Juan Jesús García Fernández es un buen nombre para un químico azucarero, un médico especialista en el sector del deporte, un joven criado en el barrio de Santa Amalia amante de los bailes tradicionales cubanos, pero Johannes García quería más que eso.
El actual Premio Nacional de Danza 2020 se decantó finalmente por el folklore y desde hace más de 50 años ha dedicado su vida no solo a bailar, también ha sido coreógrafo, director artístico y tiene su propia compañía de Bailes Tradicionales JJ, creada en 1992, donde Johannes ha sabido transmitir todos los conocimientos adquiridos en cada uno de los lugares por donde ha transitado a lo largo de su carrera.
Primero sus padres, bailadores aficionados de las distintas sociedades existentes en el país antes de enero de 1959, fueron quienes inculcaron esa pasión por el baile, luego el entorno cultural de Santa Amalia y finalmente las amistades fueron quienes determinaron que aquel joven graduado (en un primer momento) de medicina deportiva, se decidiera por el complejo y sacrificado mundo de la danza.
La memoria prodigiosa de este maestro de generaciones le permite desandar por su historia, que es parte de la historia de la danza cubana, en especial de la folklórica, para contarnos cómo llega primeramente al Conjunto Folklórico Nacional, hasta el momento actual donde disfruta y agradece el reconocimiento anual que otorga el Consejo Nacional de las Artes Escénicas a la obra de toda una vida.
Antes de ser Johannes, Jesusito, como le decían de niño, “era un muchacho muy inquieto. Mi madre a las 12 del día, mientras rodaban un programa de televisión, abría las puertas de su escaparate que en los dos extremos tenían espejos y me ponía a bailar ahí: 1, 2, 3 palante; 1, 2, 3, patrás y eso se me quedó en la mente”.
Entonces, ¿cómo llega a esa escuela que fue el Conjunto Folklórico Nacional?
Cuando regreso de Checoslovaquia de estudiar medicina deportiva, me incliné a la danza, producto del ambiente en el cual estaba. Mis amigos y amigas que siempre iban a mi casa a bailar me llevaron para un grupo de aficionados que se llamó Nuevo Teatro de Danza, dirigido por Rodolfo Reyes Cortés.
Alicia de los Santos, Nuvia Fernández, Lourdes Hernández, Alfredo O’ Farrill, Juan Jesús García Fernández (un servidor) —entre otros— nos presentamos, éramos jóvenes muy inquietos y bailadores de jazz, un fenómeno que tiene Santa Amalia, donde yo me crié.
Yo regresé un 5 de septiembre de 1965 y en enero del ‘66 hicieron una convocatoria en el Folklórico Nacional, el 10 de febrero de 1966 nosotros estábamos firmando contrato con la compañía.
Nosotros éramos jazzistas, bailadores de cha cha chá. Teníamos otros conocimientos de la danza popular, pero sí teníamos mucho empeño en quedarnos en el folklórico. En los dos barrios en los que me crié estas manifestaciones estaban bien arraigadas, en Santa Amalia y en el Canal, en el Cerro y aunque nosotros conocíamos de esto, no teníamos el conocimiento de quienes estaban en el Folklórico Nacional.
¿Cuánto influyó en su preparación como profesional de la danza esa investigación sobre el folklore cubano?
El folklore no es como mucha gente quiere imponerlo en Cuba, que es la afrocubanía, algo incierto por completo. Folklore es una palabra compuesta inglesa que significa costumbre y saber de un pueblo, o manera de ser de un pueblo, no es un segmento de una etnia o grupo social de un país, y Cuba no puede estar ajena a eso.
Hay una generación que no conoce de dónde son, de dónde venimos, cómo nos mezclamos y si lo hacen, lo dicen de una forma muy superficial.
En Cuba la cultura afrocubana está muy bien representada incluso denominada por segmentos, a diferencias de otros países con presencia africana de la región y eso es algo que sí yo quisiera que nunca se perdiera. Por ejemplo, en Brasil se perdió y hoy llegas a allá y sí, hay un candomblé, pero si eres conocedor del tema, te das cuenta de que tienen unido distintos segmentos en una sola forma de expresión.
Cuba lo tiene por segmentos: el bantú es bantú, el yoruba es yoruba y también el arará… en fin, hay una gran gama, aunque el yoruba es el que más se conoce porque fueron de los últimos que entraron al país, incluso de manera clandestina una vez que fue abolida la esclavitud.
Esas cosas hay que saberlas, aunque vayas a estudiar ingeniería u otra línea de estudios, usted tiene que saber Historia, una asignatura con la cual todo el mundo juega con ella en algún momento y es, para mí, el núcleo del desarrollo intelectual del hombre. Te lo dice alguien que jugó con eso como el niño que era.
Además del Conjunto, estuvo involucrado en otros proyectos
Allí nos desarrollamos profesionalmente. Tomé la vía de formar la primera escuela adjunta del Folklórico Nacional y a partir de ahí siguieron otros proyectos, como la cátedra de cabaret en el teatro de la CTC, la escuela para bailarines de cabaret, para que no perdieran su forma los bailarines de esa manifestación, el primer conjunto folklórico para la segunda enseñanza.
Después en (la avenida) Vento fundamos el folklórico de la escuela Lenin y con esos estudiantes fundé el Conjunto Folklórico de la Universidad de La Habana (UH), que está cumpliendo 50 años y se mantiene vivito, “machacando”, pero está ahí. El Folklórico de la UH me enseñó la pedagogía y la metodología de la enseñanza de los bailes folklóricos.
También en el año 1969 nos entregaron la Comparsa de la FEU. Ahí estuve hasta 1990, y el salto cualitativo fue por el 1982, 1983, cuando cambiamos parte de la alegoría del espectáculo de la compañía, cuyo símbolo es el indio Caribe, lo cual entraba en contradicción con lo que representa el Carnaval. Puedes mantener un símbolo, pero tienes que entrar en el goce popular que significa el carnaval.
Decidimos cambiar la línea, ya tenía un conocimiento de la danza y la música folklórica. Mezclé los pasos étnicos y los llevé a la comparsa. Montamos tres bloques cuando solo se hacía uno y unimos el bloque de la comparsa con el de la carroza, más de 300 jóvenes en total. Aun muchas de las coreografías o pasos que lleva la comparsa son de esa época.
Después me dediqué a dirigir, no solo con mi compañía, también en el consejo de dirección artística de Turarte, además en la organización de eventos internacionales, como los Carifesta o los Carnavales de Veracruz, por solo mencionar alguno de estos.
Muchos de sus espectáculos resaltan por su “teatralidad”, la manera de abordar la coreografía en escena…
Mi idea siempre ha sido hacer una danza que relatara algo, que tuviera una moraleja para eso indiscutiblemente tienes que investigar y sacar esos fenómenos de la sociedad o coger de ellos determinadas cosas que van a favorecer el guión que vas a hacer, de la moraleja que quieres presentar. Tener presente una moraleja, llevar un tema y una sorpresa.
La forma dinámica de nuestros espectáculos tiene ese ritmo porque el cubano es igual de dinámico, es guerrero y le gusta lo espectacular. Somos muy nobles, pero también muy dicharacheros.
Ahora como Premio Nacional de Danza y luego de tantos años de en la profesión, ¿en qué trabaja, que le falta por hacer?
Me siento muy alegre con el premio. Me ha reafirmado que soy una gente de pueblo porque he sentido que me quieren, tanto dirigentes como trabajadores como el pueblo, las personas pasan y me saludan y a veces no sé quiénes son, pero tengo que saludarlos, por supuesto.
Yo llevo 11 años de atraso. Quisiera que me terminaran bien el teatro (Cine teatro Florida, sede de la compañía) para seguir produciendo, para no hacer como nuestros bisabuelos que se llevaron muchas cosas de sus culturas.
Yo necesito y quiero, si ya tengo un recorrido quiero que la impronta quede. Quiero seguir produciendo. Uno tiene que ser consecuente porque la vida es un proyecto que uno se hace y debe tener ciencia, paciencia y conciencia, además de resistencia, para lograr lo que uno desea.
Aquí yo quiero hacer una academia. El Instituto Superior de Arte te da elementos necesarios y suficientes, pero la academia es la que te despierta el talento porque aquí la teoría surge de la práctica, es ahí cuando te das cuenta de que dos por dos no necesariamente te da cuatro, eso solo lo aprendes con el trabajo. El folklore lleva fuerte trabajo psicológico… y mucha bomba.
Uno tiene que ir a la universidad, pero la universidad de la calle también hay que superarla, y en eso influye mucho el paso por una academia, por eso mi empeño.
Yo vengo de una familia de artistas bailarines todos. Mi hijo Isanusi García fue bailarín del Ballet Nacional de Cuba, mi mujer Perla Rodríguez, primera bailarina de la compañía de Danza Nacional. Mi sobrino Oddebí García, de la compañía Lizt Alfonso y ahora con Revolution… una gran familia de artistas. Eso quiero explotarlo en este centro, con la compañía, con ellos podremos impulsar más la vida artística del país.
No quiero morir cargando una javita de nylon con mandados ni buscando el periódico en un estanquillo, yo quiero dar todo lo que pueda en este arte, que no solo es muy bonito, sino muy necesario.