Los triángulos amorosos siempre han sido motivo de inspiración para artistas de todas las manifestaciones, música, teatro, cine, danza, literatura… incluso varias de estas musas se juntan para crear obras memorables que trascienden el tiempo para mantener la aceptación de quienes busquen placer al leer un libro, escuchar una canción o emocionarse con una escena teatral o cinematográfica.
Así, un cuento escrito en el siglo XIX, ambientado en la Italia Renacentista, se convirtió en una ópera-ballet en el siglo XXI, nuevamente adaptada para un conjunto danzario moderno, para beneplácito de los cientos de personas que así celebraron los 63 años de Danza Contemporánea de Cuba (DCC).
El canto del amor triunfante fue la obra escogida para el festejo de la compañía fundada por Ramiro Guerra en el Teatro Nacional, hogar de generaciones de artistas durante décadas, bajo la dirección de Miguel Iglesias quien una vez más, atrajo a creadores de diversas regiones para un nuevo montaje de DCC.
Coreógrafos polacos (Ewa Wycichowska y Andrzej Adamczak) se unieron a la directora de orquesta francesa Nathalie Marín, al frente del Ensemble Habana XXI junto al cubano César Eduardo Ramos, para la adaptación del ballet operístico creado por el italiano Paolo Coleta.
En un solo acto, El canto del amor triunfante, basado en el cuento homónimo de Iván S. Turguénev nos narra la tríada amorosa entre la hermosa Valeria y los amigos de la infancia Fabio y Muzio, en un conflicto rodeado por el misticismo medieval donde la música ocupa un plano primigenio que brinda al público un contexto inicial en la obra.
Tanto el vestuario como las luces del montaje son mínimas, con detalles interesantes y sobrios para caracterizar cada personaje en el caso del vestuario, mientras que el diseño de luces no atiborra escenas donde la coreografía, de marcada teatralidad, permite que la pieza no se torne cansina, con un ritmo que mantiene al espectador en tensión durante poco más de una hora.
Aquí, la escenografía es recreada por el cuerpo de baile de DCC, actuando la mayoría de las ocasiones como un ente único, un enorme telón inconstante que se adecua a la narración no solo a través de los bailarines protagonistas, también por los solistas del Teatro Lírico Nacional que recrean la historia y los movimientos en escena.
Fabio, el amante de “ojos azules y cabello rubio soleado” en el texto original de Turguénev, ahora es un cuerpo mestizo que lucha por el amor de la bella Valeria, quien se decide por este en detrimento del amor de Muzio, que no se rinde en su conquista pese a la decisión inicial de la joven de casarse con Fabio.
Muzio logra con la ayuda de su sirviente hechizar a Valeria para entregarse ambos en encuentros de pura pasión carnal imaginarios, aunque Valeria siente que con esta pesadilla involuntaria engaña a Fabio, quien se encuentra en constante conflicto moral entre el amor de su esposa y la amistad de Muzio, a quien comienza a ver como un traidor.
¿Fue real el encuentro entre Muzio y Valeria? ¿Fue todo un sueño producto de la hechicería o un deseo reprimido que dio rienda suelta en la imaginación de ambos? El desenlace final, tragedia.
El amor “triunfante” deviene ironía en una trama que no revela vencedores, considerando el fatal desenlace de la muerte de Muzio a manos de su mejor amigo. Amores, lealtades y deslealtades, sueños y culpas son recreados desde la belleza de la danza y la música por la ya sexagenaria Compañía de Danza Contemporánea de Cuba.