Ganadora del concurso Haciendo Cine, convocado por vez primera en la 10 Muestra Joven ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), el largometraje de ficción La piscina se inserta entre las propuestas más singulares de la filmografía cubana de los últimos años. Como bien ha declarado en otras ocasiones su director Carlos Machado, inspira complejas lecturas por su concepción misma.
Y es que la cinta, ganadora del premio otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en el más reciente Festival Internacional de Cine de La Habana, es ciertamente el lugar donde las cosas pueden no suceder porque es una expresión de lo incompleto, donde no importa cuándo ni dónde se desarrolla el argumento. Machado, quien es egresado de la Facultad de Medios Audiovisuales de la Universidad de las Artes de Cuba, ISA, y en la actualidad estudiante de guión en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, así lo ha expresado.
La piscina narra la rutina de un día en una piscina de un grupo de adolescentes discapacitados que practican natación: una muchacha con una pierna de menos, un niño con síndrome de Down, otro con defectos también en sus extremidades, un cuarto que al parecer no tiene ningún problema físico, y un entrenador indiferente, introvertido (interpretado por el actor Raúl Capote).
Los protagonistas permanecen allí, entre las paredes que suponen las aguas sosegadas de una piscina. La monotonía los rodea. No van a la clase con un objetivo. Para ellos ni nadar cobra sentido.
Al transcurrir el filme, el espectador lo mismo podrá experimentar emociones que meditará sobre algunas cuestiones de carácter sicológico-existenciales. Y es que la cinta pareciera ser incompleta por su lenguaje y contenido, como mismo ha declarado Machado cuando le han preguntado por el argumento. “Tiene que ver con las cosas que no conducen a ningún punto y que a la vez se relacionan con los problemas sin solución. Tampoco se regodea en las discapacidades de los personajes. Pretende asumirlos como lo que son, y nada más”.
La escenografía, como mismo lo supone el argumento, es sencilla. La principal locación (la piscina, porque solamente hay unas pocas escenas recreadas en un parqueo adyacente) es captada por el lente de una cámara fija, que en ocasiones se mueve para componer la historia. Un espacio donde, además, el sonido ambiente cobra sentido como efecto sugestivo.
Dirigida por el experimentado Raúl Rodríguez, la fotografía intentó acercar o alejar al público de los personajes, por ello la presencia en el filme, en su mayoría, de planos panorámicos y generales.
La piscina, por su evidente expresión sicológica, exige como todo producto comunicativo una acertada distribución y proyección en las salas de cine del país y del mundo. Concretar los resultados de su realización dependerá ahora del equipo de producción para lograr engarzar a un público realmente interesado en la temática y en la estética que propone.