su obra. El papel de los cineastas es más de exploradores que de reformadores; lo que hacemos es mirar la realidad en la que vivimos y reflejarla de una forma bastante fiel, para evitar cosas que sucedieron en el pasado y corregir el rumbo de los pensamientos. Personalmente, hago cine como una forma de pensar y de reflexionar.