Hace casi dos décadas, Carlos Barba (Guantánamo, 1978) se adentró en la trayectoria artística y personal de la notable actriz cubana Isabel Santos. Con su documental Mujer que espera, de 2005, el por entonces novel realizador mostró al público, en alrededor de una hora, interioridades y evocaciones de la protagonista de cintas memorables como Clandestinos y La vida es silbar.
Diecisiete años después, el ya curtido cineasta —autor de una docena de documentales y dos cortometrajes de ficción— volvió sobre sus pasos para acercarnos a la actriz, esta vez en un libro. Isabel Santos. Mujer que espera es el título del volumen de 224 páginas, publicado por D’McPherson Editorial y disponible en Amazon desde diciembre del pasado año.
Con el audiovisual como punto de partida, el realizador, quien reside en Los Ángeles, Estados Unidos, va más allá de lo filmado años atrás para ofrecer a los lectores nuevos complementos y revelaciones sobre la actriz. Acerca de esta obra y de la icónica figura a la que se dedica, OnCuba conversó con Carlos Barba. Una invitación no solo a leer su libro, sino también a repasar la valiosa cinematografía y toda la carrera de su protagonista.
¿Cómo surge el proyecto del libro? ¿Qué te motivó a dar el salto del audiovisual a la escritura para abordar la figura de Isabel Santos?
La idea originalmente no fue mía. Me la propuso la editora de D’McPherson Editorial, y amiga de muchos años, Sandra González, a raíz de la transmisión del documental Mujer que espera en el programa de televisión De cierta manera, que realiza Luciano Castillo. Con una perspicacia y una amabilidad que mucho le agradezco, ella me sugirió convertir en libro el audiovisual, a la altura del decimoséptimo aniversario de su estreno en pantalla grande, durante el 3er. Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara.
Nos encontrábamos entonces en medio de la pandemia y mientras la COVID-19 insistía en desaparecer los rostros a través de las mascarillas, por suerte las manos aún quedaban libres y las puse a la obra. Sabiendo que en 2021 Isabel Santos cumpliría 60 años de vida, pensé en el libro como un homenaje no solo a su enorme trayectoria, sino también a su existencia, dedicada al cine por más de 40 años.
Imagínate, en sus primeras apariciones para la televisión cubana, Isabel llegaba a los estudios con el uniforme de la Escuela Nacional de Arte. Quiere decir que prácticamente de la Secundaria y de su primer año en la ENA, saltó a formar parte de la imagen de un país y deslumbró desde su primer protagónico, cuando interpretó a una muchacha testigo de Jehová, en la telenovela Pasos hacia la montaña (1981). Y así, con los primeros compases de su carrera, no sin antes revisar su niñez en medio de un batey, muy cerca del antiguo Central Senado, en Camagüey —donde debajo de un mosquitero comenzó a soñar con ser actriz—, emprende el camino este libro.
¿Cuáles son los vasos comunicantes del libro y el documental? ¿Se trata de una transcripción de lo filmado entonces o una actualización y ampliación de aquella obra?
El trabajo fue arduo, nos tomó casi dos años. Aunque el libro, obviamente, tiene vasos comunicantes con el audiovisual que lo precede, no fue solamente la transcripción del documental. También se añadió lo que no pudo estar en el cuerpo del filme por tiempo, además de un texto introductorio donde intento rememorar cómo rodamos en Santiago de Cuba de manera independiente.
Incluye, igualmente, un anexo frondoso con su filmografía completa y fichas técnicas actualizadas de su quehacer en televisión, cine, teatro y radio. Además, los poemas que pronunció en sus películas, críticas, palabras de colegas, artículos, la ficha y canción tema de Liuba María Hevia, carteles, un dossier fotográfico del rodaje y estreno del documental, así como fotogramas de sus películas a lo largo de las páginas, según el capítulo. El prólogo es del cineasta cubano Fernando Pérez, que la ha dirigido desde Clandestinos (1987) hasta El mundo de Nelsito (2022).
¿Qué te propusiste lograr? ¿Cómo le presentarías el libro a los lectores?
Intenté profundizar lo más posible en la vida y la obra de Isabel. Cuando tienes el libro en la mano, no te puedes dejar llevar por esas 13 onzas que pesa, porque en él te encuentras desde la joven ingenua que desayunaba todos los días con Dennis Hopper en Río de Janeiro, hasta la mujer que se plantó en el rodaje de Clandestinos para callar ante una frase que no sentía y regalarnos ese final inolvidable.
El libro, por ejemplo, cuenta sobre los papeles que le ofrecieron y no pudo hacer. Sobre el peligro que tuvo que enfrentar en un globo aerostático en La vida es silbar. Sobre cómo sus vecinos saben que prepara un personaje por la música que se les filtra desde su casa, y sobre los conflictos de ser madre soltera y salir a la calle cuando debe hacer desnudos. También aborda los desafíos de sostener varias películas sobre sus hombros, con participación en casi todas las escenas, y de sortear al mismo tiempo trabajos para el cine y la televisión, sin dejar de hablar de títulos memorables para ese último medio como La Botija (1990) y Aire frío (1999).
Además, se adentra en su trabajo con los directores Juan Carlos Tabío, Jesús Díaz, Danilo Lejardi, Gerardo Chijona, Luis García Berlanga y Humberto Solás, este último quien la introdujo al cine digital. Todo ello y más está al alcance de los lectores en el libro.
¿Cómo fue filmar/ escribir sobre Isabel Santos?
Sorprendente. Siempre me sorprendió de ella —y hoy me sigue pasando— que es una actriz que no habla desde ese lugar. Se puede pensar que una profesión tan vistosa como la suya pudiera servir para centro de conversación, pero no. Y yo lo cuento en el libro: cuando la conocí, increíblemente, Isabel “borró” sus personajes, dejó ir el avión de la fama para montarse en otro y aterrizar en su persona.
La impresión que tuve entonces fue de una mujer que representaba y vivía las emociones de una forma muy especial. No sufría más allá de lo que el director le pedía. Es la magia que hay en representar una verdad y después irse a casa. A partir de ahí nos amistamos. Y tantos años después todo ello fue muy bueno para el libro, porque las historias están contadas con frescura, con la emoción que pudo sorprenderla incluso a ella misma cuando lo leyó por primera vez.
Y ha funcionado muy bien, porque el documental Mujer que espera se ha convertido en el reflejo del libro Isabel Santos. Mujer que espera, pero con nuevos matices, miradas. Se cuentan por primera vez interioridades, incomprensiones, reconciliaciones; se cuenta del rodaje de nuestro documental, detenido por los “factores de la localidad” mientras nos preparábamos para el “¡Acción!” en un pequeño municipio. Sobre las alegrías frente a un personaje logrado, o los reconocimientos que llegaron temprano. Ya sea para un actor o para un espectador, por una extraña, pero creo que acertada combinación, el libro logra ofrecer a cada uno lo que busca.
¿Qué te dijo Isabel cuando le comentaste que estabas haciendo un libro sobre ella? ¿Y qué te comentó cuando pudo verlo terminado?
Yo he tenido la suerte de que Isabel confíe en mí, sabe cómo trabajo y que todo lo que se ha derivado de Mujer que espera ha sido algo, desde mi punto de vista, muy auténtico, muy especial. Y así fue esta vez.
El libro primero lo pensé como una especie de regalo sorpresa por sus 60 años, así que en un principio no le dije. Pero cuando se fue acercando el momento de la publicación —y por haber sido un proyecto que tardó un tiempo—, se lo comenté. Ella, lógicamente, se puso contenta y empezó a esperar ansiosa por el resultado.
Finalmente, cuando ya estuvo listo, se lo envié a La Habana a través de una persona, y gracias al intercambio que permiten las redes y las videollamadas hemos hablado del libro, de sus impresiones sobre él y los recuerdos, buenos, y otros no tan buenos, que le ha traído leerlo. Desde la misma introducción, en la que yo traté de hacer una cronología de nuestros pasos en Santiago de Cuba rodando el documental, y de todo lo demás que está incluido en las páginas del libro, que son, en definitiva, sobre ella.
Verla ya con su ejemplar en las manos, y que finalmente pudiera leerlo, me dio mucha alegría, porque ella es la protagonista de la historia. Saber que lo que uno ha hecho le gusta a la persona a la que está dedicada esa obra, que se sienta identificada con ella, es algo muy gratificante. Retratar esas emociones, esas historias, en este caso no solo lo relativo con el documental, sino también con sus películas y todo lo demás que aparece en el libro, y saber que ella está satisfecha con el resultado, es algo que me hace sentir muy contento y satisfecho también.
¿Cómo te resultó el cambio de registro del audiovisual a la letra escrita? ¿Cómo viviste esa salida de tu zona de confort?
Diría que, más que una salida de mi zona de confort, lo viví como una visita a otra zona creativa. Siempre que conecte con un tema y tenga algo que aportar usando este formato creo que volveré a él. Hace años, por ejemplo, vengo conformando un libro sobre Humberto Solás, siempre partiendo del largometraje que, también a modo de homenaje, hice sobre él. Además de mis conversaciones con el maestro a lo largo de las películas en las que trabajamos juntos, y otros filmes donde me cuenta cómo dirigió sus grandes éxitos. Pero la zona de confort en esta profesión es un misterio. Cada película o libro es diferente, y no queda de otra que entrar al ruedo.
¿Por qué volver a Isabel Santos, casi 20 después de tu primer acercamiento biográfico?
Yo soy un apasionado de Isabel, aplaudo cómo se supera en cada papel, cómo se convierte en otra persona, con mucha verdad. Tiene una autonomía actoral e intelectual que crece, y me parece que ha hecho, dentro de lo que ha podido, lo que ha querido, y de manera brillante.
Sin ponerme profundo, te voy a confesar que me gusta la forma en que camina. Cuando la he dirigido, es lo único que no le he pedido que cambie. En Clandestinos no se aprecia mucho por la época, pero en las demás películas sí, sobre todo en Adorables mentiras (1991), La vida es silbar (1998) y Miel para Oshún (2001). Puede parecer algo pueril, menor, pero creo que en el cine también hay que saber caminar, y ella, sin dudas, sabe hacerlo muy bien.
Además, eso es lo que ella no ha dejado de hacer: avanzar con su trabajo. Lamento que esa imagen suya en movimiento no pueda aparecer en el libro, que aquellos que la descubran leyendo estas páginas se pierdan ese espectáculo. Pero después de la lectura de Isabel Santos. Mujer que espera, seguramente habrá que regresar a sus películas.