El director, diseñador y titiritero Armando Morales falleció hoy en La Habana.
Cursó estudios en la Escuela Superior de Artes y Oficios de La Habana y en el Taller de Integración y Plástica del Departamento de Bellas Artes. También en la Academia de Arte Dramático de La Habana, desde donde pasó, en 1961, al Teatro Nacional de Guiñol, fundado por los hermanos Carucha, Pepe Camejo, y Pepe Carril.
Fue director del propio Guiñol. Trabajó como actor, diseñador, director y productor en numerosas obras de teatro de títeres, entre ellas La lechuza ambiciosa (1976), El globito manual (1984), Pinocho (1985), Chímpete Chámpata (1986); Redoblante y Meñique (1988); La República del caballo muerto (1992); Érase una vez un mundo al revés (1993); En el infierno (1994); Abdala (1995); Ubú Rey (1998); La Caperucita Roja (2003); Mi amigo Mozart (2004), El Quijote anda (2005) y Fuenteovejuna (2007).
De reconocido prestigio dentro y fuera de Cuba, participó en numerosos festivales internacionales y desarrolló una importante labor en la formación de las nuevas generaciones de actores y directores.
Por eso el maestro Morales no fue solo actor y director, sino también un conocedor de la teoría y la práctica teatrales, autor de una valiosa obra teórica compuesta, entre otros títulos, por El títere: el superactor, Títeres: el arte en movimiento, Maravillas del retablo, Teatro mambí para niños y Titeriterías.
En 2018 le fue otorgado el Premio Nacional de Teatro, merecidísimo, que vino a sumarse a lista de galardones que obtuvo como el premio de la Asociación internacional de Teatro para los Niños y Jóvenes (ASSITEJ), la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier, el Premio Abril, y la distinción Gitana Tropical.
De él ha escrito el crítico y dramaturgo Norge Espinosa: “Con su muerte, Cuba pierde a su Maese Titiritero por excelencia, heredero además del legado de figuras como el argentino Javier Villafañe, de quien fuera tan devoto”.
La obra de Armando, que lleva la marca del talento, la persistencia y la constancia, constituye sin dudas un punto de referencia para la escena nacional cubana, y en particular para la teoría y práctica del mundo de los títeres.